Revista Libros
Prólogo, por Ana Patricia Moya
Por encima de putas, mujeres
El oficio más viejo del mundo es el más criticado: despreciable e inmoral, tal y como gritan las voces más conservadoras. No voy a entrar en el dilema de los trabajos indignos pues existe mucha hipocresía con respecto a eso que llaman “empleo decente” y luego es pura mierda (por ejemplo, el “agotador” oficio del político), pero si quiero indagar un poco en el papel de la prostituta, que a mi modo de ver, es una mujer valiente que se obliga a utilizar lo que tiene, su cuerpo, para poder sacar adelante unos estudios, llenar una nevera, pagar facturas, ayudar a padres y hermanos que están en el extranjero. ¿Por qué apartar la mirada de una realidad tan aparente? La sociedad, que se da aires de “modernidad” y “progreso”, permanece puritana: el deseo sexual es algo inherente en el ser humano, y como necesidad que es, se tiene que satisfacer, sea con la pareja, con los amantes de turno, o con estas profesionales del sexo que ejercen su trabajo honradamente, como cualquier persona de clase obrera. Vamos a desprendernos de la idea cerrada de puta, esto es, como un trozo de carne que se vende por unos miserables billetes para un rato de placer, o como la de un ser depravado que convierte en sucia perversión eso que llaman “la unión más elevada entre dos personas que se aman y cuyo fin es la procreación” (siempre topamos con la Iglesia, a ver cuando se enteran de que, como dice el dicho, “la jodienda no tiene enmienda”). La dimensión humana de la puta como mujer, como madre, como amante, como superviviente, es la que describe Pepe Pereza en este impactante libro de relatos dónde también podremos encontrar al hombre como el otro protagonista, el causante, por su poderoso deseo masculino, de que estas féminas tengan que hacer este sacrificio tan duro de comerciar con la carne. El autor narra con precisión la otra cara de la moneda: la puta como mujer, describiendo las cosas tal y como son, sin artificios. Gracias a las emotivas, sensuales e increíbles historias de Pepe Pereza, abrimos el corazón – no las piernas – de estas singulares amazonas, mostrándonos seres entrañables, orgullosos, débiles, apasionados, tan de carne y hueso como todos, que lloran, que ríen, que se enfrentan a los dilemas de la vida, a su destino. Fuera prejuicios: antes que putas, SON MUJERES. Y merecen el mayor respeto del mundo. Antes de escandalizarse con verlas pasear calle arriba o calle abajo, que se metan en la piel de la puta, que indaguen lo que hay detrás de la misma: habrá una familia, unas aspiraciones, unos hijos, un novio o marido en paro, etc. Hay un ser humano auténtico bajo esa fachada - su provocativo “traje” de faenar -, hay una persona con sentimientos que hace de la necesidad del follar del hombre un medio de vida. Y ahí radica el encanto de “Putas”, de Pepe Pereza: no cae en tópicos y demuestra una sensibilidad única con respecto a estas señoras. Y ahora, os invito a que empecéis a leer este libro tan, tan intenso. Qué disfrutéis de su lectura.
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Epílogo, por David González
El franco horror de la verdad (Thomas Bernhard)
En una sociedad como esta, la nuestra, supuestamente civilizada y desarrollada, pero que sin embargo, en la práctica, y por regla general, no muestra la menor compasión ni tiene piedad alguna con los miembros de sus colectivos más desfavorecidos, aquellos a los que no se duda en aplicar, como un estigma, el calificativo de marginales, aquellos que en el restaurante de la democracia han de conformarse, y gracias, con las sobras de los que comen a la carta, la de la Constitución; este libro de relatos, que no de cuentos, del escritor riojano Pepe Pereza, se hace, tanto artística como humanamente hablando, no ya solo necesario, sino obligado, indispensable.
Pereza fija su mirada y pone todo su talento, que no es poco, al servicio, como los caballeros de antaño, de una causa justa; al servicio de un grupo social especialmente denostado, insultado, acosado y perseguido en este país, España, de un tiempo a esta parte: el que conforman las mujeres que practican el así llamado oficio más viejo del mundo, esto es, la prostitución. Y si escribo mujeres y no putas o lumis o lumiascas se debe a que en estos diez relatos, que no cuentos repito, la mirada, lúcida, de Pepe Pereza se puede, y se debe, resumir en la cita de la poeta y editora digital Ana Patricia Moya: “Por encima de putas, mujeres”.
En efecto, valiéndose de un lenguaje al que hace unos días otro artista, Mario Crespo, hablando de esto conmigo, no dudó en adjetivar, en mi opinión acertadamente, de cinematográfico, Pepe Pereza, que, no lo olvidemos, también encauza su energía creativa, que no es poca, hacia el mundo de la interpretación, viene a decirnos mediante estas once secuencias o escenas, muy bien encadenadas, que las esperanzas, las obligaciones y las motivaciones que impulsan a estas mujeres a vender sus cuerpos no difieren en nada, en absolutamente nada, de las que nos llevan a nosotros a desempeñar nuestros respectivos oficios que, tal y como están las cosas, y conviene no olvidarlo, podemos muy bien perder e ir a dar con nuestros huesos a esas calles de las que ahora, por pasiva o por activa, estamos barriendo y expulsando, como si tuvieran la peste, a estas mujeres.
No solo eso. Cada una de estas mujeres, cada una de las protagonistas de estos relatos, que no cuentos, insisto, es un espejo en que se refleja la cara menos amable de esta hipócrita sociedad que todos, en mayor o menor medida, hemos contribuido a construir: la cara B de esos ciudadanos supuestamente cívicos, honrados y respetables que, paradojas de la vida, suelen ser los que más a menudo requieren los servicios de estas mujeres a las que usan poco menos que como felpudos.
Nuestro escritor logra algo más en estas historias, lo más importante, creo: devuelve a estas mujeres su condición humana y, como ya hiciera en su momento, con sus pinceles y su paleta, el artista maldito, gran artista, Amedeo Modigliani, Pepe Pereza eleva a estas mujeres a la categoría de obras de arte.
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[Se puede descargar el libro de manera gratuita en el blog de Pepe Pereza]