“La vida no tiene razón ni utilidad, que cada uno se apañe como buenamente pueda en rellenar el tiempo que le separa de su muerte, es lo único que importa”
“Es complicado, porque las vidas no tienen mucho sentido, hay que mentirse, y cuesta.”
Hace unas semanas me dejaron este libro que hoy que estoy un poco muy cabreado he vuelto a ojear para regodearme en el patetismo de alguno de sus mejores pasajes. Prosperidad es la primera novela de Carlos Herrero, perdedor de profesión con la L de Loser estampada con fuego en medio de la frente. Herrero posee una apasionante biografía compuesta por sucesivos trabajos basura que le deben permitir seguir soñando con poder ir tirando de la literatura mientras se pudre en algún agujero del extrarradio madrileño.
“(…) sobrevive consumiéndose absurdamente en medio de inútiles dolores, parece tan claro el suicidio al llegar ese punto de decadencia, tan limpio y racional. No sé qué alegrías espera o encuentra en la dolorosa sucesión de días (…)”
El protagonista de Prosperidad también se llama Carlos y sufre, es un joven sin futuro, borrachuzo, putero y con una novia gorda, un hombre que sufre y no sólo por tener que llevar una ortodoncia a sus 25 años. Alrededor de Carlos corre la historia de Mario, el hermano menor, deportista y aún más joven al que una enfermedad degenerativa jode la vida hasta postrarle en cama y consumirle en vida. Mario se convierte en el silencioso demiurgo que impulsa a Carlos a rechazar los presupuestos básicos que esperaba para su vida, a abandonarse al más exacerbado nihilismo, a aceptar siempre con cinismo que su vida es una mierda y que lo mejor que puede hacer es acabar en los brazos de una gorda que le produce un asco profundo. Así de claro, así de real y así de sencillo.
“Porque todo da igual: rezar probar la cocaína, aprender bailes de salón, la vida es un absoluto prescindible que acaba en muerte irremediable, enamorarse, sufrir cáncer rectal, construir cosmonaves, la pedofilia.” (…) “ más o menos todas las vidas acaban en derrota”
En esta novela sincera, patética, amarga y costumbrista sobresale la historia oculta de Mario, historia silenciosa de enfermedad y muerte, de éxitos truncados, dolor infinito y esperanzas perdidas en una sucesión de hospitales, tratamientos, fisioterapeutas y homeópatas. (“Ante el dolor sólo cabe humillarse” “Antes de permitirse el ejercicio como médico debería ser preceptivo haber ejercido de enfermo un mínimo de tres años”). Mucho mejor esta parte del libro que la sucesión de historias planas de Mariana, la novia boxeadora o los amigotes de Carlos que recuerdan a las Historias del Kronen. Prosperidad posee una prosa simple, aséptica y eficaz que debería ser disfrazada de libro de la serie naranja de El Barco de Vapor para el uso y disfrute de niños con esperanzas de ser felices.
Carlos Herrero, autor de Prosperidad
Y si les queda alguna lean regodéense con dos estupendos pasajes.
"Por las calles veías los horarios de las tiendas: abierto de nueve treinta a veintiuna treinta, abierto de ocho a quince y de diecisiete a veinte treinta. Mi padre salía de casa a las ocho y muchos días regresaba pasadas las veintiuna. Aquella esclavitud real, de nueve a seis, es tu vida, tenazmente recordada, a la que me veía condenado a cambio de un salario que me enfurecía. Tampoco le encontraba salida, yo no había nacido lo bastante rico para no trabajar, no sabía tocar el violín o lanzar cuchillos, llevaba acudiendo a clases desde los cinco años y no sabía hacer nada. En la antigüedad me habrían considerado esclavo, sin más. Hoy era un ciudadano y ese sutil cambio de denominación aseguraba mi mansedumbre: me cagaba en su puta madre, pero también me acobardaba y avergonzaba por ello porque entendía con claridad que daba igual lo que pagaran…"
"Salía sólo, bebía encogido en las escaleritas, me autoenvenenaba, sobre mí se habían cometido, objetivamente, los mayores agravios de la historia, ningún ser había sufrido las injusticias que me acosaban. Me exasperaba hasta lo ridículo, entendía perfectamente lo falso, infantil y absurdo de mis quejas y no podía hacer nada por evitarlo, yo era un mártir y mi sufrimiento, cósmico. Ya borracho, me desbordaba. Caminaba muy aprisa con los labios apretados. Sobre todo planeaba venganzas: la vergüenza es adquirida, son los demás quienes la crean, celulitis, acnés, o el simple uso de calcetines blancos con zapatos negros… dedicaría la vida a conseguir una bomba, se enterarían esos hijosdeputa que me acomplejaban, antes de morir apretaría el botón. Comenzaba a visitar asiduamente la biblioteca, imaginaba convertirme en escritor: yo enseñaría a la humanidad, yo le mostraría que la vida era horror, ridículo, enfermedad, absurdo, mis historias traerían consigo la extinción de la especie. Seguro que sí. Esta convicción pueril tranquilizaba enormemente mi atormentada conciencia, no sólo eso sino que resultaba, de algún modo, muy satisfactorio, con veinticinco años llevaba aparato, vivía en casa de mis padres, recibía paga de mi abuela y la gastaba, a cambio de mera conversación, en un burdel. Era un maldito."
PROSPERIDAD está publicada por Ediciones Barataria en la Colección Bárbaros (2007)