Lucha de Clases.
La decisión del Consejo Electoral Provisional de Haití de suspender la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Haití, que debía celebrarse el domingo 24 de enero 2016, no ha frenado la creciente ola de protestas sociales. Observadores internacionales hablan abiertamente de una situación pre-revolucionaria. El fraude electoral denunciado por la oposición es evidentemente solo la chispa sobre la gasolina de una rabia popular más profunda. Desde 2004, cuando los EEUU intervinieron directamente en el golpe de Estado secuestrando al presidente electo Aristide, Haití ha sido sumido en la violencia y una pobreza siempre más extrema, agravada por el terremoto que obliga a decenas de miles de haitianos a vivir en carpas. El aval de todos los gobiernos latinoamericanos – excepto Venezuela – y la participación de estos a la ocupación militar de la ONU en Haití (MINUSTAH) a la cabeza de Brasil, sirvió de hoja de parra para los tradicionales intereses imperialistas en el país caribeño: el narcotráfico, las maquiladoras para las corporaciones estadounidenses, la defensa de una trinchera de lucha anticomunista en el Caribe, aún más importante tomando en cuenta el papel de paraíso fiscal de la vecina República Dominicana y el efecto desestabilizador que sobre esta podría tener una revolución haitiana. En ausencia de un ejército haitiano, disuelto en 1994, la MINUSTAH a la cual Bolivia ha seguido participando durante los 10 años de gobierno del MAS, ha sido utilizada contra cualquier lucha del pueblo haitiano. Lejos de resolver los problemas políticos del país, esta misión ha dejado solo violaciones sexuales a menores, epidemias de cólera y una represión que ha impedido al pueblo haitiano de organizarse para resolver sus problemas, pero no de levantarse contra la ocupación militar y la miseria. Las últimas elecciones daban como favorido en las encuestas al ingeniero Jude Célestin, fuerte del descredito en que ha caído el actual presidente Martelly, pero sobre todo por sus vínculos con el movimiento Lavalas (avalancha) que fue de Aristide y Prevál. Célestin declaró que su presidencia tendría como objetivo “luchar contra esa pobreza, construir infraestructuras, desarrollar la agricultura, lograr el crecimiento económico”. Un programa tan genérico no podía motivar a los haitianos y de hecho solo un 27% de los empadronados acudieron a las mesas electorales en la primera vuelta. Célestin, incapaz de movilizar a las masas y caído al segundo lugar en el recuento oficial de los votos de la primera vuelta, ha decidido renunciar al balotaje denunciando un fraude electoral para favorecer al candidato de Martelly, Jovenal Moise. Que lo haya querido o no esta ha sido la ocasión que el pueblo pobre y trabajador haitiano esperaban para manifestar su rabia acumulada. Ni la represión de la MINUSTAH ha podido frenar protestas siempre más radicales, donde entre las consignas por la renuncia de Martelly y la anulación del proceso electoral, empieza a hacerse espacio la idea que solo una revolución social pueda salvar Haití (véase los vídeos publicados con este artículo). Por otro lado uno de los protagonistas del golpe de Estado de 2004, el narcotraficante Guy Philippe, ha declarado a la agencia de noticia Reuters que sus grupos paramilitares están “listos para la guerra” contra los “anarquistas”, en referencia a las protestas sociales. El viceportavoz del Departamento de Estado norteamericano, Mark Toner, ha recordado que “Estados Unidos observa con gran interés el desarrollo de las elecciones en Haití”, definiendo “inaceptables” los ataques contra la propiedad provocadas por la violencia política. Es urgente manifestar la más incondicional solidaridad internacional a la lucha del pueblo pobre y trabajador de Haití ante estas amenazas. La participación de Bolivia a la MINUSTAH no fue un error, gravísimo, para un gobierno que se declara antiimperialista. Fue más bien la expresión del estigma eterno del nacionalismo burgués, secundado por el estalinismo. Este antiimperialismo no busca acabar con las relaciones de dependencia que el capitalismo instaura a nivel internacional, sino una mejor colocación en las mismas. Quienes dijeron que con la MINUSTAH se impedía una invasión militar estadounidense deben ahora hacer cuentas con los desastres dejados en nombre de la “misión humanitaria” y el hecho que aquellos intereses imperialistas están muy bien defendidos hoy con otras banderas. Ni Bolivia ni ningún otro país latinoamericano serán realmente libres si Haití no lo es. La nueva directiva de la COB debe inmediatamente manifestar su solidaridad internacional. Es necesario convocar piquetes en las embajadas de Brasil y EEUU exigiendo el retiro de la MINUSTAH y denunciando cualquier injerencia contra el pueblo haitiano. La entidad matriz de los trabajadores debe exigir que la posición de Bolivia en la reunión de la CELAC de la próxima semana en Quito sea por el fin inmediato de la ocupación militar de Haití y que ningún país latinoamericano permita una invasión militar estadunidense del país caribeño.