Revista Filosofía

Primavera, a pesar de todo

Por David Porcel

A mi padre, 

De mi padre siempre diré que ha sido el mejor compañero que puede esperar un hijo, como suele decirse, a las duras y a las maduras. Con sus torpezas, desvaríos, y algún mal genio, me dio su mano para que, solo, afrontara lo recóndito en la oscuridad del día, allí donde otros sólo aciertan a taparse los ojos.

Gracias, por una vida juntos

PRIMAVERA, A PESAR DE TODO

Te despertabas, y el despertar te enseñaba

un árbol quemado,

quemado en medio de la noche;

no humeaba porque el rocío había lavado ya su piel

y los pájaros revoloteaban alrededor buscando su sitio en las cenizas,

y si había zorros olían la madera quemada y hocicaban con terror

lo que pudo haber sido su perdición;

y te decías ésa es tu cosecha,

así que

mírala, huélela, tócala, hazla tuya si puedes

todo fue en la noche

cuando el sueño herido vino a ti;

me vino a mi desprevenido

cuando andaba revoloteando como una mariposa marica

en las sábanas del olvido,

aquello, el puro fuego, la antorcha verdadera

que prende la sal de la vida su primera verdad;

¿cómo podría llamarse? Se llamará

como tú te llames: yo soy el polvo oscuro

que se mezcla con la mañana después del fuego;

mi nombre es yo, nada

si después del fuego llega el agua y lava

también mi piel,

y ya no queda ni el recuerdo

de cuando vivimos de verdad sin saber y sin saberlo.

Miguel Porcel


Primavera, a pesar de todo

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