Con el señuelo de divulgar el arte infantil, las televisiones españolas emiten programas con niños cantantes y bailarines que hacen vibrar de entusiasmo a sus padres y a un creciente número de pedófilos, como los 7.000 británicos detectados este fin de semana en dos sitios de internet.
Imitan los concursos Miss Little Girl de algunas televisiones estadounidenses, en los que productores y padres descerebrados exponen en competición a niñas –ahora, también niños—imitando a las bailarinas tropicales o exóticas, es decir, sensuales e incitantes.
Hay hasta escuelas para estas pequeñas explotadas, que las hacen aún más sugerentes ante unos jurados mentalmente enfermos; menores de edad con sucintos vestidos y tacones, moviéndose como profesionales de cabaret, que repiten letras que piden u ofrecen noches de placer.
Hace unos años, en EE.UU. violaron y asesinaron a una Miss Little Girl de seis años: los sospechosos alrededor de ese repulsivo mundo eran tantos, que el FBI no ha dado aún con el o los culpables: “Todos son gente insana”, dictaminó un responsable policial.
Para mayor perversidad, las televisiones tratan de ocultar, entre pequeños violinistas, pianistas o rapsodas, el verdadero espectáculo, esos niños y niñas que imitan lo más artístico de los adultos, que es la voluptuosidad y la llamada sexual.
Esta cutrez española, posiblemente delictiva y presentada con repelente y falso almíbar, está repitiendo lo que EE.UU. y otros países empezaron antes: despertar a los pedófilos que estaban dormidos u ocultos en el armario.
