Ya han pasado cinco días desde que aterricé en suelo costarricense, y en este tiempo sólo he estado en San José, en concreto en el San Pedro Montes de Oca, un distrito muy conocido por sus zonas comerciales y sus universidades. Aquí es donde vive la couchsurfer en cuya casa me he alojado estos días. Su casa está en una zona residencial a media hora caminando del centro de San Pedro.
San José es la capital de Costa Rica y cuenta con algo más de millón y medio de habitantes. No es de la más grandes de Latinoamérica, ni tampoco de las más bonitas, todo sea dicho. Crucé San José de noche en coche, cuando viajaba del aeropuerto a San Pedro y no me llamó demasiado como para hacerle una visita. En San Pedro he estado haciendo gestiones y compras durante todos estos días, preparándome para ir a Tortuguero. No he visto sitios bonitos pero he conocido un poco más sobre la gente y la cultura de aquí, y no faltan las anécdotas y curiosidades que contar.
Anuncian que queda poco para aterrizar y me obligo a despertarme aunque tenga mucho sueño. No quiero perderme ni un segundo del aterrizaje y miro por la ventana emocionada ante la inminente llegada a mi soñado destino. Es de noche y se ve la ciudad de San José iluminada, sus edificios y coches circulando, en medio de un verde paisaje que ahora no puede verse. Ya estoy llegando, cada vez estoy más cerca de Costa Rica, un país más de mi lista de diez favoritos (ahora sólo me quedan dos para completar la lista). Mientras vamos descendiendo me embarga una emoción inmensa: empieza una nueva aventura que durará meses y donde hay mucha posibilidad de improvisación. Me pregunto qué experiencias me esperan en este país, que lugares conoceré, qué personas me encontraré, qué aprenderé de todo ello,… Ay Dios mío, no se puede describir con palabras los sentimientos que surgen en un momento como este, por sólo sentir esto merecen la pena todos los esfuerzos y preparativos que hayan tenido que realizarse.
Por fin aterrizamos, y poco después, salimos del avión. Caminando por el aeropuerto mi emoción va en aumento. Veo las fotos de naturaleza de Costa Rica en las paredes y no puedo evitar decir en alto: “Ya estoy en Costa Rica, ya estoy en Costa Rica”. Llego a Inmigración y por suerte la espera no fue tan larga como en Miami. El oficial me pregunta cuánto tiempo voy a estar y yo le respondo un poco temerosa tres meses. Sabía que me equivoqué al comprar el billete de avión porque lo máximo son 90 días y eso es menos de 3 meses. Por eso llevaba por si acaso un billlete de autobús para Nicaragua para unos días antes de mi fecha de regreso. El oficial ni me pidió ver el billete de avión ni el de autobús. Tan sólo me dijo que 3 meses es lo máximo y que si quería estar más tiempo, que cruzara la frontera a alguno de los países vecinos. Me pusieron el sello en el pasaporte y me dieron la aprobación.
Me dirigí después a recogida de equipajes y por suerte el mío no tardó mucho en salir. Caminé a la puerta de llegadas y al abrirse una multitud de gente esperaba pasajeros con cartelitos en la mano. Me puse a buscar a los couchsurfers mientras varios taxitas me abordaban ofreciendo sus servicios. “No gracias”, respondí yo, “una amiga viene a buscarme”. Por fin la vi aparecer llevando un cartel con mi nombre escrito. Aquella era la couchsurfer, Cintia, y junto a ella su hermano David. Les saludé y fuimos al parking donde tenían el coche. Metimos mi equipaje en el enorme y lujoso coche que tenían, y salimos de allí.
Por el camino íbamos hablando de Costa Rica y mis motivos para venir aquí, y ellos me daban su visión. Opinaban que el ecoturismo era muy falso en Costa Rica y que era puro negocio. Me sorprendió que nunca hubieran estado en Tortuguero, ni siquiera en la provincia de Limón, y yo iba a conocer esa zona en cuestión de unos días. No parecían muy viajeros, de hecho Cintia admitió que no le gustaba viajar, aunque David sí iba a China a menudo por motivos de trabajo. Cuando cruzamos San José me iban hablando de los sitios por los que íbamos pasando. Me recomendaron algunos museos para visitar, pero aparte de eso, no había mucho más que ver en San José. Ellos mismos admitieron que no era una ciudad muy interesante y que pocos turistas la visitaban.
Antes de ir a casa, paramos en el supermercado. Yo no compré mucho porque estaba tan cansada y dormida que no tenía energía para pensar. Compré lo justo para el desayuno, ya iría al día siguiente a comprar más cosas para la semana. Me sorprendió lo carísima que era la comida; excepto las frutas tropicales, todo era como el doble de precio que en Inglaterra. Mis couchsurfers me dijeron que en Costa Rica los impuestos son muy altos ya que hay seguros sociales muy buenos, pero los salarios no están equiparados pues el mínimo es de $600. Yo estaba asustada porque con estos precios mis ahorros podían no durar tanto como había planeado. Pagué mi compra en dólares ya que en Costa Rica se admiten en casi todas los establecimientos. Suelen aceptar los de $20 para abajo, raramente aceptan billetes más grandes. El cambio me lo dieron en colones, ya por fin tenía los primeros entre mis manos. Para que os hagáis una idea, $1 es aproximadamente 500 colones.
Me gustaban más en el reverso, por los dibujos de animales.
En los días sucesivos, según iba pagando en dólares y consiguiendo colones como cambio, llegaron a mis manos nuevos billetes con más dibujos de animales. Nunca había visto unos billetes tan bonitos.
Al día siguiente me desperté enseguida, supongo que porque mi cuerpo aún se regía por el horario de Europa. También es cierto que la luz entró en mi habitación a eso de las 5 de la mañana. Aquí anochece temprano, a eso de las 5:30 de la tarde pero también amanece muy temprano, y así es todo el año. Por eso la gente tiene aquí horarios “tempraneros”; empiezan a trabajar a eso de las 7 y cenan a las 6 de la tarde. Yo la verdad que empecé a regirme también por esos horarios porque acabé levantándome temprano cada día, y a las 10 de la noche ya metida en la cama con mucho sueño.
Por la ventana podía ver el jardín trasero de la casa.
También se veían ardillas saltando de un árbol a otro. Por la mañana temprano se las oía correr como locas en el tejado, haciendo un ruido tremendo.
Aquí pongo algunas fotos de la casa y el jardín, una maravilla. Cintia tiene su casa en la propiedad de la familia, donde también está la casa de su hermano, la casa de su hermana y su familia, y la casa de sus padres. Pero además la familia tiene una empresa y las oficinas están dentro de este terreno. Un guarda de seguridad está en la entrada de la propiedad, justo antes de las oficinas, y él me abría la puerta cada vez que salía y entraba. Cuatro enormes perros guardianes cuidan de las casas y yo avisaba cada vez que iba a salir para que los guardasen. Así que os podéis imaginar cómo era el nivel de esta familia. Para mí fue de lo más curioso pasar allí aquellos días, nunca antes antuve una experiencia couchsurfer como esta.
Tuve mucha suerte ya que me dejaron quedarme cinco noches aquí para así terminar todos mis preparativos antes de ir a Tortuguero. Y además tenía mi propia habitación y baño. Podía hacer uso de la cocina cuanto quisiera y yo me quedaba sola en la casa todo el día porque Cintia estaba trabajando. Me sentía muy afortunada ya que no era fácil encontrar couchsurfer en San José. Escribí a muchos y sólo ella aceptó mi solicitud.
Cintia tenía una gatita persa preciosa. Un día entró un colibrí en la casa y se iba chocando con todas las ventanas en un intento de salir fuera. La gata se lanzó hacia él en un momento que cayó al suelo pero afortunadamente consiguió remontar el vuelo justo a tiempo. Este es el primer colibrí que veo en Costa Rica, pero yo ya los vi antes en Perú, Ecuador y Canadá.
Un día me encontré una picadura en el pie y me entró mucho miedo pensando que podía haber sido el dichoso mosquito. Al día siguiente le vi en la cocina y esta vez conseguí matarle. Yo esperaba que aquel mosquito no llevara el dengue, al fin y al cabo no todos están infectados, y según dice la gente, en San José muy pocos lo están. Me tendré que observar en los próximos días, pero yo confio en que todo esté bien. En Tortuguero he de tener más cuidado, allí hay más casos de dengue. Como podéis ver en esta foto, voy bien provista para combatir a los mosquitos; no voy a permitir que estos pijoteros me piquen. El de la ferreteria donde compré parte de los artilugios antimosquitos me contó que él es de Tortuguero pero hace muchos años que se fue de allí. Me metió mucho miedo con el dengue y con otros bichos tipo ácaros que se te meten en la piel produciendo picores terribles. Qué majo el seño, vaya ánimos que me estaba dando.
El año pasado en verano me picó un mosquito tigre en España, que por desgracia se están extendiendo cada vez más allí. Aunque los de España no transmiten el dengue, si pueden producir reacciones alérgicas importantes. Esto me pasó a mi, se me hinchó el tobillo y no podía plantar el pie del dolor, bueno, ni siquiera podía andar. Aquello me dejó en cama varios días, así que os podéis imaginar el miedo que le tengo yo a estos bichos.
Eso sí, a veces merece la pena pasar estos peligros a cambio de disfrutar de ciertas delicias que nos ofrecen los países tropicales. Por ejemplo, las deliciosas frutas tropicales, como esta papaya que me zampé los últimos dos días. Antes también me comí un mango enorme, pero se me olvidó hacerle fotos.
San Pedro no me gustó nada. Aquí os pongo algunas fotos para que os hagáis una idea de cómo es. Me pareció sucio, destartalado, muy contaminado y con mucho tráfico. Cruzar las calles era un peligro total, pues casi no había semáforos ni pasos de peatones. Había que correr porque te podía venir un coche en cualquier momento y a toda velocidad.
Entre compras, cambiar dinero, fotocopiar mis cuestionarios del proyecto en Tortuguero, conseguir una tarjeta sim para el móvil y otras cosas, me pasé todos los días llendo al centro de San Pedro. El primer día cogí un autobús para ir allí, y me sorprendió lo barato que era (medio dolar aproximadamente). Vaya, al menos el transporte no está por las nubes. Eso sí, los autobuses estaban muy viejos y estropeados, no me esperaba esto en Costa Rica, eran cutres de verdad. Los demás días, como ya me sabía bien el camino, fui andando al centro, así me ahorré el transporte. Pero desde luego que el paseo no era precisamente agradable; había que andar por una carretera sin apenas una acera y tragando el humo de los coches. Por cierto, muchos echaban un humo super negro de los tubos de escape, una pasada.
Acabé tan harta de San Pedro y me disgustó tanto, que decidí cambiar mis planes. Aunque en principio pensaba pasar aquí un mes alquilando una habitación después de Tortuguero, ahora ya no voy a hacerlo así. Prefiero irme a Monteverde todo el tiempo, unos tres meses en total. Allí no hay contaminación, ni tantos coches, ni tanta suciedad, y además no hay dengue porque hace más frío. Gracias a mis contactos en Monteverde, también de Couchsurfing, estoy buscando una casita o pequeño apartamento para alquilar, y ya tengo varias ofertas. Por unos $200 puedo tener un sitio para mi sola, así que el alquiler también es más barato en Costa Rica, menos mal. Eso mismo es lo que voy a pagar en Tortuguero por mi cabina.
Una noche hice una cena española para Cintia y su padre. Para no faltar a la tradición, hice tortilla de patata y pan tumaca, y además saqué jamón serrano que había traído para regalar. Prácticamente en cada casa de couchsurfer donde voy, hago una tortilla española, que para mi es uno de los mejores regalos que puedo ofrecer. Todos siempre quedan encantados, y Cintia y su padre no fueron la excepción. Su hermano David no estaba, se había ido a China para tres semanas. Al parecer, él va mucho a China para comprar máquinas para la empresa familiar, y en una ocasión se quedó haciendo unas prácticas en una compañía china 9 meses. Durante aquel tiempo vivió con su jefe y se metió totalmente en su famlia y su cultura, aprendiendo el idioma también. Por eso aprovecha para visitar a los amigos que hizo allí cada vez que va para los negocios. Me pareció una historia curiosa, un costarricense en China.
La forma de hablar de los costarricenses es graciosa. Me recuerda un poco a los mexicanos pero marcan menos las palabras. Pronuncian la “r” como muy suave, no son capaces de hacerla fuerte, y en general me parece que hablan con mucha relajación. Hablan con mucha educación y amabilidad, y me hace gracia que cuando dices “gracias” ellos responden “con gusto”. Cuando se enteran que soy española me preguntan mucho, que por qué estoy en Costa Rica, que por qué quise hacer la tesina aquí, y muchas cosas más, siempre dándome conversación, me parecen muy amigables en general.
Sin embargo, también hay gente que me ha dicho que hay que tener cuidado en Costa Rica, que ya no es tan seguro como solía ser. La señora del puesto de móviles de Kolbi (la marca más conocida en el país) me dijo que no confiara en nadie cuando estuviera en Tortuguero, y que no aceptara las invitaciones de los muchachos; que están pasando cosas feas y hay que tener cuidado. Vaya, otra que me da ánimos. En fin, voy un poco acongojada para Tortuguero, entre el dengue y los chicos malos, uff, esperemos que todo vaya bien.
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