Cuando este verano estuvimos en Portugal ymás concrétamente en Póvoa de Vazim (puedes leer un resumen de lo que hicimos aquí), dedicamos un día a Oporto, ciudad de paso obligado y que en nuestro caso ya hemos visitado en al menos tres ocasiones.
Pues bien, dando un paseo por una de sus muchas plazas (hasta arriba de turistas aquellos días) entramos a una pequeña pero abarrotada tienda especializada en conservas de pescado. Con una curiosa decoración, la oferta de de productos del mar enlatados hay que reconocer era bastante amplia.
Pero sobre todas las demás, brillando cual lingote de oro (y nunca mejor dicho), había una que destacaba sobre el resto. Al preguntar a uno de los dependientes, éste nos explicó que se trataba de su conserva estrella: sardinas peladas y desespinadas a mano, en aceite de oliva virgen extra, y para asombro de cualquiera, ¡con copos de oro!.
Una muestra de la variedad que tenían en esta conservera.
Total, que en un arrebato decidí comprar una de estas latas, porque dado el precio que tenían, no era cuestión de llevarse más, y así hicimos. Solté los 22 euros correspondientes y la guardamos con la intención de abrirla en casa a la vuelta de las vacaciones.
Y ese momento llegó. La verdad es que se me había olvidado por completo que la teníamos guardada a la espera de un buen momento para probar las susodichas sardinas, pero hace un par de días me topé con ella y la cogí para abrirla.
La lata, como se puede apreciar en las fotos, es una réplica de un lingote. Tengo que decir que está muy chula.
Nada mas abrirla, el primer olor que te llega, y con mucha fuerza, es el del aceite de oliva virgen extra. En total teníamos a nuestra disposición TRES SARDINILLAS, una para cada uno (para que os hagáis una idea, el peso escurrido era de 52 gr.). Perfectamente limpias, brillantes y completamente enteras (ninguna estaba rota). Brillaban en el aceite de color amarillento, imagino que por efecto del color de la lata.
Las puse con cuidado en un plato, derramé por encima el nunca mejor llamado "oro líquido" sobre ellas, y lo primero que hicimos todos fue acercar nuestras cabezas al plato en busca de los supuestos copos de oro, los que pensamos serían algo mas abundantes, pero que al final, nos costó bastante encontrar. Su presencia era meramente anecdótica.
Como a simple vista no se aprecia, os pongo una ampliación donde se puede ver uno de los dos copos que venían en la lata :)))):
Ahora tocaba probarlas.
No encontramos ni una sola espina, tampoco el más mínimo rastro de piel, y la textura era extraña, muy apretadas y compactas. Llegaban a parecer artificiales.
Ciertamente no estaban mal, pero nos decepcionó un poco porque quizás las expectativas eran demasiado altas. Respecto al sabor, el aceite de oliva destacaba sobre el propio sabor de la sardina, restándole la importancia que se suponían debía tener.
En lo referente a los copos de oro, obvia y lógicamente, se trata de una artimaña publicitaria, porque algún copo si que había, lo que no se es si justifica el precio de la lata (al margen del valor que le aporta ser un producto manufacturado de forma totalmente manual, según nos explicó el dependiente).
¿Volvería a pagar los 22 euros que vale?: rotundamente NO. No lo haría mas que nada porque no es de esas cosas que te hacen cerrar los ojos y saborearlas, con la intención de que el momento se alargue lo más posible.
Pero si os puedo decir que lo considero un detalle para regalar muy muy chulo.