Ha llegado la hora de la despedida.
No quieres que ese abrazo se acabe nunca. Los ojos se te empañan y una sensación ya conocida te oprime la garganta. Haces acopio de todos tus esfuerzos para no llorar, pero tu madre si lo hace.Escandalosamente.
Tienes que despedirte, pero no quieres hacerlo sin antes decirle que todo fue un error, que te arrepientes y que nunca más volverás a hacer nada parecido.
Que la quieres mucho.
Ella te besa la mejilla y se aleja de ti sin mirar atrás.
No es que no quiera verte la cara.
Es que no soporta verte entre los barrotes de aquella celda.
Daniel Fopiani