Comentaba en el primer post de la serie, que procrastinar consiste sencillamente en dejar irracionalmente las cosas para más adelante de forma voluntaria, aún sabiendo que dicho aplazamiento puede tener consecuencias indeseables para nosotros. ¿Cuál es la razón por la que dejamos las cosas para más adelante? ¿Qué factores conducen hacia este tipo de comportamiento? En definitiva, ¿por qué posponemos las cosas?
Existe una relación inversamente proporcional entre la conducta de posponer las cosas de manera irracional y la motivación, es decir, que cuanto menos nos motive aquello que hemos de hacer, más tendencia tendremos hacia la dilación. Dada esta relación, la motivación pasa a convertirse en un elemento a tener en cuenta, ya que de ella dependerá directamente que pospongamos aquellas cosas que hemos de hacer. ¿Cuáles son entonces los factores que influyen en la motivación? Según Piers Steel son tres. Las expectativas, la valoración y el tiempo
Existen estudios sobre procrastinación que indican que en ocasiones posponemos las cosas por exceso de confianza, aunque lo contrario es mucho más común, es decir, posponer las cosas por falta de confianza en uno mismo. Martin Seligman demostró en sus investigaciones la relación que existe entre confianza, optimismo y procrastinación
En 1967 puso de manifiesto, mediante su conocido estudio realizado con perros, que la falta de confianza puede llegar a aprenderse dando lugar al síndrome de la impotencia aprendida. El experimento consistía en aplicar descargas eléctricas a intervalos aleatorios a dos grupos de perros, con la diferencia de que el primer grupo podía mover una palanca y cesar las descargas de ambos grupos. Los perros del segundo grupo no tenían la posibilidad de detener el sufrimiento, por lo que estaban a merced del resto. En una segunda fase del experimento, se colocaban a los perros en una caja que disponía de dos compartimentos separados por una barrera baja, conocida como «shuttle box». De igual manera que en la fase anterior, se aplicaban descargas eléctricas aleatorias a los perros que podía evitarse con tan sólo saltar la barrera. Los perros del primer grupo que aprendieron a detener las descargas mediante la palanca, aprendieron rápidamente la solución, que consistía tan solo en saltar la barrera. Sin embargo el otro grupo de perros, sucumbía a las descargas, ya que habían aprendido que eran impotentes.
Después de miles de entrevistas, Seligman llegó a la conclusión de que más del 80% de la población acaba desarrollando, en distintos grados, el síndrome de impotencia aprendida. Esta situación acaba impactando en nuestra motivación. Las expectativas son nuestras previsiones respecto a lo que va a ocurrir. Mantenerlas altas es función de la autoconfianza y el optimismo, influyendo por tanto en nuestras decisiones. En este sentido las creencias juegan un papel importante, ya que como decía Henry Ford, «tanto si piensas que puedes, como si piensas que no puedes, estás en lo cierto».
El cómo valoramos las cosas también tiene un peso importante en nuestra motivación respecto a hacer algo. Cuanto menos valor apreciemos en algo que hemos de hacer más nos costará hacerla. Como afirma el propio Piers Steel, «el aburrimiento es sintoma de irrelevancia».
No hay cosa, por fácil que sea, que no la haga difícil la mala gana. Juan Luis Vives
El factor que más peso tiene a la hora de tomar decisiones es el tiempo, relacionado directamente con la capacidad de demora y la impulsividad. Las personas impulsivas suelen ser poco meticulosas, gozan de poco control y son propensas a las distracciones. El ansia, la imprudencia, la imprevisión y la incapacidad de llegar hasta el final son aspectos que marcan al impulsiv@. Cuando actuamos sin pensar, lo hacemos desde el descontrol y desde lo emocional, acabando de forma irracional posponiendo las cosas que realmente deberíamos estar haciendo.
El talón de Aquiles de procrastinador es la impulsividad, es decir, vivir impacientemente en el momento y quererlo todo ahora mismo. Piers Steel
La impulsividad no se lleva nada bien con el control, ni tampoco con la capacidad de diferir las gratificaciones, regulando además cuáles serán nuestras reacciones ante la posible ansiedad que genera el hecho de tener que hacer algo. La aparición de la ansiedad para los menos impulsivos es un claro indicador de que hay que ponerse en marcha. Sin embargo para el impulsivo, el indicador le conduce a posponer lo que sin duda debería ser su mejor elección.
La impulsividad conduce a sufrir de un control débil de los impulsos, poca persistencia, escasa disciplina en el trabajo e incapacidad de trabajar de forma metodológica. Henri Schouwenburg
Estos tres factores se relacionan entre sí mediante lo que Piers Steel denominó la ecuación de la procrastinación:
EXPECTATIVAS x VALORACIÓN / CAPACIDAD DE DEMORA x IMPULSIVIDAD
Así es que ya sabes, posponemos las cosas debido a nuestra falta de confianza, baja valoración y sobre todo debido a nuestra impulsividad y cortoplacismo. La solución se llama efectividad personal
Esta entrada Procrastinación (II): Por qué posponemos las cosas has sido publicada por Antonio José Masiá