El origen de lo útil es lo inútil, es decir, lo que está de más, lo sobrante o excedente. Los propios utensilios aparecieron para canalizar cierta energía sobrante, innecesaria, respecto del fin de sobrevivir. El ser humano, como creador y ser creado, se vio con la necesidad de diversificar esa energía sobrante, de vaciarla de sí mismo, desarrollándose, antes que el trabajo técnico como tal, el juego y la ceremonia, el erotismo y la fantasía. De acuerdo con esto, ¿qué son el utilitarismo, el positivismo o el mercantilismo, que tanto preconizan lo útil y beneficioso, más que otra manifestación de aquella energía sobrante e inútil?
Gracias a un cerebro extremadamente desarrollado e incesantemente activo, el hombre disponía de más energía mental utilizable de la que necesitaba para sobrevivir a un nivel puramente animal; y, de acuerdo con esto, tenía la necesidad de canalizar esa energía, no sólo en la obtención de alimento y en la reproducción, sino en formas de vida que transformaban esta energía de manera más directa y constructiva en formas propiamente culturales, esto es, simbólicas. ("La técnica y la naturaleza del hombre", Lewis Mumford en Filosofía y tecnología)