El viernes es como una promesa, la posibilidad de conseguir ese anhelo que llevas toda la semana deseando y que sólo hoy, a partir de hoy, puede ser realidad. Es un día como los demás pero con el aliciente de que, cuando finalices las rutinas laborales de la semana, podrás entregarte a saciar las horas con tus apetitos reprimidos, a complacer tus deseos, a disfrutar de autonomía para no estar sujeto a obligaciones y horarios, a hacer tu santa voluntad. La promesa de los viernes es el espejismo de un libre albedrío que nos hace creer ser dueños de nuestra conducta, cuando en realidad nos predispone a seguir atados a las correas con las que controlan nuestras vidas. La promesa del viernes es una ilusión de libertad.Revista Opinión
El viernes es como una promesa, la posibilidad de conseguir ese anhelo que llevas toda la semana deseando y que sólo hoy, a partir de hoy, puede ser realidad. Es un día como los demás pero con el aliciente de que, cuando finalices las rutinas laborales de la semana, podrás entregarte a saciar las horas con tus apetitos reprimidos, a complacer tus deseos, a disfrutar de autonomía para no estar sujeto a obligaciones y horarios, a hacer tu santa voluntad. La promesa de los viernes es el espejismo de un libre albedrío que nos hace creer ser dueños de nuestra conducta, cuando en realidad nos predispone a seguir atados a las correas con las que controlan nuestras vidas. La promesa del viernes es una ilusión de libertad.
