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Profesionalización en Budo

Publicado el 21 octubre 2013 por Equipo QuehacesquÉ

Peter Boylan, copropietario de Mugendo, es también el autor de The Budo Bum, un blog personal con cinco años de trayectoria ininterrumpida. La semana pasada publicó este interesante post, que le pedimos traducir y que generosamente nos ha prestado.

¿Deberían ser profesionales los instructores de Budo? Esta discusión reaparece regularmente en los círculos de budokas tanto clásicos como modernos. Un montón de gente ven el Budo como una forma pura de arte y aceptar dinero a cambio de la enseñanza equivale a vender el alma de éste. El Budo, como forma artística y herencia clásica, debería permanecer puro, por encima de la mera economía.

My primera experiencia de Budo fue en el Judo Kodokan, que en los Estados Unidos es prácticamente alérgico a los instructores profesionales. Hay un sentimiento común, en el judo y en muchos círculos de artes marciales tradicionales, de que ser instructor profesional te exigirá vender tu esencia para atraer un flujo constante de de alumnos que paguen sus cuotas. Se percibe que para ganar dinero los instructores deben dejar de enseñar auténtico budo para empezar a vender cinturones y trazar planes de marketing.

Tenemos el ejemplo de Japón, donde hay muy pocos instructores profesionales de budo. Es más común que cada pueblo o ciudad tenga un dojo público (más o menos) que cada cual pueda alquilar por una tarifa muy razonable para impartir sus clases. Prácticamente todos los pueblos tienen su dojo de judo y de kendo, y las ciudades más grandes pueden tener varios abiertos: no hablo de Tokio o de Osaka, que tienen tantos que llevaría años visitarlos todos. Muchos pueblos y ciudades tienen también un par de dojos de koryu. Ninguno de estos profesores recibe dinero por enseñar. Los dojos son comunidades, donde todo el mundo se junta por amor a lo que hacen: ayuda bastante que incluso en los pueblos más pequeños haya varios séptimos danes de kendo, y quintos danes o superiores dirigiendo el club de judo.

Pero sí hay budokas profesionales en Japón. No muchos, pero existen. Algunos de estos profesionales enseñan en la policía a cargo de los gobiernos locales y regionales. El Kokusai Budo Daigaku (Universidad Internacional de Budo) es un ejemplo fenomenal: es, tal como dice su nombre, una universidad de Artes Marciales, con sus grados de cuatro años. Tiene un montón de personal profesional, profesores e investigadores de budo. También hay instructores privados, la mayoría de los que yo conozco dando karate o aikido.

Profesionalización en Budo

(C) Kokusai Budo Daigaku

Lo que no encuentras en Japón es una industria de las artes marciales. No hay modelos de negocio que aumenten los beneficios de las escuelas, no hay planes mensuales para alumnos que quieran clases o entrenamientos extra. Los instructores profesionales de budo son instructores profesionales, no hombres de negocios. Es una diferencia importante para mí. Los instructores profesionales de budo se concentran en mejorar la calidad de su enseñanza: los hombres de negocios es maximizar el beneficio.

Cada profesor con el que he tratado en Japón no ha parado nunca de mostrar profesionalidad. El diccionario de la RAE [Merrian Webster en el original] define “profesionalidad” como “cualidad de la persona u organismo que ejerce su actividad con relevante capacidad y aplicación”. Es algo que he echado en falta en muchos autodenominados profesores fuera de Japón. Hay muchos instructores que demuestran su profesionalidad, pero demasiados que empiezan a enseñar antes de haber alcanzado la maestría suficiente para ser ejemplos técnicos, y mucho menos hábiles para comunicar bien con los alumnos. Que tu cinturón sea negro no significa que estés preparado para enseñar.

De hecho, las federaciones japonesas exigen generalmente un grado mínimo para poder abrir tu propio dojo. En la ZNKR es quinto dan, en la Federación de Judo es cuarto dan. Son los grados mínimos exigidos, pero no ves muchos dojos dirigidos por gente con esos mínimos. Sólo ocurre cuando una comarca no tiene ningún instructor disponible. En general ningún kendoka por debajo del séptimo dan abre un dojo, ni en judo por debajo del quinto dan. No ves a gente ansiosa por abrir un dojo.

Llevar un dojo se considera una iniciativa muy seria, que requiere muchísima experiencia: fuera de Japón, el quinto dan suele sonar como un grado muy alto. En Japón no lo es. Apenas te concede el nivel de estudiante “serio”. La gente pasa muchísimo tiempo trabajando en sus técnicas hasta que les llega el momento de poder enseñar. A menudo, incluso después de abrir su propio dojo, entrenan con sus instructores unas dos veces por semana. Y debo decir que observar a séptimos danes trabajando mientras un octavo dan les corrige es una experiencia fabulosa. Trabajan a un nivel tan alto que me doy por contento si consigo entender cuál es la corrección.

Fuera de Japón vemos a un montón de “profesores” que han dejado de entrenar, o al menos su condición física sugiere que no están entrenando mucho. Si entrenar y trabajar continuamente es bueno para tus alumnos, también será bueno para ti. Los profesores de budo le deben a sus alumnos y a sí mismos seguir practicando, seguir entrenando, mantener su condición física y puliéndose como ejemplos de budo. Por si fuera poco, nunca he visto en Japón a ningún profesor que dejase de entrenar antes de que su cuerpo se agotara. De hecho, lo que veo es lo contrario. Profesores cuyos físicos se van apagando, esforzándose todavía por ir al tatami y entrenar, trabajando para retrasar la pérdida de habilidades, descubriendo cosas nuevas sobre timing, o distancia, o control, y dándoles a sus alumnos una lección de perseverancia. Esto no trata siempre de ser el mejor: trata de dar lo mejor de nosotros mismos.

Esto es lo que me gustaría ver más. No títulos ni cinturones, sino trabajar siempre por darle lo mejor a los estudiantes. No importa en realidad si te pagan o no: los estudiantes te están dando un buen trozo de su tiempo, de sus vidas. Si a un profesor lo que le importa es sacar dinero y anda constantemente con cursos y programas, eso no es ser profesional. Si lo que le importa es mejorar su habilidad y transmitir los fundamentos a sus estudiantes, y trabaja cada día para mejorar su propia base, ese es un instructor profesional.

(C) Peter Boylan. Todos los derechos reservados.

Artículo original en inglés


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