
Hay recopilatorios que nacen por pura inercia, como un cajón de sastre de canciones, y luego están los de 5 Lunas Producciones. Ellos no editan discos: levantan testamentos. Llevan años recordándonos que el progresivo español no es un fantasma ni una anécdota; es una criatura que respira, palpita. Con este Volumen 8 lo han vuelto a lograr: no hablamos de una colección más, sino de un pequeño milagro. Un disco que funciona como cápsula del tiempo donde memoria, riesgo y futuro conviven sin pedirse permiso. Aquí la música no solo suena: se siente, se agarra a la piel. Y en estos tiempos, esto es un regalo.
El arranque lo firman Glazz con “Stressereo”. El título puede sonar a chanza privada, pero lo que llega es un latigazo de jazz-rock eléctrico, pura descarga en vena. Desde el Puerto de Santa María irradian un sonido que mezcla lo tempestuoso atlántico con la luz mediterránea. En directo son pólvora sin contención, un chispazo que ilumina y abrasa a la vez. Con ellos, el disco deja claro que aquí no hay lugar para cabeceos tibios: se viene a escuchar con todo el cuerpo, no solo con los oídos.
Después, nos transportamos a Manners y su “A winter song”. Desde Menorca, nos regalan un invierno de ocho minutos en el que no nieva, pero sí hiela la melancolía. Es una versión reducida de una suite mayor, aunque conserva intacta la grandeza: una postal recortada que, paradójicamente, amplía el paisaje. Aquí el progresivo se hace caricia, paciencia y aire fresco: la demostración de que el género no es solo exceso, sino también la delicadeza de lo íntimo.
Neverness irrumpen después con “World’s not enough”. Apenas cuatro minutos en los que cabe un universo. Sus riffs respiran clasicismo y modernidad a la vez, sin ornamentos innecesarios. Es energía pura, un tema certero que confirma que lo inmenso no necesita de lo grandilocuente.
Con El Círculo de Willis y su “Conduciendo amebas” entramos en territorio lisérgico. Su música parece diseñada para una película imposible, un viaje entre el absurdo y lo sublime. En directo, siempre han sido un pasaje secreto hacia otro escenario: el cerebro como sala de conciertos. Es música que descoloca y obliga a mirar desde otro ángulo, y esa capacidad de subvertir la lógica es, quizá, lo que mantiene vivo al progresivo.
El siguiente corte es pura arqueología sonora: N.H.U. y su “Tema 4A”, grabado en 1975. Apenas dos minutos, pero dos minutos que saben a hallazgo en un archivo secreto. Ahí está todo: juventud, riesgo, ansia de experimentar en una época en la que pocos se atrevían. Escucharlo hoy es sentir cómo un germen de hace medio siglo todavía late con furia propia.
El sexto corte nos lo entrega Manoel Macía: “Eje de sueños”. Cada nota parece escrita en un cuaderno íntimo, y sin embargo se proyecta hacia afuera con frescura cristalina. Es un tema inédito de 2025 que suena a oasis en mitad del viaje: un instante de calma luminosa, una confesión hecha música.
Y sin darnos respiro, el disco se abre a su pieza central: la suite “Tots som pops” de Benet Nogué & Francesc Beltrán. Más de trece minutos en los que se cruzan jazz, progresivo, experimentación y humor soterrado. Es un eje, una columna vertebral, una demostración de que el progresivo puede estirarse sin fin siempre que haya propósito en cada giro y sentido en cada nota. Es Atila después de Atila, pura ambición sostenida por inteligencia musical.
Luego llega el patrimonio: Cerebrum y su “Eagle death” (1969). Rugosos, oscuros, valientes, sonaban cuando esa mezcla de hard y progresivo era casi un acto de insensatez. Escucharlos hoy es rendir homenaje a quienes se atrevieron a caminar sin mapa, sin público asegurado, solo con la certeza íntima de estar creando algo que debía existir.
El noveno corte, “Resurrection” de Ignatius (2011), cumple con lo que su título promete: es renacimiento. Una pieza melódica y sinfónica que carga de peso al volumen, reforzando esa sensación de viaje que nunca se rompe, que nunca decae.
Y el broche lo ponen Camaleón con su “Nocturno ex. I & II”, grabado en 1985. Una mini-suite íntima, recogida, que destila la densidad de la noche y la calma previa al amanecer. Cierra el círculo sin pirotecnia, pero con la honestidad que deja huella.
Este Volumen 8 no es un recopilatorio, es un relato de medio siglo de aventuras sonoras. Es la prueba de que el progresivo español es una saga de héroes anónimos, músicos que entregaron, y entregan, su vida al arte aunque los focos nunca se detuvieran en ellos.
Ahí radica la grandeza de 5 Lunas Producciones: rescatar, mimar, dar voz a lo olvidado y empujar hacia adelante lo que aún está naciendo. En una era de playlists desechables, este sello andaluz insiste en que la música es memoria, comunidad, legado. Este disco no es una lista de canciones: es un abrazo a todos los que alguna vez sentimos que el progresivo nos cambió la vida. Escucharlo de principio a fin es como sentarse a charlar con viejos amigos y descubrir que aún queda conversación por delante. Y eso, créeme, es el mejor regalo posible.
Hazte con él aquí.
