La novela “El Tercer Reich”, de Roberto Bolaño, está narrada en primera persona y tiene forma de diario. Quien lo escribe es Udo Berger, un joven de 25 años de Stuttgart al que la vida le sonríe. Apasionado de los juegos de guerra, Udo es el flamante campeón alemán de la disciplina, escribe artículos para las revistas especializadas y acaba de conocer a Ingeborg, el amor de su vida. Ambos emprenden sus primeras vacaciones en pareja a la Costa Brava, al mismo hotel en el que Udo veraneaba de pequeño.
Allí conocen a Charly y a Hanna, otra joven pareja de alemanes dispuestos a disfrutar de la playa y la noche. Pero a Udo le interesa más encerrarse en su habitación para desplegar su tablero de hexágonos del Tercer Reich y sus fichas de regimientos, blindados y unidades aéreas. Prepara una ponencia para el próximo congreso internacional en el que se propone desafiar al campeón americano Rex Douglas.
Charly los introduce en la inquietante fauna local; lúgubres garitos por los que circulan amenazadores personajes como el “Lobo” y el “Cordero”, que bien pueden ser delincuentes o trabajadores, o el “Quemado”, un hombre de músculos esculpidos y rostro desfigurado por el fuego que custodia los patines de la playa y del que se rumorea que fue torturado en su país, presumiblemente sudamericano. La atmósfera comienza a enrarecerse, mientras Udo desarrolla una innovadora estrategia bélica que le garantizará el definitivo triunfo alemán, bajo la mirada de Frau Else, la misma bella y enigmática conserje que ya lo perturbaba en su adolescencia. Cuando Charly se interna al mar una tarde con su tabla de windsurf y ya no regresa, todo se tuerce. Como si algo oscuro e inexplicable aflorara entre los hexágonos del Tercer Reich.
“El Tercer Reich” se escribió en 1989, después de la novela que escribió Acon .G. Porta (publicada en 1984), y antes de la publicación de “La pista de hielo”. Posiblemente es entre estas dos novelas donde hay más parentesco.
20 de agosto.
“Por la ventana entra el rumor del mar mezclado con las risas de los últimos noctámbulos, un ruido que tal vez sea el de los camareros recogiendo las mesas de la terraza, de vez en cuando un coche que circula con lentitud por el Paseo Marítimo y zumbidos apagados e inidentificables que provienen de las otras habitaciones del hotel. Ingeborg duerme; su rostro semeja el de un ángel al que nada turba el sueño; sobre el velador hay un vaso de leche que no ha probado y que ahora debe estar caliente, y junto a su almohada, a medias cubierto por la sábana, un libro del investigador Florian Linden del que apenas ha leído un par de páginas antes de caer dormida. A mí me sucede todo lo contrario: el calor y el cansancio me quitan el sueño. Generalmente duermo bien, entre siete y ocho horas diarias, aunque muy raras veces me acuesto cansado. Por las mañanas despierto fresco como una lechuga y con una energía que no decae al cabo de ocho o diez horas de actividad. Que yo recuerde, así ha sido siempre; es parte de mi naturaleza. Nadie me lo ha inculcado, simplemente soy así y con esto no quiero sugerir que sea mejor o peor que otros; la misma Ingeborg, por ejemplo, que los sábados y domingos no se levanta hasta pasado el mediodía y durante la semana sólo una segunda taza de café –y un cigarrillo– consiguen despertarla del todo y empujarla hacia el trabajo. Esta noche, sin embargo, el cansancio y el calor me quitan el sueño. También, la voluntad de escribir, de consignar los acontecimientos del día, me impide meterme en la cama y apagar la luz”.
El primer capítulo de “El Tercer Reich”, en exclusiva, en EL MUNDO.es. (PDF)
Ficha del Libro: Anagrama.
En Algún Día │Roberto Bolaño.