Revista Opinión
Fander Faldoni, El Telégrafo
En los últimos dos años ha levantado revuelo el libro de macroeconomía ecológica de Tim Jackson, titulado “Prosperidad sin crecimiento”, traducido ya a 30 idiomas.
El autor fue director de la ponencia económica en la Comisión de Desarrollo Sostenible de Gran Bretaña entre 2003 y 2011. Tim Jackson, conocido por sus trabajos anteriores sobre la psicología social del consumo, no recomienda la medicina del no crecimiento a países como la India, China o Ecuador.
Pero cuando el ingreso per cápita anual está ya en 15 mil dólares, se observa que los aumentos de ingreso no conducen a aumentos de satisfacción vital o de felicidad. Es la llamada "paradoja de Easterlin", corroborada en muchas investigaciones.
El crecimiento económico no logra desvincularse del uso creciente de energía y materiales. Aumenta el metabolismo de la sociedad (como analogía de la capacidad digestiva y excretora del cuerpo humano). América Latina está llena de protestas en contra de la gran minería a cielo abierto (en Argentina, en Perú, en Colombia), y conocemos bien los daños o pasivos ambientales ocurridos por la extracción de gas y petróleo en la Amazonía de Perú, de Ecuador.
Además, el crecimiento económico significa, a nivel mundial, mayor producción de CO2 y cambio climático.
De allí que Tim Jackson, en la senda de otros economistas ecológicos, proponga para los países ricos una economía próspera, pero sin crecimiento. Una economía lenta para poner el planeta en forma.
El motor de la reactivación económica en Europa, Japón y Estados Unidos no tiene que ser el consumo sino la inversión pública, en el ahorro de energía en las energías renovables y en los servicios a la comunidad.
Es “la economía de la Cenicienta”, como la llama, hasta ahora relegada porque da pocos beneficios a los capitalistas. Sin embargo, los servicios sociales representan la mitad de la intensidad media de carbono y aumentan el bienestar de las personas.
En cambio, vemos en Europa recortes en las prestaciones de sanidad y enseñanza para poder devolver unas deudas que nunca debieron haber aumentado así, con la falsa ilusión del crecimiento continuo. Los ejemplos de Grecia y de España son buenos para examinar lo que sucede cuando se aplican políticas neoliberales.
Ahora bien, si la economía no crece, ¿qué ocurre con el empleo? Va a aumentar el número de desempleados. Hace falta, pues, dar una renta básica de ciudadanía a todo el mundo y, además, apoyar los empleos del sector “Cenicienta”.
Las personas necesitan sentirse útiles. Hay, pues, que repartir el trabajo y darle la verdadera importancia que tienen las otras actividades: la familia, los amigos, la comunidad, el ocio creativo, la actividad física.
Como escribía Castoriadis hace años: ¿usted prefiere una nueva amiga (o amigo) o un nuevo Mercedes Benz?Una mirada no convencional al neoliberalismo y la globalización