¿Dónde quedaron
las promesas incumplidas
que me hice a mí misma?
yacen, quizás, en la cuneta del despropósito
es la levedad de ser solamente
un pobre y roto corazón humano
que solo quiere amar,
y se cura de su herida en un cielo
de constantes ocasos y amaneceres
en el recuerdo de
la dulce miel de la efímera felicidad.