Hay que ver las ganas de primavera que tenemos algunos (entiéndase por primavera sentirse un poco libre, solo un poco, eso del vientecillo en la cara acompañado de una sonrisa tonta).
Que entre confinamientos, mascarillas, volcanes, guerras, inflación y sobre todo miedo, hace ya mucho que no nos sentimos así. Demasiado. Es tan fuerte lo que está ocurriendo que no somos capaces de asimilarlo, que nos parece una película. Y lo peor es que aún tenemos la sospecha de que de repente alguien diga: la variante nosecuantos está arrasado de nuevo... Al menos a mí me pasa. Siria, Afganistán... ¡Hay tanta mierda!
La cosa es que parece que la primavera nos aclara el pensamiento, nos pone buena cara y nos hace creer que otra vida es posible, sin guerras y sin mascarillas, luciendo sonrisa, que por muchos dientes feos que tengamos siempre será mejor.
Los días ya son más largos pero ahora hace un frío de narices. Aun así todos estamos pendientes de ella, de que asome su preciosa cara y nos sonría, con sus flores, sus terrazas al sol, su buen humor y sus ganas de cosas bonitas. Ay...
Ya casi está aquí, ¿podéis olerla?