Revista Expatriados

Promesas que sí valen algo

Por Spanierin

Os voy a confesar una cosa. El deporte me gusta. No lo practico activamente, pero el ideal de hacer algo siempre está ahí. A veces me imagino a mí misma escalando montañas o corriendo maratones, y la simple idea ya me anima. Sin embargo, la cruda realidad es otra: soy vaga para eso. Mientras que para otras cosas no me hace falta apenas animarme, el deporte es algo que me supera. Además, si intento hacer algún ejercicio o practicar algún deporte (el que sea) soy de esas personas que se quejan mucho, de hecho confieso que exagero, y creo que lo hago a propósito. "No puedo más" "Me muero" y "Me duele todo" son las frases que más repito cuando ya llevo cinco minutos entretenida con la tarea en cuestión.

¡Pero ahora las tornas han cambiado! ¡Ya está hecho! Por fin he cumplido uno de mis propósitos de nuevo año. De hecho, el único que realmente era un propósito... ¡He ido al gimnasio! La historia es la siguiente:

Ayer nos encontrábamos el Cocinero alemán y yo pasando la mañana tranquilamente en casa cuando, tras insistirme varias veces, le dije que sí le acompañaba. Él va desde hace unos tres o cuatro meses, y casi desde entonces trata de convencerme para que le acompañe, "aunque sea para mirar", como dice él.

Creo que desde aquí se deben de tardar - como máximo - unos tres minutos andando hasta llegar allí. ¡Gran esfuerzo! Nada más llegar, cuando ya entramos, me sorprendió muchísimo la reacción de la chica que trabaja allí: al verme, dijo "¡Bien! ¡Por fin!". Lo cual requiere que os cuente otra breve historia anterior...

Érase una vez un Cocinero alemán que iba mucho al gimnasio. Y como es un gimnasio pequeñito en el que todo el mundo se conoce, se habla de todo un poco. Pues por algún motivo que desconozco, aquí mi amigo habla de mí, y le contó a la chica del gimnasio que me gustan los Minions (la afición - y la colección - ha llegado a tal nivel, que hay personas que ya solamente me regalan cosas relacionadas con Minions, como si yo no tuviera ningún otro objeto de interés en el universo). Bien. Por lo visto, incluso le enseñó una foto de mi colección de cosas de Minions y desde entonces la chica se empeñó aún más en que fuera al gimnasio, aunque fuera sólo para conocernos.

Fin de la historia.

De ahí la reacción de la chica cuando por fin me vio, después de haber oído hablar (según parece) tanto de mí. Y por suerte creo que nos entendemos bien, así que mi introducción al gimnasio resulta más amena. Y más sencilla, desde luego.

Lo primero que hizo fue preguntarme por mi estado de salud, si alguna vez había estado en algún gimnasio, cuál era mi objetivo al ir ahora y qué partes del cuerpo me gustaría entrenar. Yo le dije que de todo un poco. ¿Para qué ponernos estrictas? Organizó un plan en un momento y luego me enseñó una por una las nueve máquinas que debo utilizar.

Después de llevar cinco minutos utilizando la primera, pensé que me moría, pero no. Por suerte. Me dijo que tengo que hacer tres series de veinte repeticiones en cada una de las máquinas, con descansos entre medias. Yo pensé que moriría y que necesitaría una vida entera para acabar todo eso, pero no. De hecho, me parece hasta divertido. Hay una de esas máquinas que me encanta especialmente. Sirve para hacer ejercicios con la espalda y, aunque luego me duele un poco, se notan los resultados en seguida. ¡Creo que hasta me están saliendo abdominales ahí atrás! Gracias a otro de los ejercicios que tengo que hacer, he aprendido lo que son los tríceps. O tal vez ya lo supiera, no lo sé, no es algo que utilice conscientemente a menudo.

¡Veremos cuánto aguanto sin quejarme! O, mejor dicho, ¡veremos cuánto aguanto! Porque conociéndome, me quejaré seguro.

¡Os mantendré informados!


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