Ambos, permanecían pensativos. Uno de ellos, optó por erguirse de aquel zulo y comenzar a montar en cólera.
-¿Qué coño hacemos aquí…?
El otro, se limitó a encogerse de hombros, apático, pusilánime.
-¿Y por qué coño no cesa la luz…? Es tan diminuta la rendija por donde entra, pero puedo advertirlo. Hay luz ahí fuera. Y no cesa.
-Será otro tipo de tortura. Supongo.
-¿Supones…? -Preguntó el otro. -Aquí, maniatados (Lo decía en sentido figurado, puesto que a pesar de su enclaustramiento, sus manos no estaban fijas entre sí.), y tú solo supones.
-Soy el torturado, no el torturador. -Éste, ahora se izó. -¿Qué quieres que piense…? Simplemente he supuesto que quitar la luz a alguien permanentemente, sería un elemento de tortura. Desorientación, ignorancia respecto al paso del tiempo…
-Pero esta sala, esta sala, no es como la anterior. Esa puta rendija. -Dijo señalando un nimio agujero en el techo, – Lleva sin parar de filtrar luz.
-Será una tortura a la inversa. Lo mismo desorienta la oscuridad continua, que la luz permanente…Casi que prefiero la luz…
-Pero ese agujero parece diferente.
-Quizá haya sido fortuito. -Respondió el otro.
-¿Fortuito…? ¿Hablas en serio… ? Nunca ha habido nada al azar.
Ambos compartían aquella reflexión, sin embargo, uno de los dos, probablemente por el exceso de agotamiento acumulado y rebrotado en ese instante, opinó, renqueante, aquello.
De pronto, la pared a su frente, ofreció, abriendo un compartimento, un objeto cuadriculado. Ambos se miraron, y corrieron hacia él.
-Pensaba que nunca llegaría. -Dijo uno de ellos.
A su frente, una caja, de color marrón, mantenía escrito en la parte superior de su tapa, la siguiente frase: “Así estaba.” Ambos se miraron extrañados.
-Vamos, ¿A qué esperas…? Ábrela.
El otro, impaciente, así lo hizo. No había nada en ella. Tan solo, y tras al principio pasar inadvertida, otra frase escrita, al fondo del recipiente
La inscripción, era la siguiente: “Fue SeIV Θ.”
-Fíjate. -Advirtió uno de ellos. -El último icono, parece tener tres franjas encima de la línea… O eso parece ser, ¿No crees…?
Ambos se mantuvieron pensativos. Uno de ellos, murmuró:
-Hemos conseguido resolver todos los enigmas hasta llegar aquí. Pero… pero… este es diferente.
El otro, pareció absortó, concentrado en su menester, que por ahora, parecía ser única y exclusivamente resolver aquel misterio.
-No hay interlocutor. No hay un puto interlocutor…
El otro, pareció dejar ahora, de hacerle caso omiso.
-Creo que el problema no estará en resolver el misterio. Si no, más bien, en como demostrarlo.
-¿Por qué crees que ha cambiado el sistema…?
-¿Y si no ha cambiado el sistema, pero sí quien propone los enigmas…?
Ambos, pareciendo haber quedado más pendientes de esa hipótesis que del propio enigma, se mantuvieron pensativos. La rendija del techo, pareció haber cesado en su filtro lumínico.