Cada temporada en la Liga ACB, como en cualquier otra competición del mundo, se suceden fichajes de jugadores, sustitutos por semanas, meses o incluso años de los que tuvieron la mala suerte de lesionarse o rindieron muy por debajo de lo esperado. De esos cambios no se salvan los entrenadores, el eslabón más débil del equipo. Relevarlos supone una decisión populista en un país como España, en el que hay tantos técnicos como tertulias deportivas. En Badalona, y en concreto Jordi Villacampa, se resistió a dar ese paso, pero el presidente del DKV Joventut se vio sin argumentos para perseverar en esa confianza hacia Sito Alonso tras un descalabro estrepitoso en Salónica (saldado por 30 puntos de desventaja) y siete derrotas consecutivas en Liga, récord histórico del conjunto verdinegro. El relevo elegido fue Pepu Hernández, quien puso las primeras piedras de la mejor selección española de siempre (oro en el Mundial de Japón en 2006 y plata en el Europeo en casa de 2007) y técnico triunfador en el Estudiantes, hermano en filosofía de la Penya. Pepu se escapa del prototipo de entrenador. Es más un tutor que apadrina y forma a sus jugadores, que sabe repartir responsabilidades sin que nadie se sienta apartado. Lo dijo el día de su presentación: el grupo tenía que recuperar la fe perdida, gestionar su ansiedad y, sobre todo, ser más agresivo en defensa y tener más recursos en ataques. Valores que han calado en el DKV Joventut, que a punto estuvo de ganar al Madrid, vencedor por 76-82 gracias a la picardía y puntería de Prigioni, que anotó sus once puntos en los últimos cinco minutos.
Una de las objeciones que hizo Pepu el día de su presentación fueron los triples. El grupo dependía demasiado su juego de los triples. Por eso al técnico madrileño le sacó de quicio el inicio de su equipo ante el Madrid, al que continuamente amenazaba desde más allá de 6’25. Bogdanovic, el mejor local con 20 puntos y 6/8 en triples, logró meter uno tras seis intentos (al final 10/30), mientras que el Madrid llegó a meter los cuatro primeros. Los visitantes jugaban muy bien además en la pintura, con Tomic, convertido en el jugador del momento tras su exhibición en el Palau, y Garbajosa, ambos con once puntos. La batuta la llevaba ya Prigioni. Tampoco desentonó Llull, aunque sería con el argentino en pista cuando el Madrid alcanzó su máxima ventaja (12-24), en el primer minuto del segundo cuarto.
El DKV Joventut de los últimos meses hubiese empezado a hacer cálculos de por cuánto perdería. Ahora tiene carácter y confianza como en el primer tercio del curso, momento en el que logró una serie espectacular de remontadas improbables. Así, jugando rápido con abundantes rotaciones y buena defensa, como a Pepu le gusta, los locales se acercaron a un punto y dos empates (27-27 y 29-29) antes de conseguir por fin la remontada tras un triple de Tripkovic (16 puntos). El escolta-alero serbio vuelve a hacer buenos números en un equipo que llegó a depender en exceso de Tucker (15, pero con 5/18). El anotador estadounidense, jugador de rachas, aprovechó una buena para animar a su equipo y pedir calor a la afición (10.126 espectadores en el Olímpic). Entre Tucker y Bogdanovic hicieron que la Penya pudiese imaginarse ganador, en una acción tan meritoria como la de cuartos de final de Copa. Pero surgió Prigioni, que contribuyó con puntos, recuperaciones y una lección en general para dar ganador al Madrid, que concluye su semana en Catalunya con buenas sensaciones. Vuelve a casa con al eliminatoria de la Euroliga empatada con el Barça y conservando los tres partidos de desventaja con los azulgrana, a los que les costó ganar al Ayuda en Acción Fuenlabrada (71-66), que capturó 18 rebotes más.