Circula por la red una fotografía de cuatro bultos negros, dos de ellos una mujer y una niña encerradas en el niqab, y flanqueadas por dos grandes bolsas de basura que parecen otras dos niñas: esa foto, aunque fuera una performance para denunciar la opresión femenina, es la verdadera imagen de lo que llaman mayoritariamente los políticos y periodistas occidentales la “Primavera Árabe”.
La foto, tomada en una calle europea, podría ilustrar un artículo del arabista, catedrático de la Autónoma madrileña, Serafín Fanjul, que prevé la aparición de imágenes así donde menos podía esperarse del mundo musulmán, la Universidad de la Manouba, Túnez.
Era un lugar nada cercano al fanatismo islamista que comienzan a imponer los nuevos regímenes surgidos de la “Primavera”, que en realidad es la vuelta al Medievo.
Cuenta Fanjul en ABC que ha prestado su apoyo a un manifiesto en defensa de los valores académicos, la autonomía institucional y, en definitiva, los derechos humanos gravemente amenazados en Manouba.
Desde comienzos del curso académico 2011-2012, explica, los estudiantes salafistas, con auxilio de activistas y militantes de los partidos islamistas, atacan las instituciones para imponer el niqab (velo completo), reprobar a las profesoras que no lo usan y poner en cuestión los programas científicos.
Quizás por falta de espacio Fanjul no explica que esa universidad expide 36 títulos, y todavía tiene 26.138 alumnos, de los que 15.841 son mujeres.
Bajo la dictadura del derrocado laicista Ben Alí las tunecinas no podían llevar velo en escuelas y universidades: no se confundían con bolsas de basura, como ocurrirá con los “partidos islamistas moderados” vencedores de las elecciones.
La mujer en el norte de África va inexorablemente hacia esa fotografía de los cuatro bultos negros, por lo que debemos preguntarnos qué oculta ese interés político y periodístico en seguir hablando de “Primavera Árabe”.
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SALAS