Quedé atrapada presa del embrujo de su boca, anhelando entre suspiros los besos que sus labios prometieron tatuar en mi piel.
Desperté entre escombros de noches rotas y amargas despedidas, echando sal a mis heridas, para curarlas del ayer. Dejé de ahogarme en el vaso, suspirando por el último adiós.
Paré de jugar con fuego para así evitar las quemaduras de la indiferencia y de la soledad.
Reinventé un mundo donde no caben miedos ni reproches y volvieron a brotar margaritas en mi corazón.
Luché contra el monstruo de la incertidumbre, mientras mantenía intactas la esperanza y la ilusión.
Mi alma mostraba signos de apatía , pero ya la desvestí de la tristeza, le puse colorete y la saque a bailar y ahora luce bien bonita cuál adolescente que ha encontrado su primer amor.
Ahí estaba parado como quien está esperando el autobús destino a la felicidad.
Lo llamé por su nombre: amor, le susurré. Se giró lentamente y mirándome a los ojos me dijo exaltado ¡¡me has encontrado!!
Le cogí la mano y entre grandes suspiros añadí: sí y no te pienso volver a soltar.
Y aquí estoy trotando por verdes praderas, cazando mariposas, mirando a los ojos a la felicidad. Ana Villena