Revista Cultura y Ocio

Próspero y sustentable (I)

Publicado el 09 mayo 2014 por Regina

19abril
Mi adolescencia coincidió con la época en que casi todos los dentistas de Cuba se fueron del país. Cuando al fin me empaté de nuevo con uno, lo más expedito fue sacarme dos muelas que en otra circunstancia me hubieran salvado. Pero aquellos aguerridos dentistas no podían estar en el detalle de cuidar la sonrisa de una adolescente, por muy risueña que fuera. Así que en cuanto pude, me hice un puente fijo. Mi puentecito me permitió reír sin pena hasta hace dos años en que la vejez me empezó a mover las piezas. Cada vez que el puente se aflojaba, yo, más tozuda que él, lo ponía en su lugar, pero coincidiendo con este fin de año, no dio más.
El dictamen de la protesista fue un nuevo puente fijo, ya que no clasifico para esos de quita y pon ni para implantes atornillados, por baja altura en la oclusión. Esos trabajos son en metal, y en el policlínico no los hacen, por lo que debía ir a la Escuela de Estomatología.
Allá me fui a ver a un tal doctor Lorenzo, el único autorizado a inscribir pacientes en la Escuela. Pero fui un miércoles, y Lorenzo solo atiende público los martes. Venga temprano, me advirtieron.
El martes siguiente llegué a las siete de la mañana. A las ocho, la secretaria del doctor Lorenzo se paró en la puerta y anunció que el doctor tenía un problema personal y no iría a trabajar. El martes siguiente no pude ir, y al otro, a las ocho también, supe que Lorenzo no atendería pacientes, pues la escuela estaba en semana de receso escolar.
Al fin este martes coincidieron la órbita del doctor Lorenzo y la mía, pero en vano. El doctor Lorenzo detrás de su buró, pone el piloto automático para atender a los pacientes, y en mi caso, no había nada que hacer, pues la máquina de colado de metal está rota desde noviembre. –Caramba, con lo fácil que es poner un letrerito, una nota, y me hubiera ahorrado tres madrugones. El doctor Lorenzo a mi pregunta de dónde más podrían hacerme el trabajo, respondió con el mantra: Diríjase a su área de salud. –¡Pero es que de mi área de salud me han mandado para acá! –Diríjase a su área de salud- –¿Y usted no puede indicarme otro lugar? –Diríjase a su área de salud.
Me dirigí a mi área de salud, centro de referencia nacional, y en la conversación con la protesista, esta me hizo notar el estado de su gabinete de trabajo. No tiene equipo desde el 2011, pero como me expresó, las visitas pasan de largo por el pasillo y ningún periodista se ha acercado por allí.
Ella mencionó otros lugares donde es posible que puedan hacerme el trabajo, pero tengo que ir a título personal, porque el policlínico solo difiere casos a la Escuela de Estomatología. No lo dijo, pero ese “a título personal” me sonó como que, mencionando la cantidad correcta, lograría reírme de todo sin ausencia de molares.


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