Revista Cultura y Ocio

Primeros diarios

Publicado el 30 mayo 2022 por Rubencastillo
Primeros diarios

Hace años que estoy enamorado de varias editoriales. Entre ellas ocupa un puesto especial el sello Funambulista, que publica libros espléndidos, a los que acudo con devoción. Esta vez, se trata de los Primeros diarios de la gran Virginia Woolf, que traduce y anota Arcadia Molinas y que se centran en el período comprendido entre 1897 y 1909. Es decir, entre los 15 y los 27 años de la autora británica: su adolescencia, su primera juventud, su iniciación en los mundos de la lectura y la escritura.

Al principio, como es lógico, las anotaciones son breves e ingenuas, con una chica que nos cuenta su asistencia a recitales, la desaparición de una de sus zapatillas (se considera culpable al perro de la casa), las partidas de billar con su padre, sus estudios de alemán y latín, los juegos con su ratón Jacobi o las óperas a las que asiste. También se nos deja constancia de su tempranísima vocación ficcional, pues se nos habla de una novela (hoy perdida) que estaba componiendo y para la cual tenía pensado el título de The history of Maria’s and Jan’s Grand Tour. Y, salpicando el texto de forma continua, sus inteligentes y variadas lecturas (no pocas le fueron sugeridas por su padre), que incluyen a Dickens, Washington Irving, Henry James, Pepys, Hawthorne, Carlyle, Brontë o Walter Scott. Así, no sorprende que la muchacha llegue a afirmar que “los libros son el mayor refugio y consuelo” (p.67); y que incluso se plantee estudiar una “Licenciatura en Artes (si triunfan las mujeres)” (p.72): es su primer “pensamiento feminista”, a la muy temprana edad de 15 años.

En los años siguientes, Virginia Woolf va acendrando su estilo, intensificando su mirada y perfeccionando sus manejos estilísticos. Es consciente de que “la escritura no tiene fin, y cada vez espero hacerlo algo mejor” (p.119); y también es consciente de que se siente más cómoda entre libros y paisajes que entre los seres humanos (“Encuentro que la soledad es suficiente”, p.138). De esa forma, cada vez más silenciosa y observadora, cada vez más concentrada en su mirar y en su escribir, las páginas se van volviendo densas, profundas, introspectivas. Eso no impide que, en ocasiones, también se deje llevar por pulsiones más livianas, que incluso rozan el humorismo. Como ejemplo, invito a los lectores a que visiten las páginas 138-139, en las que Virginia Woolf desgrana un hilarante discurso sobre los balidos de las ovejas y su posible interpretación.

Los admiradores de esta exquisita narradora del Círculo de Bloomsbury disponen ahora, gracias a este libro que Funambulista vierte por primera vez al español, de un documento impagable sobre los primeros años de la autora de Orlando, Las olas o Al faro, y se sorprenderán de su precocidad.

Maravillosa apuesta editorial, que aplaudo con gratitud.


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