Revista Opinión

Primeras impresiones de La Habana

Publicado el 07 julio 2010 por Javiermadrazo

El calor tropical marca nuestro primer día en La Habana.  Hemos vivido una jornada intensa, que nos ha llevado, en primer lugar, a conocer la casa natal de José Martí,  considerado Héroe Nacional en Cuba por su compromiso y su lucha en defensa de la independencia de la isla del dominio español.  Pensador, poeta y novelista, redactó los Estatutos del Partido Revolucionario Cubano, poco antes de ser asesinado de tres tiros por las tropas españolas en mayo de 1895.  

Hemos visitado el museo dedicado a su vida y a su trayectoria,  y más tarde, después de un breve descanso, nos hemos dejado caer por la Plaza de la Revolución y el Parque Central.  En este último lugar se reúnen grupos de cubanos, jóvenes y mayores, para discutir acaloradamente de fútbol y beisbol.  En esta ocasión, el tema central de debate han sido los mundiales.  Apasionante  escuchar sus voces y seguir sus movimientos, mientras defienden con vehemencia y pasión sus posiciones.  Hemos disfrutado de su compañía y hemos participado en la confrontación dialéctica, amena y divertida.

Pasaer por La Habana implica dejarse perder, sin rumbo, sin prisas y sin ideas preconcebidas. Hay vida en todas partes, movimiento incesante de personas y vehículos, que parecen convivir en un mismo espacio.  Se palpa la amabilidad y la cercanía de sus gentes. Saben mucho y quieren saber todavía más. Tienen interés por hablar de sus vidas, pero también por conocer las nuestras.  Nos preguntan por la crisis económica en España, la reforma laboral y el número de personas sin empleo. Dicen que nuestras penurias tiene como consecuencia el descenso de visitantes.  No conozco los datos, pero es cierto que la presencia de turistas no parece excesiva para encontrarnos en el mes de julio.

No podía faltar en nuestro primer día en La Habana un mojito en el bar Dos Hermanas, al que acudía frecuentemente García Lorca cuando estuvo en Cuba por espacio de tres meses en el año 1930.  Un lugar recomendable  y un mojito delicioso.  El paseo por El Malecón, al atardecer, es una experiencia única. Las horas pasan, mientras te dejas llevar por la brisa, las risas y el trasiego de gentes que caminan de un lado hacia otro. El día no nos ha dado para más. Casualidades de la vida: nos alojamos en una pequeña casa, regentada por un cubano que se apellida Lavín, como yo por parte de madre.  Nos sentimos un poco más en casa.   


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