¡Llegan nuevos vecinos! ¡Esas personas van a entrar en mi vida poniéndola patas arriba! Esto es lo que debió pensar el ex-parisino Martin Joubert cuando vio llegar a la bella Gemma Bovery acompañada de su marido en esta Primavera en Normandía. Dos ingleses en Normandía, una pareja que se parece demasiado al matrimonio protagonista de la novela favorita del panadero. Pero ni Gemma Arterton es Madame Bovary ni su esposo es el ficticio Charles. Eso poco importa ya, el creciente enamoramiento y la loca obsesión que parece sufrir Fabrice Luchini por su vecinita, nada que ver con la estrella porno que interpretó Elisa Cuthbert en La vecina de al lado, le va a traer más de un problema, innumerables quebraderos de cabeza y muchas noches de insomnio. Se ha convertido sin quererlo en un Don Quijote moderno con un Sancho en el cuerpo de su perro que ve gigantes donde solo hay molinos de viento, bellas mujeres vestidas de época en lugares tan sagrados como la catedral de Ruan o conversaciones sacadas de la literatura con un nulo realismo en uno de los mercadillos del pueblo.
Como en el libro de Gustave Flaubert o en la novela gráfica de Posy Simmonds las cartas traicioneras, las infidelidades con jovencitos ricachones, las historias escabrosas con amantes varios o finales trágicos con envenenamiento mortal están a la orden del día. Muchas veces el cine mira al mundo de la literatura para confeccionar sus guiones. Ahora la directora francesa Anne Fontaine se atreve a modernizar este clásico de mediados del siglo XIX y lo da a conocer a las nuevas generaciones salpicándolo con comentarios jocosos, para que nadie se aburra, concentrándose principalmente en los diálogos entre el señor Joubert e hijo o en el post accidente en casa de los Bovery causado por una concatenación de casualidades y malentendidos que se alejan de un uso intencionado sobre un humano de arsénico en polvo. Esta vez se ha utilizado para exterminar la plaga de ratones que asola la pequeña casa, como debe ser.
A veces con esta directora tenemos la impresión y no es baladí decirlo de que estamos contemplando el folleto turístico de la región francesa de Normandía en un horror vacui de campos floridos en plena estación amorosa. Nos creemos entonces ese refrán tan famoso que dice eso de que la primavera la sangre altera. Cada uno de los personajes de Primavera en Normandía caen presos de sus pasiones cometiendo todo tipo de actos irracionales consumidos por el deseo o por los peores celos. Martin persigue enfermizamente a su amor platónico, Gemma bebe los vientos por el guapo Hervé de Bressigny con quien planea una escapada secreta, Patrick intenta volver a conquistar a Gemma y los demás miran hacia otro lado quizás con miedo de imitar estos comportamientos.
El sexo, la insinuación, el desnudo, todo está incluido en Primavera en Normandía pero tratado de una manera elegante solo manchado en ocasiones por las prisas que ahora son malas consejeras. Causarán destrozos imprevistos que desembocarán en problemas aún mayores que una estatua rota. Esta vez el pegamento no va a ayudar a arreglar la obra artística preferida de la madre del dueño de la mansión como si ocurría en Los Goonies. Sus pesquisas para hallar tan importante joya servirán para descubrir una traición de todo menos hermosa.
Si la historia en algún momento decae o no nos engancha al menos podremos recrearnos la vista con estos bellos paisajes franceses o con Gemma Arterton que luce espectacular bajo la fotografía de Christophe Beaucarne.
Relacionados
- Agente contrainteligente, por el amor de un hermano
- Super 8, bellos fuegos artificiales faltos de humanidad
- El desafío (The Walk), el mayor espectáculo del mundo
- Spectre, el final de un capítulo
- Frozen: el reino del hielo, buen drama, mal musical
- Papá o mamá, este divorcio es la guerra
- No crezcas o morirás, ¿quién puede matar a un adulto?
- No es mi tipo, los polos opuestos se atraen