Revista Cultura y Ocio

Prisionero en el río Kwai: una historia verídica

Por Joaquintoledo

Prisionero en el río Kwai: una historia verídica

Tras la fracasada Operación U-go en la cual los japoneses fallaron en tomar Imphal y Kohima, los aliados lanzaron un contraataque que les permitió retornar a Birmania desde el norte. Gracias además, al apoyo de los socios anglo-indios y chino-estadounidenses, Japón empezó a perder la guerra en el sudoeste asiático hacia finales de 1944 y principios de 1945, tal cual sucedía en otros frentes. En su larga retirada hacia el sur de Birmania, los otrora poderosos ejércitos nipones, dejaban tras de sí, rastros de su decadencia, como heridos, mutilados, armas, enfermos, evidencias de suicidios en masa o asesinatos de prisioneros, y otras aberraciones típicas de la guerra, las cuales merecerían una extensa revisión. A sabiendas de que la guerra estaba ya perdida, el Alto Mando Japonés en el sudoeste asiático, sólo se limitó a replantear sus procedimientos y estrategias para tratar de superar las dificultades con las menores bajas posibles.
Lo que significó ser un prisionero de guerra japonés
Pero toda guerra, está marcada por hechos, que independientemente de las grandes batallas, generan ciertos actos de heroísmo, resistencia o valoración. En el frente del sudoeste asiático, probablemente el caso más popular, lo representan un puñado de soldados prisioneros, que pasaron a ser obreros en el río Kwai. Sus vivencias fueron popularizadas por la película “El puente sobre el rio Kwai” de 1957, dirigida por David Lean y que tiene como protagonista principal a sir Alec Guinnes. La historia se inspira claro está, en lo que significó ser un prisionero de guerra japonés en aquel frente de clima y temporales tan inclementes. Todo comenzó cuando los aliados abandonaron Singapur y fueron capturados unos 28500 ingleses, 18 mil australianos, 67 mil indios y 14 mil voluntarios nativos. Obviamente todos debían ser mantenidos y alimentados, respetando lo dicho en la Convención de Ginebra. A esto siguió Birmania, y las tropas japonesas no se podían dar abasto en cuanto a recursos para mantener semejante cantidad de prisioneros. Además vigilarlos exigía tiempo y dedicación. Los nipones antes de la guerra no habían pensado esto, pues para ellos la rendición era algo vergonzoso, y pensaron que los aliados se suicidarían o se arrojarían a típicos ataques banzai. Ante tal situación, lo único que se les ocurrió a los japoneses fue obligar a los prisioneros de guerra a trabajar forzosamente para ellos como obreros gratuitos, en situaciones que podían llegar a la verdadera esclavitud en ciertos casos, sin distinciones entre oficiales, soldados rasos y otros rangos. Así los primeros prisioneros aliados fueron llevados a campos en Changi, únicamente con la ropa que tenían puesta, siendo alimentados con agua y arroz, lo que pronto los hizo padecer debilidad física. Muchos estuvieron a punto de morir de inanición.
Obviamente tal brusco cambio de dieta modificó toda la vida de los prisioneros aliados. Así entonces los japoneses decidieron usar tal mano de obra gratuita como algo para el beneficio del esfuerzo de guerra de Tokio. Para afianzar las líneas de comunicaciones y suministros en el sudoeste asiático, se propuso la idea de construir una línea de ferrocarril que uniera Bangkok en Tailandia con Moulmein en Birmania, generando una ventaja para Japón en la guerra que se libraba en Birmania eliminado las dificultades entre el océano Pacífico y el Índico. Así entonces empezó la construcción de las vías férreas a costa de miles y miles de vidas no sólo de occidentales sino también de coolies malayos. Obviamente el trabajo fue insoportable e insufrible, muy cercano a ser considerado prácticamente esclavo. Tal vez fue lo más cercano a los campos de concentración nazis, siendo los prisioneros transportados en espacios reducidos y alimentados con raciones ridículas. El primer campo organizado para la construcción de la obra fue en Ban Pong, entre 1942 y 1943, donde afluyeron muchos grupos de prisioneros desde Singapur. Allí empezaban las vías y los primeros 30 km corrían hasta la ciudad de Kanchanaburi o Kanburi entre los ríos Mar Mekhong y Kwai Noi. Sobre el primer río mencionado se construyó un puente y luego las vías continuaron por una antigua carretera que ascendía por el valle del Kwai a través de las montañas hasta la frontera con Birmania. A pesar de lo difícil que podía llegar a ser el terreno, los nipones se dieron cuenta que la mano de obra aliada había cambiado esta concepción por completo haciendo viable la hipotética construcción.
De inmediato el personal japonés se dividió en dos grupos, uno que buscara dirigir el proyecto y estaba compuesto por ingenieros y técnicos pertinentes con respecto al ferrocarril, y la segunda encargada de vigilar, alimentar, vestir y tratar a los prisioneros aunque esto último al menos fue sólo en teoría. Así entonces, se trasladaron cautivos desde otras zonas para empezar el ambicioso proyecto. Para albergarlos, se construyeron campamentos en el valle del Kwai y de Thanbyuzayat hasta la frontera en el paso de las Tres Pagodas. Muchos eran llevados a pie y atados, siendo tratados en circunstancias aberrantes como si fuesen animales de carga. Los campamentos estaban compuestos por cañas hechos de bambu o attap que podían albergar hasta 200 hombres, con espacio de 60 cm para cada uno, es decir que todos dormían apretujados. Por lo general la jornada de trabajo empezaba alrededor de las ocho de la mañana, aunque podía ser antes, luego de un desayuno basado en te y arroz. El siguiente descanso llegaba al mediodía y duraba una hora. El almuerzo estaba compuesto de más arroz. Tras esto venía otra vez el trabajo hasta la cuatro de la tarde, para cuando todos retornaban al campamento, sin bañarse la mayoría de las veces. Finalmente venía la cena y el silencio. En ocasiones, si había órdenes de acelerar el trabajo, se trabajaba de noche. Los domingos todos descansaban. Poco a poco los japoneses fueron introduciendo sus costumbres y hasta el idioma a la hora de dar órdenes principales y números. Los ingleses, australianos y otros prisioneros, se vieron obligados a aprender ciertas palabras básicas para comunicarse.
El inicio de la construcción de la vía férrea abrió un espacio de nueve metros venciendo la densa vegetación. Por lo general un hombre debía preparar un metro cúbico de espacio, y esto incluía quitar la tierra y las piedras a mano, para finalmente remolcarlas con una pequeña carretilla. Obviamente de todos los proyectos, además de construir galerías, reductos y viaductos, el puente de madera a través del río Mar Mekhong, no muy lejos de Kanchanaburi, que la tradición ha llamado erróneamente, puente sobre el río Kwai, era desde el punto de vista japonés una empresa importante. Pero desde otras perspectivas en realidad fue algo inútil, que comprometió a cientos de hombres y que al final tuvo que ser sustituido por uno de cemento y hierro que más tarde sería volado por los aliados al final de la guerra. Así entonces, a finales de 1943 y luego de meses, en los que inclusive las tareas menores las hicieron soldados enfermos, el tren pudo hacer su primer recorrido y empezar a unir la ruta entre Birmania y Tailandia. Con esto, los ingenieros japoneses se ganaron una gran admiración, por su nivel de improvisación y rapidez para actuar.
A pesar de haber terminado la gran obra, el clima en Tailandia era tan duro que los prisioneros no la pasaron nada bien. Los mosquitos  no los dejaban en paz, y estos bichos así como el entorno generaron muchas enfermedades como la malaria, disentería, el beri-beri, la septicemia, ulceras, la anquilostomiasis, la enfermedad del sueño, y el cólera…acerca de esta última enfermedad, que causó estragos en japoneses y aliados ha habido numerosos relatos de sufrimientos inenarrables, hasta que al final dada la enorme cantidad de moribundos y muertos por todas partes en tan sólo un par de días, los japoneses se vieron obligados a renunciar a su política de desinterés y a aplicar un suero anti cólera que al menos redujo las muertes en aumento. Esta epidemia se presentó a mediados de 1943.
Por lo general los aliados prisioneros andaban andrajosos y ya citamos que no tenían una buena dieta, por lo cual su debilidad física era obvia, sumado a esto, los maltratos físicos eran algo cotidiano, y su ropa, pues sencillamente casi ni existía, y se podría decir que trabajaban casi desnudos o con harapos. La ropa de reemplazo que alguna vez los japoneses dieron no duró más de 15 días. Por ahí para remediar esto, algunas crónicas posteriores nos dicen que los nativos formaron una especie de mercado negro llegando a vender o a intercambiar con los soldados aliados algunos productos básicos. Tanta lástima les daba, que con el tiempo a veces sencillamente terminaron regalándoselos, pues no estaban de acuerdo con la ocupación nipona. El poco dinero con el que contaban los aliados prisioneros, se debía a que, irónicamente, los oficiales recibían alrededor de 30 tical, lo suboficiales 20, y los soldados rasos entre 10 y 25. A finales de 1944 luego de maltratos por parte de los japoneses, con guardias que parecían verdaderos demonios, y un clima detestable, se empezaron a hacer algunas concesiones, como permitir a la Cruz Roja traer víveres y medicinas, formar coros dentro de los campamentos y atender a algunos enfermos. Al final los campos y zonas de trabajo se mantendrían en su mayoría hasta agosto de 1945 cuando los japoneses se rindieron incondicionalmente. Se estima que de todos los hombres destinados a labores pesadas, los aliados tuvieron alrededor de 12 mil 492 que murieron en cautiverio siendo enterrados en cementerios en Tailandia, Singapur, Birmania. Muchos de ellos, perecieron específicamente a orillas del río Kwai. Otros ni siquiera tuvieron el honor de ser enterrados pues fueron incinerados a causa del cólera, lo cual pone en tela de juicio las cifras de víctimas que establecieron las investigaciones posteriores. Un episodio triste, con ingredientes épicos, fue el de los prisioneros de guerra aliados en el sudoeste asiático.


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