Revista Comunicación

Productividad Personal Edición 2022: Reflexiones Día 4

Publicado el 26 noviembre 2021 por Jmbolivar @jmbolivar

En este cuarto post de la serie Productividad Personal Edición 2022 voy a compartir contigo mis reflexiones sobre la Primera Parte del libro, la titulada «¿Por qué GTD®?».

La realidad es la que es

En esta parte del libro realizaba un recorrido por los múltiples factores que hacen que incorporar metodologías como GTD a tu vida sea, más que algo útil, algo indispensable.

Mi expectativa antes de comenzar su relectura es que nos acompañara una buena temporada, ya que su extensión es casi tres veces la de la Introducción y esta ha merecido tres posts.

Me ha sorprendido mucho, por tanto, descubrir lo bien que esta primera parte ha resistido el paso del tiempo, porque son más de 7 años.

De hecho, ha resistido tan bien que no cambiaría nada, ya que lo que decía sigue siendo plenamente válido. Es lo que tiene la realidad, que es la que es.

Hay mucho más de lo que parece

Si escribiera esta parte hoy, una de las cosas que añadiría es información adicional para explicar mejor la magnitud y el alcance del reto al que nos enfrentamos.

En pocas palabras: el trabajo del conocimiento es antinatural.

Lo que quiero decir con esta afirmación es que las personas no estamos evolutivamente preparadas para hacer trabajo del conocimiento. No lo estamos en absoluto.

Para lo que estamos muy bien preparadas evolutivamente es para hacer trabajo manual. Llevamos miles de millones de años haciéndolo.

Un problema adicional muy serio es que las características del trabajo manual son muy distintas, casi opuestas en determinados aspectos, de las del trabajo del conocimiento.

Esto significa que nuestras tendencias naturales, que tan útiles son para el trabajo manual, juegan en nuestra contra al hacer trabajo del conocimiento.

Por tanto, el reto es doble o incluso cuádruple, si entendemos que la complejidad aumenta exponencialmente.

Por una parte, dejar de hacer lo que nuestra biología nos impulsa automáticamente a hacer.

Por otra, empezar a hacer algo nuevo y radicalmente opuesto a lo que veníamos haciendo.

Seguramente por esto las personas que hemos logrado mejorar nuestra efectividad personal, por poco que sea, estemos tan satisfechas de haberlo conseguido.

Y aún no nos hemos enterado

Como acertadamente afirma Daniel Pink, «There is a mismatch between what science knows and what business does» (Hay un desajuste entre lo que la ciencia sabe y lo que hacen las empresas).

La frase es tan cierta como demoledora. Y, lo que es peor, este desajuste cada vez es mayor.

Las empresas están, en su gran mayoría, literalmente «a por uvas». Y las perspectivas de que la situación mejore son muy poco prometedoras.

El problema de fondo —tan grave como conocido— es que gran parte de las personas directivas no leen. Las consecuencias de esto son nefastas, porque dificulta enormemente que piensen, aprendan y evolucionen.

Y para empeorarlo todo tenemos la presión omnipresente del lobby tecnológico, sin duda el principal enemigo de la efectividad personal en la actualidad.

Con su cansino mantra de «la tecnología aumenta la productividad», lo que está haciendo en realidad es inundar las organizaciones de armas de destrucción masiva de la atención.

En otras palabras, vamos en la dirección opuesta a la correcta y esto es evidente en las organizaciones, que están enfermas de TDA-H.

Como dice Daniel Goleman: «Entre los síntomas de lo que podríamos denominar el “síndrome de déficit de atención de una organización” cabría citar, por ejemplo: la toma de decisiones erróneas […] y la incapacidad para concentrarse en el momento y lugar oportunos».

El mantra del lobby tecnológico es muy dañino porque en realidad se trata de una semi-verdad, lo que hace que nuestro perezoso Sistema 1 la dé automáticamente por válida.

La verdad completa es «la tecnología aumenta la productividad sólo si la usas bien». Y ese «usar bien» la tecnología únicamente es posible cuando se ha desarrollado la competencia de la efectividad personal.

Porque la efectividad personal, en esencia, consiste en aprender a refrenar nuestros inefectivos impulsos primitivos y sustituirlos por los comportamientos efectivos adecuados, que son aprendidos.

Desarrollar la atención para alcanzar la excelencia

Esta frase es el subtítulo de Focus, el libro de Goleman del que extraía la cita anterior.

Necesitamos imperiosamente superar la tontería de la «gestión del tiempo» y entender que la clave de todo está en la gestión de la atención.

El tiempo es ingestionable, simplemente está ahí, avanzando inexorablemente, al margen de lo que tú hagas o dejes de hacer. El tiempo y su imposible gestión están fuera de tu zona de influencia.

Lo que sí está enteramente dentro de tu zona de influencia es la gestión que tú haces de tu atención (a no ser que seas una de esas personas que dejan que su atención la gestione su entorno).

Digo que hay que superar la tontería de la «gestión del tiempo» porque es un concepto tan pueril que ya de por sí limita poder hacer nada serio al respecto.

Necesitamos afrontar el problema de frente. Necesitamos aprender a pensar, a trabajar, a someter a nuestro procrastinador Sistema 1.

Todo esto va mucho más allá de trabajar. Va de hacer lo que tiene sentido, lo que después te va a hacer sentir la satisfacción de haber hecho bien lo que tenías que hacer.

Va de dejar atrás la frustración y la culpa, de dar coherencia a tu vida, alineando lo que quieres hacer y lo que realmente haces. Va, en definitiva, de desarrollar la atención para alcanzar la excelencia.

Esto es lo que añadiría hoy a la Primera Parte. En el próximo post empezaré con la Segunda Parte: Usando GTD®.

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