Desde niño me encanta el cine. Con doce años ya solía ir solo a las sesiones matinales de los sábados y domingos. Supongo que fue entonces cuando empecé a soñar con ser director de cine. El cine me ha acompañado desde mi infancia y en este tramo de mi vida he llegado a la conclusión de que tal vez una de las cosas más atrayentes del cine es que se trata de un arte colectivo; que el producto que vemos en la pantalla y que nos hace soñar, reír, llorar o nos asusta, es fruto del trabajo de una cantidad ingente de personas que suelen derramar sangre, sudor y lágrimas para que los espectadores disfrutemos con el resultado de su esfuerzo. Y aunque la labor del director me sigue fascinando como cuando era niño, ahora sé que son muchos los que arriesgan, los que trabajan y hacen posible que una película se lleve a cabo. Son tantas las cosas a tener en cuenta, tantas las decisiones importantes que se deben tomar, las posibilidades que se deben prever y los trabajos que se deben coordinar, que si alguno de los equipos falla, el proyecto puede venirse abajo, y con él el trabajo de decenas o cientos de personas.
Las vicisitudes de la vida me hicieron pensar que el cine quedaba fuera de mis posibilidades y profesionalmente me conformé con la televisión. Y en este mundo menos glamuroso pero igual de complejo y apasionante aprendí la importancia de varias cosas: el trabajo en equipo, la importancia de la organización y la planificación, y anteponer el resultado final de la producción al trabajo individual.
Hay en este mundillo de la televisión (y también en el del cine) mediocres que se creen estrellas, ególatras que llevan tropecientos años haciendo la misma basura, profesionales -con talento o sin él- con desmedido afán de protagonismo que no dudan en pisar el trabajo del resto del equipo para su lucimiento personal, trepas que han hecho del peloteo su profesión, desgraciados capaces de hacer cualquier cosa para ascender y triunfar a costa de quien sea, cerdos que borran del mapa a todo aquel que ose hacerles sombra, incompetentes que no hacen su trabajo y echan por tierra el de los demás… y viendo como está el panorama, parece ser que cualquiera puede ser director, productor, coordinador, community manager o hasta empresario; mientras yo me conformo con ser todo lo profesional que pueda. Tal vez es por eso que estoy en el paro.