En 2000, cuando daba clases en la Universidad del País Vasco, falló milagrosamente la bomba que ETA le puso a Edurne Uriarte, cofundadora del Foro de Ermua y dirigente del Partido Socialista de Euskadi.
Se exilió en Madrid, abandonó el PSOE y evolucionó hacia el liberalismo porque descubrió que el progresismo ha aceptado la convivencia con lo que ella llama “cavernas” reaccionarias: la terrorista, la pacifista o buenista, la identitaria nacionalista y de minorías, y la radical gochista o antisistema.
A sus 52 años esta catedrática de Ciencia Política de la Universidad Rey Juan Carlos ha publicado ya diez libros, básicamente sobre el País Vasco y el feminismo, y acaba de sacar “Desmontando el progresismo” (Gota a Gota), que denuncia el buenismo como reaccionario, opuesto al progreso, y que conduce inevitablemente a las cuatro cavernas.
Uriarte llega de un izquierdismo que admiraba a Sartre y Althuser, cavernarios ahora polvorientos, y progresó hacia los iluminadores Raymond Aron y Jean-François Revel, que racionalizaron el liberalismo.
Los dos primeros eran indecentes amantes de las dictaduras y como seres humanos; los segundos, honorables y demócratas que dejaron obra perenne que admiran en España los liberales de peso como Vargas Llosa, Jon Juaristi o esta misma Edurne Uriarte.
La debilidad ideológica ante lo que Uriarte llama las cavernas del terrorismo, de las dictaduras de izquierdas, la cobardía ante el radicalismo asambleario, las concesiones a algunas minorías supuestamente étnicas o culturales que hacen desiguales a los iguales, son parte del falso progresismo que conduce a la dictadura, a la pobreza y a la ausencia de libertades.
De eso va “Desmontando el progresismo”, un libro para liberar la mente de dogmas, para salir de las cavernas de la corrección política que domina, por falta de valentía iconoclasta, a demasiadas buenas personas.
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SALAS