La plaza del Carmen es un espacio intersticial dentro de la densa trama del centro de Madrid. Su posición estratégica entre la Gran Via y la plaza de Sol la transforman en un espacio con grandes potencialidades de intervención y dinamización. Además del aspecto formal que pueda llegar a adquirir esta plaza, hay que pensar que esa forma se adecue a la demanda programática tanto de los usuarios habituales como de los esporádicos como pueden ser los turistas.
Sin duda alguna la progresiva retirada de actividades de la plaza la ha volcado a un olvido, perdiendo su vocación de espacio estancial en detrimento de la actual vocación de espacio de transito. Es un factor que la introducción del parking (con la idea de resolver la problemática de la invasión del espacio urbano por el vehículo rodado) ha cortado el tránsito peatonal de la plaza ya que en un frente del cuadrilátero genera un grieta que rompe de forma inequívoca los recorridos, canalizándolos a puntos muy concretos.
El espacio urbano es el lugar de convivencia de nuestra sociedad por excelencia. Cuando se propone una intervención en el siempre se tiene en cuenta el impacto sociológico que el mismo va a tener. A finales del siglo XIX las antigua plazas de las urbes se ajardinaron, esto fue consecuencia del cambio de la sociedad, la plaza dejo de tener la uso comercial como lugar del mercado o simplemente como espacio de debate público y quedo vacacionado a actividades más galantes.
Se podría interpretar este cambio como la primera aproximación de la naturaleza al espacio urbano. Hoy día se podría decir que socialmente vivimos un periodo de mestizaje en que las demandas de cada individuo son distintas y en muchos casos motivadas por sus raíces culturales o étnicas. Por lo que el acondicionamiento de un espacio de estas características (teniendo en cuenta su localización) debe intentar aglutinar el mayor número de actividades, de forma a suplir las necesidades o demandas del mayor número de usuarios posible.
El resultado formal se podría decir que se compone del aglomerado de pequeños procesos que lo generan, por lo que es necesario aislar cada uno de ellos para llegar a entender la filosofía del Diseño. Cada uno de los pasos que se van tomando en el proceso formal obedece a una ley de generación que en cierto modo asegura la coherencia del mismo. Un proceso aséptico en el que se intenta que las condicionantes culturales sean mínimas con el objetivo de llegar a un resultado lo más Plural posible.