Revista Cultura y Ocio

Primera Guerra Mundial, la batala de Gallípoli

Por Joaquintoledo

batalla-Gallipoli

Escrito porJoaquín Toledo, especialista en historia del mundo, historia antigua y  con amplia experiencia en investigaciones sobre conflictos bélicos.

En agosto de 1914, estallaba la primera guerra mundial. El asesinato del archiduque puso inmediatamente en funcionamiento el sistema de alianzas que se había establecido en la pre-guerra entre varias de las potencias europeas. Teníamos así a la Triple Entente de Inglaterra, Francia y Rusia, contra la Triple Alianza de Alemania, Austria Hungría e Italia. Tras el asesinato del archiduque y el inicio de la Gran Guerra, sólo el primer trío de países logró cierto acuerdo, al menos más fructífero que el de las potencias centrales. Pronto, Italia, abandonó a sus aliados y prefirió unirse a la Entente, para desgracias de los alemanes y austríacos, que a pesar de tener unas fuerzas armadas mucho más poderosas, sabían bien que no podrían mantener una eterna lucha en contra de sus enemigos pues prácticamente estaban cercados por todas partes.

La traición de Italia fue un verdadero baldazo de agua fría para las potencias centrales, quienes a pesar de sus iniciales victorias, en especial en el frente oriental contra los rusos, empezaron a agilizar su diplomacia para acercar nuevos aliados a su causa pues  de lo contrario no habría ninguna posibilidad de ganar la guerra. Ahora bien, Gran Bretaña y Francia, además de dominar los mares, tenían colonias en todas partes del mundo y esto les daba mayores recursos con qué poder sostener sus tropas y una guerra a largo plazo. Alemania y Austria Hungría sabían que las rutas de Medio Oriente eran las mejores por las cuales los aliados traían los recursos que tanto necesitaban, así como el aportar muchos otros, además de la comunicación necesaria, a los socios aliados rusos, los más mediocres y débiles en el campo de batalla hasta inicios de 1915.

El káiser pronto posó sus ojos sobre el decadente Imperio Otomano, actual Turquía, un país convulsionado, debilitado y lleno de corrupción, prometiendo unirla a las potencias centrales a cambio de la obtención de beneficios, claro está. Los aliados pronto cayeron en franca preocupación. Si se firmaba una alianza con Turquía, el paso de los Dardanelos quedaría bloqueado, y Alemania y Austria-Hungría tendrían un perfecto lugar por donde recibir recursos y bloqueárselos a Rusia, además claro, de interrumpir la comunicación entre las potencias aliadas.

Entonces, tanto ingleses y franceses por un lado, como alemanes y austro-húngaros por otro habían posado los ojos en el Imperio Otomano, quien se lanzaría a su última aventura de su vida monárquica.


La Turquía de la preguerra y el surgimiento de los planes aliados sobre la península otomana

Ni para los aliados, ni para los alemanes, era un secreto la decadencia que existía dentro del Imperio Otomano. La restricción que colocaban de antaño al tráfico de manufactura y al comercio entre oriente y occidente era sólo un recuerdo. El imperio británico era quién tenía predominio en el mundo y a este, nadie se le podía imponer. Sin embargo los turcos mantenían cierto control aún sobre el Medio Oriente, que a decir verdad era envidiable hasta para los europeos, más aún cuando el mundo empezaba a darse cuenta que no podía vivir sin petróleo. Pero el mayor problema estaba dentro del mismo imperio, donde tras ser derrocado el sultán Abdul Hamid II el Maldito, en 1909, había sido sucedido por su hermano Mohamed V, quién en realidad era sólo un adorno bonito en el gobierno. Los verdaderos dueños del débil y decadente imperio era un grupo de jóvenes que se hacían llamar, precisamente, los Jóvenes Turcos. Estas personas buscaban revitalizar y reivindicar el poder preponderante que su país de antaño había tenido.

El líder político de esta agrupación era Talaat Bey que, junto con su ministro de Guerra, Enver Pasha, observaban atentos las jugarretas políticas de las potencias europeas, a la espera del momento adecuado para ver a quién convenía unírseles, aunque no eran secretos sus sentimientos germanófilos quedando patente este hecho cuando a principios del año 1914 solicitaron una misión militar de Alemania. Si bien hubo algunos coqueteos con la diplomacia aliada, en especial con Rusia, país con el que hacía tanta falta aclarar varios asuntos, lo cierto es que una hipotética alianza con el Imperio Otomano se fue perdiendo paulatinamente.

Además Turquía dio muestras de debilidad, en especial cuando la marina alemana cerró el canal violando leyes internacionales. Entre el 29 al 30 de octubre incluso se atrevieron a bombardear a los rusos y sus instalaciones en la costa del Mar Negro, complicando y comprometiendo al imperio otomano. Los aliados de la Entente envían al día siguiente, el 31, un ultimátum y al no recibir respuesta ante las garantías que estos exigían, estaba claro que los otomanos ya habían decidió a que bando pertenecer. Ahora bien, ante el avance germano y el favoritismo hacia estos en Turquía, los ingleses empezaron a tramar un plan que acabe con el nuevo aliado de las potencias centrales de un solo golpe, pues a pesar de subestimarlo, estaba claro que la posición geográfica del imperio, dificultaba totalmente el avance de la guerra y el tráfico de soldados y recursos desde oriente. Lord Kitchner y Winston Churchill, por aquel entonces primer lord del Almirantazgo fueron los que idearon el plan de ataque sobre la península de Gallípoli, en Turquía, un ambicioso plan que debía culminar con la llegada a Constantinopla y la toma total del país.

En un inicio se pensó en un desembarco griego respaldado por los franco-británicos, aunque más tarde, debido al cambio de gobierno en Grecia, sólo los aliados europeos y los pertenecientes a sus colonias participarían en la batalla. La Royal Navy desplegaría su poderío para apoyar tanto a la hora de desembarcar como de proteger a la flota invasora, así como de despejar todo el canal de minas, submarinos y otras embarcaciones. Después de todo Inglaterra y Francia contaban con las marinas más poderosas del mundo y confiaron en sus capacidades de arrollar a los turco-alemanes en el mar. Si bien en un inicio no fueron destinadas muchas embarcaciones conforme avanzaba el proyecto se fueron incrementando el número de las mismas.
Al mando de las tropas aliadas en tierra iría Ian Hamilton y contaría con 300 mil individuos de diversas nacionalidades, eran tropas frescas, la mayoría de ellas bien entrenadas aunque muchas, es verdad, entraban en combate por primera vez. Esto se compensaría por el material logístico, armamento y artillería con la que contarían.

Por otra parte, el ejército turco, muy mal parado y totalmente desorganizado y distribuido no sabría por donde provendría el ataque, pues la sorpresa era un as bajo la manga de los aliados. Los turcos de su lado tenían a Otto Liman von Sanders, alemán y que era el enviado militar responsable de dirigir las operaciones de defensa de sus aliados en territorio otomano. Estos tenían un protagonista de su propia nacionalidad desde luego, se trataba de Mustafa Kemal. Durante la batalla la Entente llegó a desplegar 250 mil soldados, en un 99%, eran todos turcos quiénes además de pelear en su tierra contaron con cañones Krupp y otra moderna artillería que los socios aliados alemanes les hicieron llegar. Por su parte, en el mar, en los Dardanelos, se habían instalado minas y los germanos podrían hacer llegar algunos submarinos.

El ataque naval, primera fase
El 19 de febrero de 1915 un nutrido bombardeo naval dio inició a la batalla de Gallipoli. Los buques anglo-franceses abrieron fuego para ablandar las defensas de sus enemigos, sin dar en todos sus objetivos. El ataque tuvo algo de éxito tras aniquilarse las guarniciones en Kunkale y Sedd-el-Bahr. A pesar de que los turcos se retiraban (cuando en realidad fingían), y de que se estimaba que Constantinopla caería en unas dos semanas, nadie parecía presagiar lo que estaba a punto de iniciarse. El primer problema con el que se tuvo que lidiar fue con las minas ubicadas en el mar, las cuales no fueron extraídas del todo, pues los dragaminas fueron blancos fáciles de la artillería turca. Para marzo, debido a la presión de Winston Churchill, quién sabía que su reputación estaba en juego, la marina combinada consiguió avanzar mientras en canal se hacía más estrecho y por ende la artillería otomana más peligrosa, por lo cual se reportaron algunos daños. En la zona de los Narrows los franceses se introducen y se ven obligados a retroceder luego de un combate muy duro.

Una tercera oleada avanzó sobre el canal y llegó hasta la zona, donde en medio del fulgor del combate, los dragaminas buscaron llevar a cabo su trabajo con éxitos relativos. Pero a la Royal Navy y a los franceses les costó muchas embarcaciones tanto hundidas como averiadas. Sin embargo, y a pesar de que no se había logrado una victoria decisiva otorgándoles a los aliados el dominio del mar  se creyó que se había tomado el control de la puerta de los Dardanelos, además de quitar la cantidad de minas suficientes. Los aliados, por supuesto, sobreestimaron a los turcos y los alemanes, pues estos últimos apostarían de ahí en más algunos submarinos.

Churchill y algunos otros sugirieron que se reanude un segundo ataque que acabe definitivamente con la amenaza en el mar y que asegure la campaña terrestre, pero el almirantazgo se mostró muy inconforme en cuanto a recibir consejos de cualquier político  y estimaron que se había hecho lo necesario y que no se necesitaba de un contraataque. En pocas palabras Hamilton y sus hombres tenían el terreno propicio para desembarcar. Muy pronto los aliados se llevarían un chasco, en realidad, la campaña naval y los cabos sueltos que dejó sólo había sido un mal presagio.

Acto segundo: la campaña terrestre
La fuerza inicial de desembarco fue alrededor de 74 mil 800 soldados. A los franceses y sus aliados les correspondió la parte asiática, en Kum Kale. Alrededor de la zona de Bulair la Royal Navy efectuaría una maniobra de distracción mientras que los aliados desembarcaban en los puntos establecidos, separados en dos grupos principales, la Anzac en Ari Burnu y el resto de tropas aliadas alrededor del cabo de Helles al sur del último punto. Era domingo 25 de abril de 1915 cuando los aliados se acercaron silenciosamente en las embarcaciones, aprovechando el día de descanso.

Ante la total sorpresa de los aliados, que por cierto incrementó su confianza, no encontraron gran cantidad de tropas (aunque sí con determinación), es más Liman von Sanders creyó que el ataque se efectuaría en Bulair, pasó todo un día hasta que caiga en cuenta en la grandeza de su error. Los turcos apostados en las playas se defendieron bien pero pronto fueron sobrepasados. En todas partes, a pesar de algunos retrasos se consiguieron tomar las playas y curiosamente, los aliados encontraron mayores obstáculos en la geografía del terreno: lugares rocosos, precipicios, la marea, el calor, la humedad, acantilados, pendientes, etc. Mustafar Kemal y von Linders alistaban a sus hombres ya que no era un secreto que se trataba de una invasión a todas luces. Uno de los primeros combates fue por Sari Bair y el monte Chunuk Bair, quién colocase la artillería allí estaría en franca ventaja, quedándose los turcos con los mismos, pues Kemal actuó rápido. Para los de Anzac era el primer trago amargo de muchos, sin contar que estaban aislados.

Alrededor del cabo de Helles las tropas hallaron una resistencia más reacia conforme iban avanzando, sin considerar que tampoco se había tomado la importante colina de Achi Baba, por la cual, además de otros puntos, se desencadenarían las batallas de Krithia. En la playa V (nombre clave), cerca de Sedd-el Bahr, los aliados también tuvieron problemas en las primeras horas de desembarco, sin embargo, para el 26 de abril dicho lugar ya estaba en manos aliadas. Sólo de la parte asiática del canal, en Kum Kale, encargado a los francos, se consiguió tomar el fuerte y la ciudad rechazando a los otomanos pero hubieron de abandonarlo frente a un contraataque.

Sin embargo, no había tiempo para celebraciones y Hamilton estaba algo preocupado ante la lentitud de las operaciones, por supuesto, temían un nuevo estancamiento como el de la guerra de trincheras. Por ello se ordenó el avance península adentro. En el intento de tomar Achi Baba los aliados dan origen a las batallas de Krithia. Los turcos, si bien tuvieron bajas, mantuvieron sus posiciones. En la primera los aliados perdieron 4500 soldados, en la segunda 6500 y así. La batalla en Gallipolí, a tan sólo un par de días había llegado a un punto muerto. El resto de abril transcurrió sin mayores novedades que las constantes bajas entre los dos bandos y en Londres se empezó a considerar una nueva intervención, que esta vez debía ser decisiva, de parte de la Royal Navy, esta vez venciendo la zona de los Narrows, muy angosta en el canal y presta al ataque de artillería, para introducirse en el Mármara.

Tras el hundimiento del Goliath antes de cualquier planificación, se había llegado la gota que derramó el vaso, pues Churchill fue quitado del cargo y toda Londres empezaba a preguntarse si de verdad había sido buena idea sacrificar material y soldados en una operación que se estaba tornando fatídica.
En la zona donde estaba la Anzac, se recibieron refuerzos, justo cuando los otomanos buscaron expulsar a los aliados el 19 de mayo con un ataque de 30 mil soldados, batalla que se prolongó hasta el 20 de aquel mes. Los turcos recibieron 10 mil bajas frente a las 600 aliadas. Era el desastre y se retiraron siendo derrotados por los cavadores de Anzac, llamados así pues se establecieron trincheras. Pero las enfermedades a causa de los cuerpos en descomposición significaron más bajas para ambos de todas maneras. Se estableció una tregua para enterrar a los muertos que dio tiempo a los aliados de desencadenar la tercera batalla de Krithia por hacerse con Achi Baba, el 4 de junio, tampoco tuvo éxito.

La situación por tierra era igual para ambos, por mar, los aliados seguían conservando cierta ventaja gracias a su notable superioridad y los turcos se vieron obligados a abastecer a sus tropas por ferrocarril. En la zona donde se hallaba el Anzac se seguían dando nuevos y tortuosos combates, con el transcurrir de las semanas las tropas se habían vuelto experimentadísimas.
Para mediados de julio, Achi Baba seguía en poder turco.

Se necesitaba una contraofensiva para así poder romper el frente y seguir hacia Constantinopla. Lo cierto es que se estaba muy lejos de allí, pero aún así, los aliados deciden atacar, con 120 mil soldados, esta vez desde el punto más septentrional, en Suvla, inclusive más al norte que las tropas estancadas de Anzac. Estas llevarían a cabo el ataque distractor para luego unirse a  las de Suvla y cortar las comunicaciones turcas, así el tomar el sur de la península sería cosa sencilla.

Al menos no había zonas altas cerca de la costa hecho que salvaría a los aliados de la artillería. Los turcos respondieron con todo lo que tenían para repeler el ataque de los de Anzac, introduciendo hacia la cordillera de Sari Bair, donde causaron gran mortandad entre las filas aliadas, otra vez las colinas habían hecho su trabajo demoledor. Se peleó por la denominada colina Q, Koja Chemen y Chunuk Bair donde se produjeron brutales combates y los turcos se llevaron el mérito por resistir con ahínco. Sin embargo, estos casi siempre fallaban perdieron miles de hombres contra los cientos que les costaba a los aliados. Aunque estos, en su intento de tomar Sari Bair se llevaron al cuartel 12 mil caídos.

En Suvla si bien se logró el desembarco cundió la desorganización, no se pudieron tomar las colinas o guarniciones turcas y el ataque fue desbaratado dando origen a un nuevo punto muerto. El 12 de agosto se produjo un asalto aliado con grandes pérdidas, sucedería otro  el 15 de agosto en Kiricht Tepe y uno nuevo sobre Suvla el 21 de agosto, pero ambos resultaron un fracaso para los aliados con pérdidas ingentes y habiendo tomado posiciones muy precarias.

Hacia el final de la campaña Hamilton fue reemplazado por Monro  quien se encargó de la retirada final, el 15 de noviembre Churchill dimitió de su puesto. Todo culminaba en un verdadero desastre. Para diciembre, cuando la situación llegaba a un punto muerto hasta para los turcos, quiénes se veían también en algunos aprietos a causa de desabastecimiento y enfermedades, se ordena la evacuación aliada. La evacuación duró varios días, para el 8 ó 9 de enero, los últimos soldados abandonaban Helles, mientras  los turcos intentaban  dar una contraofensiva, sin embargo,  la estrategia aliada fue bastante buena y la mayor parte de los miles de sobrevivientes consiguió huir. En dichas tierras, no obstante habían perdido la vida 87 mil turcos y casi 48 mil aliados. La batalla de Gallipoli había sido desgastante para los turcos, pero una derrota contundente para los aliados, ahora todo parecía indicar que para el fin de la guerra faltaba mucho tiempo aún…


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