Revista Sociedad

Productividad y subdesarrollo

Publicado el 18 marzo 2011 por Josecarbonell

Productividad y subdesarrolloNo hay manera de generar riqueza si no es mediante mayor productividad. Si a usted le molesta que en México haya muchos millones de pobres, entonces usted debería estar interesado en elevar la productividad de los mexicanos. Si, en lugar de ello, usted está buscando cómo lograr que el gobierno destine más recursos a ese fin, usted lo que hace es reproducir la actitud de las élites que se han dedicado a vivir del gobierno. Que, de hecho, construyeron un gobierno grande para poder extraerle recursos. Lewis* ve eso en todos los países que estudia, pero especialmente en Brasil, India y Rusia. Y es que no vino acá para enfrentar un Estado que se hizo, por completo, con esa base: fingiendo una preocupación por los pobres (la justicia social de la Revolución), los grupos que se hicieron del poder se dedicaron a saquear a los mexicanos por todo el siglo XX. Y, no tengo duda, ahí sigue buena parte de ellos.

Par de ejemplos. Comparo la productividad de la industria eléctrica en México y en Estados Unidos. Acá producimos casi 250 mil millones de Kwh con 112 mil personas, allá producen poco más de 4.2 billones de Kwh con 400 mil trabajadores. En promedio, cada trabajador produce allá 5 veces más electricidad que acá.

Productividad y subdesarrollo

Comparo Pemex con Exxon. Pemex produce 2.6 mbd de petróleo crudo, 8 millones de pies cúbicos de gas natural, y 1.4 mbd de petrolíferos. Para ello, utiliza 145 mil trabajadores. Exxon produce 2.3 mbd de petróleo crudo, 9 millones de pies cúbicos de gas y 5.4 mbd de petrolíferos, y lo logra con 81 mil trabajadores, dispersos alrededor del mundo. En el mejor de los casos, Pemex es la mitad de productiva que Exxon.

 Puesto que ni Pemex ni CFE tienen una restricción en capital (pueden contratar créditos sin problema), es evidente que su problema de productividad no resulta de ahí. Difícilmente es un problema de educación, porque los salarios y prestaciones de estas empresas pueden atraer a los mejores egresados de México (y de muchos otros países, si fuese necesario). En consecuencia, lo único que explica su falta de productividad es la organización de la producción. Estas empresas son ineficientes porque son del gobierno: no tienen ningún incentivo para ser productivas, y están capturadas por grupos que extraen riqueza de ellas, sean los sindicatos, contratistas o funcionarios.

Este fenómeno, sin embargo, no se concentra en los monopolios del gobierno. Deberíamos poder encontrarlo en las empresas que gozan de protección para ser monopolios o al menos empresas con dominancia en el mercado. Las va a encontrar usted en la industria de la construcción y en los servicios, porque ahí no es fácil meter competencia internacional. En muchos casos, además de gozar de la protección natural del sector, ¡tienen regulación a su favor! Regulación que va de concesiones de gobierno a tarifas y aranceles, de leyes que impiden la competencia a falta de fuerza en la Comisión de Competencia Económica, también debida a las leyes.

Si usted se pregunta por qué las leyes benefician a estas personas y grupos, o dicho más claramente, por qué las leyes están hechas para que a usted lo esquilmen cobrándole más y dándole menos servicio, la respuesta es muy sencilla: así se hizo este país. Si usted cree que las cosas van a cambiar sin modificar las leyes a fondo, usted es un iluso.

Déjeme decirlo aún más claramente: la única forma de que México sea un país económicamente exitoso es transformar profundamente las leyes, para permitir una competencia lo más libre posible en la mayor cantidad de mercados posible. Incluyendo el laboral, y el agropecuario, y los medios electrónicos, y las telecomunicaciones, y todo lo que se pueda.

¿Quién ganaría con esto? Los consumidores, que somos todos. Y ganarían más quienes más dispuestos estén a competir (lo que implica trabajar, lo lamento). ¿Quiénes perderían? Los grupos que capturaron el Estado para su beneficio: sindicatos, centrales campesinas, universidades públicas, empresarios. Por definición, los consumidores somos más que esos grupos. Pero estos grupos están mejor organizados, y tienen un objetivo muy claro: defender sus privilegios. Los consumidores no sólo no están organizados, ni siquiera pueden percibir fácilmente qué ganarían en el enfrentamiento.

Y ésta es la mejor parte: una parte de los consumidores mexicanos incluso cree que sería preferible tener leyes más restrictivas, con mayores beneficios para estos grupos de parásitos, porque así aprendieron en la escuela: son las conquistas de la Revolución. Puesto que lo aprendieron desde niños, no es nada fácil que entiendan por qué vivirían mejor sin Ley Federal del Trabajo, o con Pemex y CFE en manos privadas (o peor, extranjeras). No sólo no lo pueden entender, ni siquiera pueden oírlo: están dispuestos a acabar con quien se atreva a decir eso.

* Se refiere al libro de William Lewis, “The Power of Productivity”

 


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