Lo primero que dices o escribes puede ser, y a menudo es, el único impacto que haces sobre tu cliente potencial.
Sin una primera frase pegajosa que consiga convertir al curioso en interesado, el resto de tu mensaje no servirá de nada.
Por eso, para un vendedor, saber cómo empezar un mensaje (escrito o hablado, eso da igual) es un habilidad fundamental. Imprescindible.
Incluso el potencial cliente que no quiera saber nada de ti leerá o escuchará la primera frase, y esa no es una oportunidad que se pueda desperdiciar con alegría.
Mira qué tarjeta me he hecho, y al segundo, fuk.
Y qué web he hecho, y yo, fuk.
Y qué te parece el email que he escrito, y yo, fuk.
Fuk, fuk, fuk.
Y me doy cuenta de que no puedo estar aquí. ¿Por qué?
Por los titulares. Porque fallan.
Porque sin titular todo lo demás da igual.
¿El curso? Igual.
¿La reunión? Igual.
¿El email? Exactamente igual.
¿El libro, la propuesta, el producto? Igual, igual, igual.
La web, la noticia, el post. Lo mismo da que da lo mismo.
Por sin titular todo lo demás se desmonta. Es más, no llega a montarse. Porque nadie lee. Porque bastante tienen con lo que tienen como para prestar atención a tu mierda de titular aburrido.
Se ignora. Pasa desapercibido. No llega.
Sin portada, sin envoltorio, sin un guiño.
Nadie lee. Nadie consume. Ni entra ni se entra.
No penetra.
Porque el titular, el asunto, la primera línea es la bienvenida.
Y se hace mal. Sistemáticamente mal. Fatal.
No existe cambio más rápido, pequeño y barato que pueda provocar semejante diferencia en las ventas. Dale las vueltas que quieras. Simplemente no existe.
En el newsletter te cuento una forma de hacer titulares.
Existen miles. Fak. Yo te voy a enseñar una que es genial.
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