El fundador es el iniciador, el origen, la primera pieza, el arranque, el eslabón primero de la empresa. Tal vez comenzó su aventura empresarial por una idea que desde hacía tiempo le rondaría el cerebro hasta convertirse en su obsesión; puede que viese una posibilidad de negocio, un resquicio en el mercado, un momento oportuno, ¿quién sabe?, debía conocer el mercado, probablemente adivinó la ocasión, midió sus posibilidades y, cavilando, le dio vueltas y más vueltas; intuyó, olió negocio, se lanzó y, emprendiendo el camino de su personal historia parió la empresa. En la empresa familiar, ni siquiera fue suyo el inicio; heredó de su padre el embrión y a él le tocó apechugar con un negocio en ciernes, ¿qué más da?.
El fundador no tiene por qué tener las cualidades que le acrediten como jefe; ni siquiera como director indiscutible de la empresa, pero, en este caso, una de sus facultades será la de reconocer que el mando debe recaer en la persona idónea Fundar es un acto de libertad, de visión, incluso de oportunidad; llegar a alcanzar el liderazgo es el resultado de la selección y la promoción de quien destaca en la empresa como guía y a quien los demás siguen, sometiéndose voluntariamente a su mandato. La razón de ser del fundador es la idea; la del líder es su capacidad de conducir o guiar.
El líder capitanea la aventura; posee cualidades de estratega y de mando, y tutela y marca el camino de la empresa durante su, necesariamente accidentada y borrascosa, trayectoria.
A modo de pinceladas, y, sin pretender profundizar en materias que pertenecen al mundo de los especialistas, enumero algunas de las especificidades que, como pistas, nos van a ayudar a identificar y dibujar el perfil del máximo responsable de la empresa sea o no el iniciador de la misma:
Ambición
Salta a la vista que la característica más destacable del líder es la de ser una persona ambiciosa. Su afán por alcanzar metas, siempre más altas, le hacen ser persistente e incansable en su tarea. Es un luchador nato y, por tanto, las dificultades lejos de amedrentarlo, le estimulan. No escatima su tiempo y es capaz de sacrificios de todo tipo con tal de alcanzar su objetivo. Su ambición de superación, de hacer más rentable el negocio, de abatir barreras, de crecer, es su gran reto.
Aunque estime que la suerte puede ser su gran aliada, no confía en ella sino en su trabajo.
Pragmatismo
Es pragmático y le incomodan los planteamientos especulativos que no le lleven a un provecho inmediato. Esta inmediatez dará lugar, en ocasiones, a decisiones apresuradas que luego lamentará, pero que le irán curtiendo y, al pisar la realidad del día a día, le irán descubriendo que la espera, la reflexión y el cálculo- la estrategia-, son cualidades imprescindibles para una acertada gestión.
Experiencia + formación
A propósito de estas afirmaciones tengo que recalcar que la figura del líder se va esculpiendo a sí misma durante, y a través, de toda su vida. La experiencia en los éxitos y los fracasos le hacen aprender a saber ganar y perder, y, sólo en la asunción de éstas contradicciones harán posible su crecimiento como empresario. Son las vivencias personales de sus propios errores y aciertos, las que van aumentando su bagaje de conocimientos básicos. Me atrevería a afirmar que son sus propias experiencias, reflexionadas y ordenadas, las que, con el tiempo, irán formando su sabiduría de empresario y harán cada vez más acertada la finura a su “olfato”.
Pero estas experiencias no serían bien aprovechadas sin una incesante, obligada y continua formación intelectual. El continuo reciclaje de los conocimientos aprendidos fuera de la empresa- cursos especializados – reuniones, jornadas, charlas etc.- y, sobre todo, cuanto favorezca su contacto e intermitente intercambio de vivencias con otros empresarios, han de completar necesariamente los conocimientos que irán fraguando su profesionalidad a la hora de pilotar la nave del negocio.
Volviendo la vista atrás alguien me podrá argumentar que existen fundadores que han ejercido el liderazgo sin ningún interés por su formación, y sin contar con alguna de las características que yo indico. Conozco a más de uno, y, puedo asegurar, que la suerte, sus excepcionales dotes o la coyuntura del mercado han colaborado en su éxito; pero también subrayo que en ellos reconozco la cualidad de haber sabido compartir responsabilidades y beneficios con personas
muy capacitadas que han sido piezas clave a la hora de conseguir sus objetivos empresariales.
Todos ellos son fundadores y ninguno de ellos ha tenido que obtener el “plácet” familiar para hacer partícipes del negocio a personas ajenas a la sangre. La empresa familiar va por otros derroteros de los que hablaremos cuando analicemos la figura del sucesor en la próxima reflexión.
Talento
El talento es la capacidad de obtener resultados con el ejercicio de la inteligencia. Ésta es la base y el cimiento de su acertada dirección. Es un don recibido de la naturaleza que habilita para el ejercicio de las funciones que, necesariamente, ha de desempeñar como máximo responsable de un proyecto empresarial. Es el talento, unido a su visión integral del proyecto y a sus habilidades para ejecutar la gestión, lo que justifica su predominio sobre los demás miembros del equipo y le otorga la confianza de los diversos compañeros (socios) que integran la empresa.
Innovador
La sociedad actual está en constante revisión El intercambio entre los países y las razas, la enorme difusión de los medios de información y la facilidad con que se nos presenta el acceso a los conocimientos de cualquier rango por medio de Internet, están propiciando que las costumbres cambien, las necesidades se amplíen y la misma ciencia se oriente preferentemente a una investigación aplicada capaz de dar respuesta inmediata a las variadas demandas de esa sociedad cambiante. Nunca hubo tanta oportunidad de negocio si se es capaz de responder a las necesidades de la sociedad. Es indiscutible, por tanto, la necesidad constante de innovar tanto los productos como los sistemas de fabricación y de distribución de esos productos.
La globalización de los mercados y el aprovechamiento de las más variadas fuentes de información que le ofrecen las nuevas tecnologías, deben ser su principal aliado para detectar y dar respuesta a esas oportunidades que le brinda la sociedad del conocimiento y el consumo.
Habilidades
Se distinguen de las cualidades en que, lejos de ser otorgadas con la personalidad del individuo, son la consecuencia derivada del adecuado uso de la inteligencia y el talento. No me voy a referir a aquellas habilidades administrativas que le conducirán al buen gobierno de la sociedad. Estas deben adquirirse por medio de la formación educativa impartida por quienes tengan autoridad y condiciones formativas.
Me refiero a las habilidades, unas innatas y otras adquiridas, que le serán indispensables para desarrollar su proyecto. No pretendo, por otra parte, enumerarlas todas sino indicar algunas de las más importantes.
La primera de ellas es la de conocer y conectar con el mundo que le ha tocado vivir, y al que al final, su producto debe encaminarse. La batalla por ganarle puntos a la competencia ya no es, como en otros tiempos, cuestión de puntualidades ni de costos, ni tan siquiera de oportunidades, sino de valores añadidos como resultado de la aportación de conocimientos acompañados por la imaginación y la inteligencia. He leído en alguna parte que en la sociedad actual “ no nos queda otro remedio que aceptar el reto de la economía del conocimiento y de la revolución de la información”.
La segunda, y no menos imprescindible, es la de saber utilizar los recursos humanos. Saber elegir a los colaboradores, considerarlos como tales, ilusionarlos con su proyecto, escuchar sus opiniones y contar con sus debilidades, sabiendo a la par incentivarlos, es la clave para hacer del trabajo una compartida aventura ilusionante y productiva. Creerse el mejor, pensar que se es imprescindible, mandar por reafirmar una personalidad, que tal vez no se tenga, y situarse en el podium del inaccesible, es una incurable torpeza; y creerse líder nato, insustituible, y que la empresa es suya y sólo suya, una sublime estupidez; como también lo es adoptar la postura del vanidoso dictador al que hay que soportar, por obligación, su mal carácter y sus reprimendas injustificadas.
La más difícil habilidad, y por ello la menos frecuente, es la de la convivencia con los socios.
Veremos en el correspondiente post cuales son sus variopintas personalidades y, por tanto, cuán complicado es cumplir las distintas expectativas que cada uno espera del negocio y, por consiguiente, de su responsable.
Hacer comprender a los socios que la empresa es un ser vivo e independiente y que como tal, necesita crecer y, para crecer, asumir que las inversiones son necesarias y puntuales, no es tarea apetecible, y no lo es más, hablar de riesgo o de diversificación. Si, como es normal, se confunde el proyecto de largo recorrido con la vaca que debe dar leche hasta el agotamiento, la habilidad de que hablo es obra de titanes más cercana a la ilusión que a la realidad. Con todo ello hay que contar, y por lo mismo, es obligado esforzarse en adquirir la rara habilidad de que estamos hablando. Los socios son parte de la empresa, piezas fundamentales en su nacimiento y en su continuidad; buscar la forma de implicarlos sólo es posible si se les informa con tenacidad. procurando hacerles vivir al máximo, incluso entusiasmarlos, para que asuman el difícil camino que debe recorrer la misma. En mi larga experiencia debo admitir que es tarea casi imposible y poco gratificante. Prescindir de esta cualidad resultará lamentable cuando la guerra por la sucesión sea una triste realidad
Sufrimiento solitario
Cuando nace una empresa el fundador es irremediablemente atrapado, y para toda su vida, por su criatura. Y este efecto encadenante es también válido para el líder no-fundador.
La empresa ejerce una dependencia sobre su responsable sólo comparable a la que uno voluntariamente asume con la paternidad carnal de la que no podrá desprenderse nunca. La diferencia es que, hablando de empresa, es posible que esa dependencia derive en pura esclavitud.
La vida de la empresa se desliza por el finísimo filo del riesgo, y nuestro protagonista vivirá la inquietud, la desazón, la tribulación hasta la angustia, que su responsabilidad le provoca. Nuestro personaje vive, convive y sufre los problemas de la empresa en una soledad aterradora como nunca pudo imaginar. Y esto puede resultar tan dramático que su felicidad personal, su familia, sus afectos y sus diversiones se irán nublando y pasando a un segundo plano, cada vez más peligroso. Como en los personajes de la comedia griega su existencia se verá marcada por la fatalidad de una ansiedad permanente y solitaria. Nos guste o no, la empresa ejerce sobre quien la dirige y, mucho más sobre quien la engendra, una tiranía tan cruda de la que sólo podrá liberarse en el momento de su adecuada renuncia.
Sólo en el encuentro con uno mismo, en una sincera recapacitación sobre los valores que nos otorga la vida, será posible la recuperación de uno de los más grandes dones que otorga la naturaleza humana: la libertad.
Los que no son más que espectadores de la vida del empresario son incapaces de adivinar que, puestos sobre una balanza, los sufrimientos y la soledad del mando pesan mucho más que los éxitos y las compensaciones conseguidos. Es la gran miseria, la parte oculta, de nuestro principal protagonista.
Autor Pepe Orts - http://empresa-familiar.euroresidentes.com