Revista Opinión
En esta especie, mala especie, de diario de mi vida que ahora son estos puñeteros blogs, acabo de darme un trompazo morrocotudo con los límites de mi rojez.
Ayer, como todos los días, fui al médico por lo de mi mujer y luego a la farmacia donde me cobraron 30 céntimos por una antialérgico que le mandaron. El problema será cuando en la farmacia me cobren el tanto por ciento equivalente a los 200 euros que cuesta el Exelon, el fármaco esencial de su tratamiento contra el alzheimer.
No me atrevo siquiera a hacer los cálculos porque no me gusta desmayarme de buena mañana.
Y todavía me acobardo más si pienso en que estos tíos están dispuestos a meterse con mi pensión de 1.485 euros.
Teorías e ideologías políticas aparte, no tengo más cojones que recurrir al clásico: “primum vivere, deinde filosofare”, dejenme primero que viva y luego vengan ustedes a adoctrinarme.
Yo, ahora mismo, estoy en medio del mar sin más apoyos para no ahogarme que esos jodidos 1.485 euros, si me los reducen, no quiero pensar siquiera en si me los quitan del todo, me iré al fondo sin remedio.
Entonces, ¿qué coño debo de desear en esta situación de la más extrema necesidad, que todo se hunda, que la gente, toda la gente se eche a la calle y que los de fuera no nos presten más ni un sólo euro?
Y que todo tenga que comenzar otra vez por ese larguísimo camino de la autarquía, sí, pero mientras ¿quién me va a pagar a mi la pensión, cuyo derecho me gané con más de 50 años de trabajo en varios sitios?
A lo peor viene alguno de mis buenos, de mis excelentes amigos, y me dice: “no debes de preocuparte tanto, de hambre creo que se muere uno a los 60 días”.
Es lo mismo que yo le decía a mi mujer, cuando todavía razonaba, tratando de que no se preocupara tanto por el porvenir de nuestros hijos.
Es el más triste de los razonamientos del mundo y se parece demasiado al que conduce al suicida a su tremenda decisión: si las cosas se ponen insostenibles, siempre queda esta solución.
Pero el instinto de sobrevivir tal vez sea el más feroz de todos los que nos afligen, porque es una jodida aflicción este deseo de sobrevivir como sea, a costa de todo aquello en lo que creemos, por lo que luchamos, por lo que hemos luchado toda nuestra puñetera vida.
Y es esto lo que nunca les perdonaría a ellos, si es que fuera capaz de perdonarles algo, a todos estos supremos hijos de puta que dicen que nos gobiernan pero que lo que realmente hacen es exprimirnos cada día más el poco jugo que ya nos queda como exhaustos limones.
Y, entonces, llega uno de ellos, Ziegler, vicepresidente de la sección de derechos humanos de la Onu y nos incita a la rebelión cívica, nos dice el tío que no paguemos nuestra deuda soberana porque es ilegítima y se queda el tío tan fresco.
Pero ¿cómo es posible que un tío con responsabilidades políticas ciertamente graves pueda actuar así?
Si España dejara de pagar su Deuda, como no produce, como no producirá, a partir de ahora, nunca lo suficiente para autofinanciarse, ¿de qué coño íbamos a vivir todos los que ya no podemos salir a la calle a vender nuestro jodido, nuestro puñetero trabajo, porque somos como se dice unas miserables clases pasivas?
Es muy bonito, es sensacional, lanzar alegres proclamas de liberación al mundo, desde una formidable atalaya, cuando se cobra, seguramente un magnífico sueldo por ahora intocable.
Pero venga usted un sólo día por aquí, abajo, trate de vivir con lo que yo sobrevivo, y, luego, postule v. a voz en grito que los Estados dejen de pagar la Deuda soberana, lo que entrañaría que a mí, por ejemplo, dejaran de pagarme este mismo mes mi pensión.
Baje v., aunque sólo sea por un breve momento, del cielo de la Onu al infierno en el que apenas si sobrevivimos los gilipollas hijos de la puta Eva y vea como un tipo como v. postula que dejemos de pagar la Deuda lo que significará que inmediatamente v. no tenga ni para un pedazo de pan, como esos 2 viejos de 80 años que el otro día detuvieron en un supermercado, por sustraer una lata de anchoas que valía sólo un puñetero euro.
Menos faroles, amigo Ziegler, menos faroles, por favor.