Revista Cultura y Ocio

Profesionalidad no es lo mismo que talento

Por Fhrodri
¿Ideas, originalidad? ¿O trabajo, sudor (y en ocasiones, lágrimas)? Es una pregunta común en los talleres; más en la cafetería donde se dan los descansos (en clase, queremos mostrarnos menos ingenuos, preguntando aspectos más técnicos). Sabemos que la narración, nuestro campo de batalla, es, sobre todo, conflicto. ¿Pero y si no hubiera verdadero conflicto entre profesionalidad y talento? Leyendo este post de Bloguionistas, me cuestiono el límite de la (acertada, por otro lado) reflexión de su autor. A ratos, creo que han hecho algún daño todos esos estudiosos y académicos que han analizado y defendido el peso y la importancia de la narratividad hasta en la vida cotidiana. Recuerdo las clases en la universidad, a Vládimir Propp  y su autopsia de los cuentos tradicionales. Es un debate que prefiero abierto, aunque, de darse, yo estoy dispuesto a situarme en un lado opuesto. No, no todo se ha contado. No, no es imposible la originalidad. Que la posmodernidad nos haya enseñado que las estructuras y los esquemas tienen una variabilidad limitada, no significa olvidar que en esos “cajones” siguen cabiendo muchas más cosas. De hecho, “la originalidad es imposible” es una idea negativa a transmitirse a los aspirantes a guionistas. Comprendo que, desde la profesión, resulta una tentación la bofetada de realidad ante las caras (ilusionadas, jóvenes) de los que acuden a talleres, cursos o a la propia Universidad. También es justo, honesto incluso, que un profesional advierta a sus alumnos que su futuro laboral incluirá mucho trabajo basura, y más “músculo”, más que “cerebro”. Aunque sería conveniente un equilibrio. Además de ahogar la ilusión (la cual, será, de hecho, más que necesaria para la supervivencia y la continuidad), fomentamos esa lacra tan española: el mal del funcionario. Yo lo viví y lo comprobé en la Universidad. Allí era aún más peculiar y sospechoso que personas que nunca habían trabajado en el ámbito profesional nos sermonearan para que ya (con 18 años) someteríamos nuestra imaginación. Y el mensaje cala. Para cuando llegábamos a los últimos cursos, los trabajos en grupo ya incluía a más de uno, de dos o de tres diletantes. Que ni se esforzaban, ni pulían ninguno de los apartados del audiovisual de los que eran responsables. Algo así como cínicos prematuros. ¿Para qué esforzarse? Es decir, del “no te preocupes por ser original”, no hay tantos pasos hacia “no te preocupes”. Y punto. Para los que superen este peligroso paso, lo cierto es que la propia profesión ya se encargará de formarles en la rutina. Pizarras, reuniones, escaletas. Plazos de entrega. ¿Por qué, pues, convertir a los futuros guionistas, con tanta antelación, en funcionarios de los puntos de giro? Otra posibilidad es que los guionistas que dan cursos y talleres luchen, también sus aulas, en defensa de la profesionalidad. Fuera de la industria, está extendido ese tópico que dice que escribir puede hacerlo todo el mundo. Sorpréndanse. Dentro de la industria, también. No es probable que un productor se siente al lado del montador a tocar botones, o que un actor se coloque junto al director de fotografía a sugerirle objetivos o filtros para la cámara. Pero el guión... Escribir es un acto que está al alcance de todos. Narrar, no. Narra bien, aún menos. aunque nadie parece recordarlo. Sin embargo, para la defensa del guionista, ese énfasis en los aspectos técnicos parece una argumentación que utiliza la misma lógica que la de las profesiones relacionadas con algún tipo de tecnología. Con ello, probamos, de acuerdo, los aspectos profesionales; lo que nosotros sabemos y no sabe el que edita las imágenes, el que monta el sonido o el que organiza el rodaje. Pero nos olvidamos de lo más importante. Tenemos que fomentar la creatividad. El talento. Además, quizá no necesitemos que se coloque en dos extremos opuestos la originalidad y la profesionalidad. Matizando lo que afirma el autor del post, digamos que una idea original es tan insuficiente si está mal desarrollada, como lo es una idea trillada que se trabaje mucho. ¿Es comprobable? Es una dirección peliaguda, ya sea “la prueba” a la que acudamos series o películas de éxito, o bien la calidad más o menos consensuada de la crítica y “la Historia”. Hay películas que prueban lo de los Tres Actos y películas que no; series que no se preocupan de los giros; obras maestras que no respetan el arco del personaje. Luego, cierto, la originalidad es un tema tan vaporoso como la misma calidad. Hay grados. Por si acaso, retiremos la palabra “original”, y usemos la otra que usa Guionista Hastiado: “distinto”. PROFESIONALIDAD NO ES LO MISMO QUE TALENTO ¿Es Memento una historia “distinta”? Sí. ¿Se ha contado una historia hacia atrás anteriormente? Seguro. Ahí tenemos la novela de Martin Amis, Time´s Arrow. Pero, cuando la mayoría de las narraciones son de A a B, parece lógico concluir que una que no lo haga ya es “distinta”. Sobre todo, porque, (y en esto coincide con la novela de Amis) esta técnica apoya y sustenta mejor lo que se cuenta. ¿Es Lost una serie distinta? Sí. Si la mayoría de las que se emiten son realistas, con pocos protagonistas, con un género definido y con respuestas “racionales”, resulta más obvio. ¿Es Donnie Darko una historia distinta? Sí. Es improbable que encontremos (al menos en cine) una mezcla de retrato juvenil, preocupaciones de autor (biográficas), y ciencia ficción. ¿Son los films (la mayoría) de David Lynch “distintos”? PROFESIONALIDAD NO ES LO MISMO QUE TALENTO De acuerdo. La originalidad, la relativa novedad, es tan sólo un valor. Uno más. Sólo por él, no se llega, de modo automático, a la calidad. Llevado al absurdo, entraríamos en la extravagancia absoluta, y el único modelo sería el surrealismo de ciertos (muy recomendables, por otra parte) films de Buñuel. O el experimentalismo puro y duro. El Ángel Exterminador (1962). Luís Buñuel. Un absurdo más contenido, pero muy, muy jugoso. De todos modos, no es inhabitual que se defiendan (porque se aman) películas concretas por valores distintos, pero que, de igual modo, se superponen a sus posibles fallas. Uno es la tan valorada “sequedad” o contención narrativa e interpretativa. En especial, si esto deriva en una visión del mundo con pátina existencialista, entonces ya tenemos asegurada una caterva de críticos y especialistas entusiasmados. Es lo que sospecho que sucede en muchos casos con Raymond Carver. Es lo que creo que sucede con varias novelas −y las películas basadas en ellas− de Cormac McCarthy. Otro, es el género en sí; es comprobable que los críticos más sesudos admiten mejor la comedia, en función de su valor “rompedor”. Es decir, recuperando el título del post de Bloguionistas al que me refiero, ya hay una amplia lista de analistas dispuestos a valorar y (sobre) valorar el "cómo".  Mi opinión es que una valoración justa, una razonada (en la barra del bar, en lo privado, todos nos merecemos el radicalismo del odio a muerte para con películas basándonos en pasiones subjetivas), debería considerar todos los valores en conjunto. Al menos, si luego nos quejamos de lo poco originales que son las series españolas. Luego, todo importa. Importa el "qué" e importa el "cómo". Y si ambos elementos están bien, tal vez estemos ante una muestra de talento, y no ante la obra de un artesano que maneje mejor o peor los conceptos técnicos del guión. Así, disfrutemos de una novela "experimento" como Time´s Arrow o de una novela "contenida", "seca" y minimalista (hasta cierto grado) como Night Train.
PROFESIONALIDAD NO ES LO MISMO QUE TALENTO
A lo mejor, todo esto procede porque nuestros mayores (nuestros “padres” como generación “artística”) han logrado convencernos de que el género fantástico o de ciencia ficción (en cine, aunque, más importante aún, en literatura) es, bien infantil, bien “poco serio”, bien “escapista”. En el mundo anglosajón, hay tal variedad de posibles “padres” literarios o cinematográficos, que, el que quiera, no tiene por qué someter su imaginación. Y ahora, un ejercicio. Ojo, no pretendo que pruebe nada. Sólo que mueva a la reflexión. Imaginemos que tenemos sucesivos encuentros con varios amigos guionistas. El guionista 1 nos anticipa que su historia (para un corto) va sobre un chico que tiene una relación con una chica, pero que es inseguro, que ella también tiene sus contradicciones, y que sufren y luchan porque su historia salga adelante. El guionista 2 nos cuenta su idea (también para un corto): un personaje de la mitología griega continúa en sus labores hoy en día, aunque con los problemas de los cambios en los tiempos. El guionista 3 nos pide nuestra opinión sobre su concepto para una serie: partiendo de un “what if”, la serie narra qué hubiera sucedido en España si la II República hubiera ganado la Guerra Civil. O si hubiera triunfado el golpe de Estado de Tejero; nuestro amigo guionista aún está indeciso. El guionista 4 nos adelanta que su guión (para una serie) va sobre el día a día en una comisaría. Las corruptelas, la burocracia, la impotencia de un sistema deficiente, la relación entre criminales y policías. El guionista 5 nos habla de una idea para un guión (para una película) donde varios personajes tienen encuentros y desencuentros, influidos por los problemas sociales y económicos del mundo actual. El guionista 6 nos narra los antecedentes de su proyecto de película: un productor sinvergüenza atisba la solución a sus problemas financieros cuando halla al poseedor de una antigua película republicana, que puede conseguirle subvenciones y apoyos, relacionados con la memoria histórica. Y todo, en tono de comedia. No, tranquilos. Ya me adelanto yo a admitirlo. Son sólo ejemplos (inventados, unos; reales, otros). Y sí. Efectivamente, cada uno puede desembocar en obras maestras, revulsivos para sus respectivos formatos o auténticos despropósitos. Sin duda. Aún así, ¿ustedes en qué proyecto estarían deseando colaborar como guionistas?

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