Por motivos totalmente desconocidos muchos padres no toleran que su hijo llore porque piensan que al hacerlo “sufren”. Nada más lejos de la realidad. El llanto no es más que una forma de comunicarse con el exterior y expresar su apetito, enfado, miedo, molestia, atención, queja, etc. Los adultos además de expresarnos podemos modular la voz de tal forma que una misma expresión con diferente tono pueden significar cosas distintas y estados de ánimo diferentes. Un ejemplo simple es “no puedo más”; en tono bajo y lento indica cansancio y en voz alta, enérgica y cortante expresa enfado, malestar evidente o enojo por algo mal hecho.
El llanto del niño es variable pero debe adivinarse lo que quiere expresar cuando es pequeño. Con el crecimiento, el bebé se vuelve más hábil y capta rápido que si llora y le hacen caso ha ganado la partida. Este hecho nos llevaría a varios comentarios pero el de hoy hace hincapié al reparo que tienen los padres en imponer su autoridad en temas aparentemente nimios pero que, a la larga, pueden ser perjudiciales para el niño o para la pareja. Pondremos un ejemplo sencillo: la retirada del chupete.
Este artilugio, tranquilizante para momentos de llanto por la llamada succión no nutritiva, debería retirarse al año de edad. Muy pocos padres lo hacen. A partir del año el niño cambia su manera de alimentarse y la succión deja de ser importante; la masticación de los alimentos se impone pero el bebé se resiste a dejar el biberón (con tetina de goma) y el chupete. Los padres logran superar la dificultad de la retirada del biberón aunque muchos se hacen los remolones excusándose en el falaz argumento de que el niño come mejor y más rápido. No es raro ver niños de dos años que aún toman “su biberoncito” por la mañana o por la noche. Superado el biberón, la retirada del chupete se puede convertir en una odisea; a partir del año el chupete se va convirtiendo en un objeto adictivo que los padres se ven incapaces de retirar ante las desaforadas quejas, llantos y rabietas del niño. Solución dárselo sin remordimientos e ir comprando más a medida que se pierden o se gastan. Con el tiempo y la succión repetida la boca del niño se deforma, al hablar mueve mal la lengua pronunciando mal la “r” y la “s” (es un “zopaz”), come peor al no aprender a masticar y se favorecen las infecciones de oído (otitis).
Pasa el tiempo, los padres se dan cuenta de su condescendencia y viene la pregunta del millón: “¿quién le quita el chupete a la fiera corrupia?”, “¿cómo se puede hacer para que el nene no sufra un trauma psicológico? Hay muchos métodos para hacerlo de una forma progresiva y no traumática que los pacientes del Dr. Santi conocen bien su infalible método. Otros padres, atenazados por el miedo al “sufrimiento del niño” no saben que hacer pero en este comentario les brindamos la solución ideal para resolver este y otros problemas como ir a dormir a su cama –abandonando la de los padres, ponerse a dormir solos sin estar acompañados. La llegada del Papá Noel o los Reyes Magos serán los elementos salvadores de la terrible situación con una simple norma que se debe decir con firmeza, solemnidad y sin violencia: “daremos el chupete al Papá Noel al los Reyes Magos”. A partir de esta sentencia, pronunciada con antelación, cada día se señala en un calendario con colores llamativos el “día de la entrega”; y diariamente se marca una cruz que, inexorablemente, llegará hasta el día señalado para la entrega. Si el niño está bien advertido de lo que ocurrirá no suele haber quejas o si las hay son leves y llevaderas. Una vez ya no tiene chupete no se debe comprar JAMÁS otro, pase lo que pase.