Un grupo nada pequeño de profesionales de la sanidad española, hombres y mujeres, unidos en las asociaciones progresistas de Usuarios de la Sanidad Pública, acaban de exigir que por razones ideológicas se deje morir a los enfermos de cáncer sin darles la mejor atención hospitalaria.
Es la consecuencia de despreciar la donación de 320 millones de euros de la Fundación Amancio Ortega a todos los hospitales públicos que soliciten fondos para adquirir equipos de última generación contra el cáncer.
Los ultraizquierdistas podemitas rechazan tal “caridad” y "limosna" porque el Estado debe cubrir la inversión, pero los presupuestos siempre son insuficientes: hasta los países socialmente más avanzados tienen cuestaciones y donaciones privadas para luchar contra ese mal.
Las mismas asociaciones “progresistas” protestan contra cualquier carencia de medios, pero exigen simultáneamente eliminar las fronteras y admitir la inmigración masiva para darle gratuitamente la mejor atención médica; a costa de nuestra supervivencia.
Son exhibicionistas del buenismo homicida e infinitamente más bobos y peligrosos que las Miss Universo que prometen luchar por la paz y terminar con el hambre mundial.
Estas asociaciones de supuesto “servicio público” están formadas generalmente por liberados sindicales con pocas ganas de trabajar y con el parasitismo del “que trabajen y paguen los demás”.
Lo vemos en la sanidad, en la enseñanza, la justicia y en distintos funcionariados; son gente con sueldo y trabajo fijos, sin despido, despreciados pero temidos por sus compañeros, y que siempre aparecen en las televisiones abanderando protestas.
Desprecian la vida humana: odian tanto el progreso y la iniciativa privada que anuncian sin remordimiento que eligen ver agonizar y morir sin los mejores medios posibles a niños y adultos antes que admitir donaciones que podrían salvarlos.
Pero si ellos o los suyos enferman tienen suficientes influencias intimidatorias político-sociales para organizar televisivos boicots, denuncias falsas o campañas de descrédito, que terminan recibiendo trato hospitalario privilegiado sin la subvención de Ortega.
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SALAS