Revista Cultura y Ocio

Productores independientes, esos héroes!

Publicado el 03 octubre 2016 por Elcabrero @JoseELCABRERO

Ser manager de una gran figura del Flamenco es relativamente cómodo y gratificante. Es la música patria más exportable, goza de un amplio circuito dentro del Estado, sus representantes más destacados cuentan con apoyo institucional que se traduce en subvenciones a las producciones y giras o su inclusión, casi por norma, en todos los grandes eventos que se programan con fondos públicos, y que son ampliamente difundidos por los grandes medios de comunicación. No se puede pedir más: es terreno abonado y, si tienes un top flamenco, sólo te queda gestionar agenda y producir bien los conciertos. Salvo que esa gran figura sea un maldito como El Cabrero. Entonces los pros se te vuelven contras, pero eso es otra historia.

Mi dedicación a El Cabrero, casi exclusiva desde los ochenta, me permitió conocer a fondo el territorio flamenco al tiempo que ignoraba cómo se movía cualquier otro circuito musical, sobre todo el rock y sus variantes. Nos sorprendió cuando los Reincidentes le pidieron que abriera, por tonás, uno de los temas de su disco. Más tarde, el grupo Marea versionó Como el viento de poniente, que El Cabrero había grabado por pregón por milongas y, poco a poco, le fueron llegando mensajes con piropos inusuales en el flamenco como ¡Eres el puto amo! ¡Brutal, lo tuyo mola!… que fueron in crescendo hasta hacerse habituales. Al mismo tiempo, entre el público, cada vez más camisetas de grupos de rock, punk, metal… señal inequívoca de las preferencias musicales de sus portadores. El Cabrero, siempre a lo suyo: cante jondo.

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El Cabrero y Rafael Rodríguez | Voces en resistencia Benalmádena Suena  (foto Antonio Somoza)

Entonces empezaron a llegar peticiones de salas privadas con programación fundamentalmente roquera que no podían asumir el caché más bajo en el que trabajábamos y se despedían, visiblemente entristecidos y decepcionados. Uno de ellos, el papi Alfredo, de Jimmy Jazz Gasteiz, insistió tanto que, aprovechando un concierto en el Sur Oeste de Francia, decidimos llevar allí Voces en resistencia, con Cabrero y nuestro hijo E.D. Zapata y su grupo que hacen poesía y rock andaluz. Inolvidable la experiencia: producción perfecta, sonido óptimo, trato amabilísimo – profesional y cercano – y público entusiasmado. Repetimos. Y luego hicimos el Zentral Pamplona con idéntico resultado.

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El Cabrero y Rafael Rodríguez | Voces en resistencia Zentral Pamplona (Foto Dani Fernández)

Al poco tiempo entraron en acción esos que, como las salas privadas, son promotores de la gran mayoría de los conciertos en este país: los productores independientes. Esos héroes que, o bien te compran el espectáculo y se la juegan, o vais a coproducción y también se la juegan, ellos y tú. Programan en salas, que también corren su parte de riesgo, y en recintos públicos. Estos últimos, salvo escasas excepciones, son los únicos que no arriesgan nada en términos económicos. Es al revés: algunos hasta cobran sumas abusivas por el alquiler en concepto de gastos. Y sin embargo, son estos productores independientes quienes les cubren los numerosos huecos de agenda que dejan las mermadas programaciones oficiales, ofreciendo un servicio cultural que correspondería a las instituciones responsables de los recintos de titularidad pública.

Esta forma de proceder crea una cadena de desigualdades perniciosa que repercute en las condiciones en que trabajan músicos, técnicos, road managers y productores y a veces en el precio de las entradas. El público no lo percibe pero las diferencias entre un concierto de programación oficial y otro a cargo de un productor independiente son flagrantes.

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El Cabrero y Rafael Rodríguez | Voces en resistencia en Jimmy Jazz Gasteiz (foto Dos por Dos)

Los espectáculos contratados por teatros o instituciones generalmente se facturan a precio de gira, los músicos cobran su caché habitual, se encuentran el recinto en orden de marcha y la publicidad corre a cargo de la sala. Los precios de entrada son en función de las políticas culturales locales; algunos conciertos se ofrecen incluso gratis.

Cuando el bolo lo produce un independiente, tiene a su cargo: impresión y pegada de carteles, publicidad en general, backline, productores de campo, catering, etc. Y… el alquiler de la sala (¡hay salas de titularidad pública, de 600 plazas que cobran 2.500€ en concepto de gastos! y paradójicamente, otras, privadas, que te las ceden gratis o en precios que rara vez superan los 500€). Luego, el productor tiene que contratar el/los grupos. Obviamente, cuando eres manager de un grupo y un independiente te propone un bolo, si te gusta trabajar con él y te apetece el concierto, ajustas al máximo el precio del espectáculo: sumas viajes, hoteles, dietas, cargas sociales, cachés o nóminas de los músicos, al mínimo, y le propones al colega un precio que le pueda dejar un beneficio digno por el curre que se está dando. El productor, en base a esto y al aforo, ajusta el precio de las entradas y sólo le queda esperar que no le peguen carteles sobre los suyos y que la sala se llene; huelga decir lo que sucede si no es así, obviamente, pierde el productor.

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Zapata, Manolo Sabugal, Rafael Rabal y el Pequeño Carlos | Voces en resistencia Gran Teatro de Huelva (foto Isabel Barrera)

Se me ocurrió hablar de esto porque ya estamos trabajando en la gira 2017 y, como en años anteriores, haremos la mayoría de los conciertos a caché en nuestro circuito habitual. Pero vamos a reservar el doble de fechas para las productoras independientes. Se lo comentaba ayer a una amiga, manager de altos vuelos y, extrañada, me preguntaba por qué lo hacía, teniendo un mito del flamenco en cartera.

Lo hago porque me gusta trabajar con ellos. La mayoría son músicos, en activo o ya reciclados, y no tienes que decirles lo que no funciona porque lo ven antes que tú. Pero, sobre todo, porque sienten verdadera pasión por la música en vivo; sólo así se puede entender que lo hagan tan bien, con tanto entusiasmo y en condiciones tan poco favorables.

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Zapata, Manolo Sabugal, Marco Gamero y El Pequeño Carlos | Voces en resistencia Sala Apolo Barcelona (foto Lucía Calatayud)

Por eso, sería de justicia que se le reconociera a los productores independientes su función social y cultural y se les facilitaran los recursos disponibles en los recintos de titularidad pública, sin coste alguno, además de ofrecerles algún apoyo económico complementario, como ya hacen algunos teatros. Sería una buena fórmula para incrementar la oferta cultural, a muy bajo coste para la Administración, y propiciar que productores, músicos y técnicos trabajen más y en condiciones viables y dignas.

Insisto en señalar que gran parte de los espectáculos programados en recintos de titularidad pública lo son gracias a los productores independientes y me atrevo a decir que, de no ser por ellos y las salas privadas, la oferta musical patria sería desoladora.


Archivado en: Opinión Tagged: Festival flamenco, festivales de musica, flamenco, rock, salas de concierto
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