Revista Filosofía
Pronunciamiento del diputado Miguel Ángel Arce recordando a don Tino Ávila en su onceavo aniversario luctuoso
Por HetairoCon la anuencia de la Mesa DirectivaCompañeras Diputadas
Compañeros Diputados
El 11 de noviembre del año en curso se cumplen once años del fallecimiento de Justino Ávila Arce, quien fuera Diputado de la XXV Legislatura del Honorable Congreso del Estado de Nayarit y Presidente de la Comisión de Vivienda y Desarrollo Urbano; así como Presidente Municipal de Tepic a partir de 1999, aunque lamentablemente gobernó únicamente por 2 años, ya que la muerte lo sorprendió a sus 63 años de edad en el 2001.
Conocido afectuosamente como Don Tino, fue un exitoso microempresario que se distinguió por su humanismo y eficacia, desarrollando una intensa actividad social a través de organizaciones vinculadas a su condición de empresario, participando posteriormente en la vida política partidista a través del PRD, al cual se afilió en 1996, luego de haber sido candidato externo a diputado por el distrito I.
Don Tino se distinguió en su desempeño como diputado y luego como alcalde como un hombre austero y responsable que tomaba en serio el mandato popular. No era alguien que aprovechaba un cargo público para hacer dinero o futurismo político utilizando indebidamente los recursos públicos. Evitó el culto a la personalidad porque creía que el dinero de la gente debía ser usado en necesidades sociales urgentes e importantes y que lo demás se daba por añadidura, que los ciudadanos reconocería el trabajo a partir de los resultados y no de la mercadotecnia política, y tuvo razón en ello, pues aunque su muerte le impidió -para pesar de la sociedad- que capitalizara políticamente lo que había sembrado, conquistó el afecto sincero del pueblo logrando lo que pocos políticos pueden aspirar.
Como presidente municipal, obtuvo resultados positivos de su desempeño destacando la solución al problema del agua mediante la construcción de los acuaféricos norte y sur haciendo que el SIAPA fuera una instancia eficiente y con finanzas sanas, entre otros logros, como las diversas obras de infraestructura en el centro de la capital nayarita, así como en colonias populares y zonas rurales, mejorando sustancialmente los servicios municipales superando las deficiencias administrativas y financieras heredadas. Políticamente, don Tino trabajó en condiciones de relativa adversidad, como el hecho de no contar con una mayoría en el cabildo, demostrando que cuando hay vocación democrática e institucionalidad no se necesita tener una mayoría de incondicionales para gobernar en forma democrática y eficiente, así como otra serie de conflictos provocados artificialmente por quienes se vieron afectados en sus intereses espurios, incurriendo sin rubor en calumnias y ofensas, así como la normal pugna con adversarios políticos cuyas demandas fueron atendidas mostrando buena voluntad y apego irrestricto a la legalidad, defendiendo firmemente la autonomía municipal de injerencias indebidas.
Don Tino es considerado por propios y extraños como uno de los mejores presidentes municipales que ha tenido Tepic en los últimos tiempos, pues se distinguió como alcalde por ser un hombre de trabajo, serio y austero; procurando siempre un acercamiento directo con la gente, sin demagogia, atendiendo a todos los que le solicitaron audiencia mediante el programa de “Miércoles ciudadano”, acompañado de sus principales funcionarios quienes atendían al público en general y no sólo a quienes eran representativos de alguna institución u organización. Los informes cuatrimestrales fueron otra forma de rendir cuentas a la sociedad en forma transparente, con datos duros y objetivos, exponiéndose a la crítica de los representantes ciudadanos integrados en los Comités de Acción Ciudadana y de ciudadanos por su cuenta que podían opinar y cuestionar con absoluta libertad las acciones de sus autoridades, evitando triunfalismos y efectos mediáticos a través del maquillaje de cifras, medias verdades o mera propaganda.
En este tenor, las demandas de grupos e individuos fueron atendidas por don Tino con sensibilidad y responsabilidad, sin crearles falsas expectativas, con voluntad de ayudar y de cumplir con sus compromisos de campaña y con sus obligaciones legales sin más restricciones que las que la misma ley le señalaba y de acuerdo a las posibilidades financieras de la institución, que por cierto dejó con finanzas sanas, revirtiendo la tendencia histórica de incremento de deuda publica que gobiernos posteriores han exacerbado de manera exponencial, poniendo en riesgo la viabilidad de la institución.
Don Tino tuvo un trato respetuoso pero exigente con sus colaboradores y de diálogo franco y sin cortapisas con los regidores, haciendo del Cabildo un verdadero gobierno colegiado. Con los funcionarios mantuvo estrecha comunicación, supo delegarles funciones, respetar sus atribuciones legales, exigirles eficacia y honradez. Nunca humilló ni en público ni en privado a un colaborador y jamás confundió la amistad con la complacencia; exigía resultados pero no trató a sus subalternos en forma despótica, sino con respeto y camaradería. Con los regidores se comportó del mismo modo, haciéndoles ver que eran corresponsales del gobierno, dialogando intensamente con los coordinadores de cada fracción partidista anteponiendo siempre los intereses de la sociedad, sin incurrir en turbiedades ni arreglos vergonzantes.
En fin, la figura de don Tino se acrecienta con el tiempo porque ante el descrédito de la política y los políticos, del deterioro del tejido social, de la crisis de seguridad, de la carga de una enorme deuda económica que asfixia a los Ayuntamientos, entre otros males sociales, su conducta seria, austera, imparcial y responsable como gobernante, nos hace desear personajes como él para que se involucren en la vida social en responsabilidades públicas. Ojalá que la memoria de don Tino sea preservada para que las nuevas generaciones de ciudadanos sepan que hay gente positivamente diferente. Desde luego, no se trata de apostarle a un sujeto providencial (capaz y decente) que venga a salvarnos o a resolvernos nuestros problemas, sino a que la sociedad deje de ser una mayoría silenciosa para volverse protagonista de su propio destino a través de su participación informada, consciente y decidida, para que de ese modo, los individuos como don Tino, no sean una excepción deseable sino la regla, porque una ciudadanía con esas características, no sólo podrá elegir a los mejores hombres y mujeres como sus representantes, sino podrá hacer valer el principio de mandar obedeciendo de manera que los “mandatarios”, o mejor dicho “mandatados”, sean auténticos servidores del pueblo.
Entendía que el gobierno municipal debía ejercerse en forma horizontal no sólo por ser el ámbito de gobierno más cercano a los ciudadanos, sino porque el propio gobierno municipal es de naturaleza colegiada. Por ello, cuando había un asunto delicado, nos convocaba a los regidores de cada partido y a un grupo de funcionarios cercanos a él y nos decía: “tenemos un problema”. Es decir, sometía las cosas más importantes a la consideración del equipo gobernante para entre todos encontrar las soluciones más pertinentes.
Doy testimonio de su desempeño público en los puntos mencionados porque tuve la fortuna de ser miembro del XXXV Ayuntamiento de Tepic como regidor compartiendo con él la gestión de un buen gobierno; pero también tuve la oportunidad de conocer al ser humano noble y generoso, que muchas veces transitaba a pie las calles del centro de Tepic sin “guaruras”, deteniéndose a saludar y a platicar con todos los que lo abordaban, yendo a reuniones de trabajo en su vehículo sin más compañía que su chofer, sin escoltas, ordenando que las obras terminadas se pusieran de inmediato en funcionamiento sin esperar a realizar inauguraciones porque no le gustaba presumir lo que era su obligación. Don Tino el político era tan auténtico como don Tino el hombre: no tenía dobleces; era un hombre de una sola pieza. En este contexto y en la medida del deterioro de las finanzas públicas de los gobiernos se profundizan, al mismo tiempo que algunos gobernantes continúan derrochando los escasos recursos con gastos superfluos en vez de impulsar medidas de austeridad y correctivos que frenen ese deterioro, irritando a los ciudadanos y a los trabajadores porque son ellos quien padecen inmediata y directamente las carencias presupuestales, en salarios y prestaciones por un lado y en obras y servicios por el otro, los gobernantes como don Tino se añoran.
Habrá desde luego quienes minimicen los problemas y soslayen las frivolidades y derroches de algunos gobernantes porque aparentemente las necesidades más apremiantes se van cumpliendo. Empero, la verdad es que los recursos se van obteniendo mediante prácticas privatizadoras y un endeudamiento progresivo que gradualmente van minando los recursos financieros de las instituciones, comprometiendo sus presupuestos a un futuro que ya nos alcanzó, con las graves consecuencias que estas deficiencias tienen para la gobernabilidad democrática y para el cumplimiento de las obligaciones fundamentales que el Estado debe desarrollar, cargándole a los ciudadanos en su calidad de contribuyentes mayores erogaciones de sus recursos personales, no obstante el constante deterioro de los ingresos económicos de las familias y de la capacidad adquisitiva del salario, el cual mantiene una desventaja constante en relación con los precios de las mercancías.
En este sentido, la figura de gobernantes como don Tino Ávila Arce sobresale volviéndose un referente de un gobernante responsable, austero, ético y eficaz, quien orientó todos sus esfuerzos y capacidades a servir a la ciudad y al municipio de Tepic anteponiendo sus intereses personales y partidistas a los intereses de todos los ciudadanos, sobreponiéndose a todo tipo de presiones legítimas e ilegítimas, dándole cauce a las primeras mostrando siempre voluntad para resolver los problemas de la población y rechazando firmemente las segundas; cuidando con celo los recursos del pueblo siempre precarios comparados con sus necesidades existentes siempre en aumento, por lo que resulta pertinente hacer un reconocimiento a su manera de gobernar que en cierto modo establece un paradigma que conjuga democracia y eficiencia en estos tiempos de crisis de las instituciones, no sólo de recursos, sino de legitimidad democrática, señales visibles del llamado Estado fallido.
Es Cuanto.