El thriller no es precisamente mi género cinematográfico favorito. No por nada, sino porque hay muy pocos que realmente me enganchen y me mantengan pegado a la butaca de principio a fin. Así a bote pronto, en los últimos años solo me vienen a la cabeza 'El silencio de los corderos', 'Seven', 'Mystic River' y 'Zodiac'; el resto, estarían uno o varios escalones por debajo. Por eso, pese a las buenas críticas recibidas, me acerqué a 'Prisioneros' con cierto escepticismo y sin esperar nada del otro jueves, y lo cierto es que disfruté como hacía tiempo que no disfrutaba con una cinta de este estilo (concretamente desde 2007, año en que se estrenó 'Zodiac').
La historia gira en torno a la misteriosa desaparición de dos niñas a las puertas de su casa durante el Día de Acción de Gracias. Los días pasan y la policía sigue sin dar con su paradero, por lo que la angustia y la desesperación de las dos familias involucradas crecen a pasos agigantados. Finalmente, dado el estancamiento de la investigación policial, el padre de una de ellas (Hugh Jackman) decide buscar al secuestrador por su cuenta y tomarse la justicia por su mano, estando dispuesto a lo que haga falta con tal de recuperar a su hija. El argumento, contado así, puede no distar mucho del de cualquier telefilme de sábado por la tarde en Antena 3, pero hay una serie de elementos que convierten a 'Prisioneros' en un producto de primer nivel.
El primero y el más importante, es un guion estudiado al milímetro. La historia no se limita a "padre furioso en busca de justicia", sino que tiene una profundidad mucho mayor, y durante su desarrollo van apareciendo una serie de subtramas y de personajes nuevos que hacen que el interés por conocer el desenlace no deje de crecer. Dichas subtramas requieren en determinados momentos de toda nuestra atención y de un pequeño esquema mental para no perder el hilo, es decir, nos invita a ser detectives y a seguir la investigación en primera persona, recogiendo todos los datos y sacando nuestras propias conclusiones. Sin embargo, los continuos giros argumentales harán que más de una vez nos quedemos con el culo torcido y nos planteemos todo lo que hemos visto hasta el momento. Después de todo este cacao mental culminado con un clímax enorme, nos daremos cuenta de que todas las piezas del puzle encajan a la perfección sin dejar un solo cabo suelto. Y si queda alguno, pues a verla de nuevo, que ahí está la gracia del cine, en descubrir nuevos detalles en cada revisionado.
Otro elemento a destacar es su director, el canadiense Denis Villeneuve, al que no tenía el gusto de conocer hasta esta cinta y al que seguiré los pasos de ahora en adelante, porque en este caso realiza un trabajo excepcional tras las cámaras. Cada plano está muy bien pensado y la ambientación es soberbia, con esos paisajes fríos, lluviosos, húmedos y, por momentos, tenebrosos. Se nota mucho la influencia de muchas de las obras citadas en el primer párrafo, especialmente las de David Fincher, y es que aprender de los mejores suele ser sinónimo de éxito. Y por supuesto, tampoco se puede pasar por alto a la pareja protagonista: un padre atormentado interpretado por un Hugh Jackman que seguramente esté ante el mejor papel de su carrera, y un detective muy de la vieja escuela genialmente encarnado por Jake Gyllenhaal, quien ya hizo un papel muy similar en 'Zodiac'. El resto del reparto también cumple sobradamente, y resulta muy interesante observar cómo las circunstancias hacen caer a algunos de ellos en una espiral de autodestrucción, sacando lo peor de ellos mismos.
En definitiva, nos encontramos ante una de las sorpresas más agradables que nos dejó el pasado año y ante un ejercicio de clase, de saber hacer y de puro cine. Dos horas y media que se pasan en un suspiro y que te dejan con ganas de repetir. ¿Lo malo? Que quién sabe cuánto tiempo habrá que esperar hasta que llegue un nuevo thriller que nos atrape como lo hace 'Prisioneros'.