Era de esperar que Pride arrasase en las nominaciones a los premios del cine independiente británico (BIFA). 7 nominaciones, ahí es nada. Solo por detrás del otro peliculón británico del año del que hablaremos próximamente: ’71, de Yann Demange, con 9 nominaciones (sobre los dramáticos sucesos en Belfast del año al que hace referencia el titulo).Pride (Orgullo) es una perfecta muestra de la mejor tradición de cine social británico. Lúcido, emotivo, sensible, inteligente y divertido con su típico, e inimitable, sentido del humor patrio. Presentada en la quincena de Realizadores del pasado festival de Cannes se llevó merecidamente la quinta Palma Queer del certamen, tras El desconocido del lago, ganadora de 2013.En 1984 Margaret Thatcher aprovecha que la actividad minera presenta unas pérdidas impresionantes (toda hay que decirlo, por una previa e incompetente gestión política) para desmantelar el mayor número de minas del país y enfrentarse a unos sindicatos que, para nuestra inflexible Dama de Hierro y corazón de metal, disfrutan de demasiada importancia social. Las huelgas, manifestaciones y reivindicaciones se suceden contra una nueva lógica económica (que también devastó parte de nuestra estructura industrial en nuestro país).Lo que nadie esperaba era que un minúsculo grupo de activistas, defensores de los derechos de homosexuales y lesbianas, se una a la causa y organice conciertos y peticiones en Londres para una gran colecta en beneficio de un grupo de mineros, tan minoritario como ellos, que sufre, como mínimo, la misma represión.El encuentro de este grupo con los habitantes locales de una tierra, no famosa precisamente por su tolerancia hacia otras opciones de género, los conflictos que surgen entre ellos, las desternillantes situaciones y las tiernas relaciones, que se van estrechando poco a poco, son de una intensidad y belleza que emociona al más insensible de los espectadores.El cine social británico parece siempre conservar la capacidad de conmover y divertir en el mismo grado, e incluso hasta lograr que los espectadores se levantan de la butaca, con inmensas ganas de organizar la próxima movilización por una de las mil causas, que quedan por defender en la actualidad. Como aconsejar y ver estas películas para demostrar que también en el patio de butacas, la unión hace la fuerza (o al menos, calienta la sala).Sin olvidar que se trata de una comedia que consigue emocionar con humor, ironía e inteligencia. Algunos de sus magníficos y míticos intérpretes, Imelda Staunton, Ben Schnetzer, Andrew Scott, su guionista, Stephen Beresford, o incluso, su director, Marcus Warchus, podrían acabar con una reluciente estatuilla de los BIFA 2015.Tristemente 30 años después, la situación no ha evolucionado a la velocidad deseada. El amor es extraño refleja a la perfección el lento proceso de cambio de mentalidades, en el centro de una de los lugares más dinámicos y abiertos mentalmente del mundo, Nueva York.Aprovechando que la ciudad legalizó el matrimonio entre personas del mismo sexo (24 de junio de 2011, en vigor un mes después), una pareja, que lleva casi 40 años juntos, decide dar el importante y comprometido paso.En este tema, la mayor parte de la sociedad adopta un comportamiento anti-apóstol Tomás, en lugar de ver para creer, prefiere no ver para tolerar. La pareja, sublimemente interpretada por Alfred Molina y John Lithgow, y apoyada por una sutil Marisa Tomei, se las ve y se las desea para continuar con su vida ordinaria, a partir del momento en que toman dicha decisión: pérdida de su trabajo, apartamento, soledad, aislamiento…Ira Sachs, el brillante director de la turbulenta y mítica Keep the lights on, ha deseado un tono mucho más conciliador, sereno y “gran público” para contar esta impresionante y necesaria historia. A pesar de ello, el film no se ha librado en su país de la calificación “R”, recomendación de visionado para mayores de 17 años, pese a una total ausencia de sexo, desnudos o violencia. Parece que el amor, en Estados Unidos, más que extraño, es porno.