Revista Opinión

Protección

Publicado el 18 enero 2020 por Carlosgu82

Ella mira al mundo, envuelta en su armadura protectora hecha de suave lana.

Sus grandes ojos marrones se entreabren para gozar del espectáculo de la creación.

Anémonas de luz se cuelan entre los largos y pálidos dedos. ¿Quién la juzga?

Un brillo dorado se desprende de todo aquello que, de pronto, parece irreal.

Tal vez esa etérea escena es únicamente un sueño creado por un ser divino.

Ella mira al mundo, dejando que los poros de su piel se despierten lentamente.

En su universo particular, no hay guerra capaz de sacudir su espacio en el universo.

Un suave líquido acaricia sin prisa su reseca garganta. Todavía hay tiempo.

El teléfono continúa con su repiqueteo incesante, pero ¿a quién le importa?

El tiempo se detiene por un instante para calmar por un instante a la mente agitada.

No hay alarma capaz de romper la perfección de este sereno momento de tranquilidad.

Caleidoscopio de frágiles recuerdos que danzan entre el espacio de una mente soñadora.

En la calle, los vetustos autos siguen con su frenético viaje hacia quién sabe qué sitio.

Ella no se amilana ante tan vulgar despliegue de presión social. Simplemente sonríe.

Sabe que jamás será arrastrada en esa vorágine de estrés que parece devorarlos a todos.

Todo se vuelve más distante con cada segundo que pasa. Los segundos se hacen añicos.

Tal vez, el mundo allá afuera sigue siendo igual de oscuro que el día de ayer;

Pero en un lugar distante de la ciudad, brotó de pronto un pequeño rayo de luz.

La vida sigue su curso igual que ayer, pero tal vez, con un poco más de calma.

La tierra lentamente bebe la última gota de rocío, remanente de la lluvia de ayer.

El sol le dedica a los solitarios de la Tierra una distante caricia que sabe a oro.


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