Revista Comunicación

Protocolo ¿profesión e ideología?

Publicado el 15 febrero 2012 por Dexposito @DA
Acto de vasallaje

Acto de vasallaje

Uno de los tópicos más vinculados con la profesión de protocolo es la excesiva seriedad, solemnidad y un excesivo tradicionalismo rancio y obsoleto. No es ningún secreto que una visión popular del profesional de protocolo es el de una persona muy «tiquismiquis», con una caprichosa obsesión por las formas y tradicionalismos más propios de otra época. A esto llega a adherirse incluso un alineamiento político de tipo conservador.

Esta visión contrasta en gran medida con el intento de recientes autores de «limpiar» o «reciclar» la imagen del protocolo por una más adecuada a este sistema; una imagen que refleja el carácter dinámico, orgánico y natural del protocolo. Un protocolo adaptado a cada situación, época y realidad social, natural; un, como tenía el placer de leer hace poco, «protocolo inteligente». Félix Losada, en el libro que tiene como título la misma denominación, lo describe como «un sistema de información, datos, reglas, procesos y metas para alcanzar el objetivo principal: Vivir bien en sociedad, libres, eligiendo para hacer, no cualquier cosa, sino de entre todas las cosas que pueden hacerse, aquella que reclama ser hecha»

Y es que, el protocolo, si no es aplicado de forma inteligente, y sobre todo, natural, se convierte en ese tradicionalismo rancio y obsoleto que mencionábamos.

 

La fuente de la imagen

 

Llegados a este punto, debemos plantearnos si la imagen que hemos descrito al inicio es un producto aleatorio de una mente fantasiosa de un público acostumbrado a un protocolo de película, o si realmente hemos colaborado con la creación de esa imagen.  Bien cierto es que, el uso, muchas veces, lleva al abuso.

Personalmente, estos últimos días he sido testigo de expresiones o reacciones propias de una trasferencias Ley orgánica → Ideología; esto es, cuando lo estipulado en una ley orgánica o un real decreto se termina convirtiendo en una ideología personal.

¿En qué punto esto se convierte en algo peligroso? En el punto en el que un error protocolario se convierte en una ofensa personal, y la reacción ante este no es la de un profesional, si no la de una persona ofendida.

Más aún, existe el peligro de que extrapolemos esta nueva «ideología» a la vida cotidiana y, por poner un ejemplo reciente, tachemos el uso de la bandera republicana española en un contexto no oficial, como profesionales de protocolo, de insulto.

 

Delimitando la línea

 

El protocolo inteligente

El protocolo inteligente

Debemos de vivir nuestra profesión con pasión, y siempre se espera que nos impliquemos, hasta cierto punto, de forma personal en ella; es lo que da esa chispa de humanidad a lo que hacemos profesionalmente. Sin embargo, es importante trazar una delgada línea entre ambas.

Si mañana la Ley Orgánica es modificada y se nos indica que debemos de dar mayor precedencia a la bandera autonómica que a la nacional, o cambiar la nacional para ponerle el dibujo de un pollo (haciendo un uso excesivo de la exageración y un caso que, muy probablemente, no llegue a darse), como profesionales, deberemos de adaptarnos a este cambio y mantener nuestra ideologías creencias personales donde debe estar.

Hay quien opinará que esto es una impersonalización de la función del profesional del protocolo. Sin embargo, bien conocido es el dicho de que el buen responsable de protocolo es aquel que pasa desapercibido; y esto es tanto en el acto en cuestión, como en su saber estar.

Se hace camino al andar

 

Nos encontramos en un momento álgido de cambios; cambios sociales, económicos, políticos, ¡cambios en la regularización de nuestra profesión! Estos cambios requieren de profesionales dinámicos y capaces de innovar sin, por ello, olvidar la raíz del protocolo ni desechar normas y usos gratuitamente.

Un momento de cambio en el que los profesionales sin sentido de la tolerancia, el respeto, la capacidad de adaptación y un sentido de lo orgánico, no tienen cabida; si alguna vez la han tenido.

 


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