Escribía recientemente Paz Garde en su blog sobre la necesidad – como competencia clave para el trabajo del conocimiento – de mantener un estado mental calmado y centrado frente a la vorágine del día a día.
Me ha sorprendido la respuesta de Jeroen Sangers: «Desde mi experiencia, la mayoría de las personas que son capaces de mantener un estado mental calmado y centrado, lo hacen suprimiendo sus emociones, porque valoran más ser productivo que ser humano. Los humanos somos seres emocionales. Ignorar nuestras emociones tiene resultados negativos a largo plazo y por tanto se debe considerar una incompetencia profesional».
Siento un gran respeto por Jeroen, pionero indiscutible de la productividad personal en español y de GTD®, además de amigo y uno de mis primeros maestros en estas áreas. Me sorprende sin embargo que haga este tipo de afirmaciones, sobre todo porque Jeroen es un experto en la materia y sabe, por experiencia, que gran parte de la productividad personal depende de desarrollar el hábito de «estar a lo que estás», como decían nuestras abuelas.
Este tipo de prejuicios, es decir, que la productividad personal te «deshumaniza», es relativamente frecuente entre las personas que la desconocen y se acercan a ella por primera vez. La palabra productividad tiene mala fama y la tiene con parte de razón. Para muchos ¿empresarios?, productividad es igual a explotación, es decir, a hacer trabajar más por el mismo sueldo.
Sin embargo, la productividad ni es buena ni es mala. La productividad es simplemente una ratio, es decir, el cociente entre dos números. Calcular la productividad de una actividad nos da información sobre la relación que existe entre lo que se consigue y lo que se necesita para conseguirlo.
Si hablamos por ejemplo de Médicos sin fronteras, su productividad será mayor cuanto mayor sea el número de gente a la que pueden atender con los recursos humanos y económicos disponibles. Francamente, me cuesta ver aquí ese aparente dilema que sugiere Jeroen de tener que elegir entre ser productivo y ser humano.
Algo parecido me ocurre cuando pienso en Gandhi. Evidentemente no le conocí pero sí me transmite la sensación de tratarse de una persona capaz de mantener un estado mental calmado y centrado sin renunciar a sus emociones ni a su humanidad.
De hecho, mi experiencia, y la de muchas personas que conozco que también han trabajado en serio la mejora de su productividad personal, es la contraria. La personas más productivas suelen generar muchas menos situaciones de estrés, y crear muchos menos problemas a las demás, que las personas improductivas, contribuyendo así a crear ambientes organizativos más humanos y saludables.
Por si esto fuera poco, las personas más productivas suelen ser también personas más equilibradas. Las personas productivas, en lugar de dedicar su tiempo a quejarse y a preocuparse por todo lo que tienen que hacer, dedican su tiempo a hacer cosas que aportan valor. Esto les permite no solo poder prestar más y mejor atención al resto de aspectos de sus vidas sino, además, sentirse mejor con ellas mismas.
Al margen de opiniones, saber mantener ese estado mental calmado y centrado en la tarea del que habla Paz no solo nos hace más productivos, sino que también nos hace más felices, como muy bien explica Mihály Csíkszentmihályi al hablar del estado de flujo: «un estado óptimo de motivación intrínseca, en el que la persona está inmersa en lo que está haciendo».
Las emociones son solo una parte de la naturaleza humana. La razón también lo es. Estamos diseñados para que ambos sistemas, el caliente y el frío – como explica el maestro Antonio José Masiá – trabajen conjuntamente. La efectividad personal nos ayuda a modular los instintos, frenando la impulsividad, esa tendencia natural a «reaccionar en caliente» que todos hemos experimentado en alguna ocasión y que ya sabemos, por experiencia, lo «bien» que suele funcionar…
Nadie habla de suprimir emociones. En absoluto. Sería absurdo negar esta parte central de nuestra humanidad. De lo que se trata es de dar la oportunidad de intervenir al sistema racional, para que la decisión final proceda de ambos sistemas, en lugar de proceder únicamente del sistema emocional.
Por eso, yo diría que frente al impulso irracional de «hacer en caliente», el hábito de «hacer en un estado de calma y enfoque», además de hacernos profesionalmente más competentes, también nos hace más humanos.
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