El desarrollo de las redes digitales de transmisión de la información posibilitaron desde hace un tiempo el registro de casi todo lo que ocurre a nuestro alrededor, así como su distribución telemática inmediata. Esta fiebre por registrar, nos lleva a introducir en nuestro hogares dispositivos capaces de exportar la intimidad de nuestro hogar al ciberespacio. Cualquier tablet, smartphone o dispositivo con webcam puede ser fácilmente asaltado por un usuario remoto que podría utilizar la cámara a su antojo. Otras veces, el usuario pone en su casa cámaras que, conectadas a una central de una empresa de seguridad, deberían velar por la inviolabilidad de los hogares.
Sin embargo, olvidamos que una vez que los datos salen de nuestros hogares, perdemos el control sobre ellos. Las cámaras de seguridad así como las webcam de nuestras tablets o móviles abren un ventana que permite a todo aquel que quiera, y sepa, pueda husmear en la intimidad de nuestro hogar. Recientemente ha saltado a los medios la existencia de una web rusa que expone las imágenes de miles de estas cámaras privadas repartidas por todo el mundo. Ello nos debe hacer reflexionar sobre la potencia de la tecnología que utilizamos y sobre la necesidad de saber el alcance de su uso, que nos puede dar sorpresas que siempre serán agradablesalfonsovazquez.comciberantropólogo