Revista Coaching

Primer paso hacia la libertad financiera

Por Raquelcabalga @RaquelCabalga

El Invitado Especial que te traigo hoy llega para quedarse por aquí una buena temporada pues será mi refuerzo en un tema que también me apasiona y que no quiero dejar de compartir contigo por falta de tiempo. Te dejo con él ya que, a partir de este momento, te transmitirá todo lo que ambos sabemos, ponemos en prácticas y seguimos aprendiendo a diario sobre Libertad Financiera:

Artículo Invitado de Joel PachecoYa es viernes y, como muchos viernes a partir de ahora, voy a hablarte sobre cómo conseguir la tan ansiada Libertad Financiera. Primero me presentaré: me llamo Joel y colaboro con Raquel Cabalga para inspirarte con mi experiencia, para explicarte cómo alcanzar tus objetivos económicos y, en definitiva, para que consigas que el dinero no sea una preocupación más.

Aunque soy una persona normal y corriente, como tú, he podido aprender de grandes mentores que conforman la lista de personas que disfrutan de esa independencia financiera y que enseñan la forma de alcanzarla. Entre ellos, sin duda, me quedo con lo aprendido en los workshops con T. Harv Eker (y sus maravillosos Secretos de la Mente Millonaria), Robert Kiyosaki (y su Padre Rico, Padre Pobre), Warren Buffet, Timothy Ferriss…

Me quedo, sobretodo, con lo que nos enseñan y es importante que todos tengamos en cuenta: es necesario cambiar nuestra forma de ver las cosas y, en este caso, cambiar también nuestra relación con el dinero. Yo, por ejemplo, tenía lo que se podía considerar una muy buena posición laboral:

  • Un trabajo estable de por vida
  • Posibilidades de promoción y méritos
  • Más de 14 pagas al año
  • Asistencia médica privada y gratuita
  • Vacaciones, festivos y días personales pagados

Los primeros años estaba contento: podía comprar cuanto deseaba para disfrutar de mis hobbies, irme de viaje de vez en cuando e incluso ahorrar un poco para mi proyecto futuro de tener la vida soñada que en ese momento no me podía permitir. Pero llegó un día en el que mis necesidades cambiaron: quería independizarme, conseguir un lugar al que llamar “mi casa”, casarme con mi novia, comprarme un coche… Fue entonces cuando me di cuenta de que, con lo que ganaba no podía permitirme nada de eso, al menos no en ese momento y sin recurrir a un préstamo o a pedir dinero a mis padres. No me quedó otro remedio que aceptarlo. Después de todo, tenía un trabajo que consideraba una muy buena opción, con el que ganaba para vivir y como desde pequeño había escuchado en todos lados aquello de que hay gente que no tiene ni para comer o que pasa horas esperando delante de “la oficina del paro”… ¿Qué iba a hacer sino apechugar y dar gracias por lo que tenía?

Después de todo… ¿Qué importa el dinero? El dinero no da la felicidad, los amigos no se compran, el dinero te vuelve avaricioso y te corrompe… Eso es lo que me repetía inconscientemente hasta la saciedad. ¿Era feliz con ello? Claro que sí, me levantaba antes de las cinco de la mañana para ir caminando 20 minutos hasta la estación, coger un tren y esperar sentado en el vagón 40 minutos hasta llegar al trabajo. Una vez terminaba me hacía el mismo recorrido de vuelta aunque, eso sí, en casa me recibían con un gran beso, la más radiante de las sonrisas y el sofá más incómodo en el que jamás me había sentado pero que, después de la jornada laboral, era mi paraíso. Claro que podemos ser felices así, pero… ¿Qué hay de esos momentos mirando las facturas? ¿Y esos otros en los que estás viendo una película con esa persona tan importante y te quedas dormido de lo cansado que estás? ¿Ese momento en el que vas al centro comercial y te niegas a entrar en cualquier tienda porque no te vas a poder permitir nada? Ese en el que, por encima, llegas a casa diciéndote: “joder, qué bueno es no tener dinero porque así miro las estanterías sin preocupación por malgastar porque no tengo dinero para comprar nada”. ¿O qué me dices de ese otro momento en el que sacas la calculadora en el supermercado y vas sumando cada céntimo que cuesta el maldito paquete de espaguetis que estás comprando?

Y es que, cambiar mi forma de relacionarme con el dinero es lo que aprendí leyendo y escuchando a esos grandes que mencionaba al principio. Tenemos que cambiar ese chip que desde pequeños hemos tenido implantado en el subconsciente y que nos dice que el dinero es malo. Nadie quiere algo malo… Por tanto, ¿qué es lo que consigues pensando así? No tenerlo. ¿Y es fácil cambiar esto? Pues, como he dicho antes, es algo con lo que nos llevan ametrallando desde pequeños así que fácil no es, pero imposible tampoco.

Puedes verlo así: llevas toda la vida escribiendo con una mano y un día decides cambiar de mano; al principio aprietas con fuerza el lápiz, te salen letras grandes y curvilíneas (ilegibles para cualquier persona), te sales del margen… Pero sigues practicando un día, y otro, y otro y, poco a poco, te das cuenta de que has aprendido a escribir con la mano opuesta. Pues es lo que vas a hacer a partir de hoy: querer al dinero. Cada vez que te sorprendas viendo y pensando lo asquerosamente rico que es tal futbolista, preguntándote para qué narices quiere tanto dinero o mirando con desdén lo que se ha gastado en ese jodido coche con el que sale de los entrenamientos… Felicítalo, apláudele si quieres y di: “yo quiero eso también”. Porque lo que tienes en tu mente, lo tienes en tu mano.

Joel Pacheco

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