.La alocución latina "Primum non nocere" es uno de los latinajos más conocidos de todos cuantos están relacionados con la Salud.
Se suele atribuir a Hipócrates, el padre de la Medicina, por cuanto en su obra -el Corpus Hipocratico- aparece una frase que resulta muy aproximada en el contenido y en la forma: "...para ayudar, o por lo menos no hacer daño...", aunque no está muy clara la paternidad del axioma, que en ocasiones llega vincularse con Galeno, e incluso con un más actual Thomas Sydenham, entre muchos otros posibles...
Su significado vendría a ser: "lo primero: no hacer daño", y aunque es uno de los mandamientos que rigen el proceder del médico, nunca ha de ser considerado en su sentido más literal, por cuanto produciría una parálisis operativa: de todos es sabido que la acción del médico, en si misma, lleva implícita un daño que resulta intrínseco a muchas de las pruebas diagnósticas que utilizamos, a cualquier intervención quirúrgica o a la administración de la práctica totalidad de los medicamentos.
Por este motivo el precepto "Primum non nocere" se ha de interpretar como una invitación a ponderar siempre el cociente beneficio/daño, actuando en consecuencia al resultado de tal valoración.
La yatrogenia es bien reconocida como una de las causas de enfermedad o de lesión. Si dentro de este daño potencial se consideran no sólo las consecuencias físicas, sino también las psicológicas, morales, económicas y otras, se tiene que admitir que los médicos nos encontramos entre los agentes etiológicos más frecuentes de daño a los pacientes.
El Institute of Medecine de los Estados Unidos estimaba que en el año 2.000, unas 98.000 muertes anuales se debían a errores médicos; que el 13% de los ingresos en un hospital se deben a los efectos adversos del diagnóstico o del tratamiento; y que casi el 70% de las complicaciones yatrogénicas son prevenibles, lo que también deja entrever que más del 30% no lo son.
Tenemos pues que contar con la posibilidad de secundarismos, inherente a las decisiones del facultativo, aunque la lectura de la relación de estos posibles efectos adversos en la ficha técnica, nunca debería justificar la decisión de no cumplir estricta y disciplinadamente con sus recomendaciones. No son infrecuentes los pacientes que admitieron, días después de la primera consulta: "leí el prospecto y preferí no tomarlo", lo que me lleva a pensar que el de aquellos que procedieron de igual forma -sin confesarlo- podría constituir un número ciertamente representativo.
En este sentido siempre comento a mis pacientes que las fichas técnicas han de ser leídas con apertura de miras y un cierto sentido crítico... Que las redactan abogados, que no médicos, y con una intención que más que informativa, es la de proteger a los fabricantes. Suelo ilustrarles con ejemplos como el que sigue: "Si fabricasen un medicamento que se llamase Agua, habrían de especificar: cuidado, puede producir ahogamientos... y tsunamis..."