Cuando pienso en la palabra del mes de mayo, la imagen que me viene primero a la mente es clara, esta:
Parecen nubes, ¿verdad?; sin embargo, se trata del humo que sale de la vieja locomotora a vapor que hace el recorrido de Paignton a Dartmouth, por la bellísima costa de Devon, en mi querida Inglaterra.
Subir a un tren de vapor es una experiencia que me provocó ternura no falta de emoción por el romanticismo de la época que evoca, aquella en que se viajaba con un montón de equipaje que custodiaba el dedicado mozo de estación, un tiempo en que llevar el sombrero y el bolso adecuados a cada momento del día era toda una institución, al igual que el infalible té de las cinco.
No es de extrañar que este tren tenga parada en Greenway Halt, la estación más cercana a una de las mansiones de Agatha Christie, cuyas historias detallan cualquiera de las escenas anteriores y que hizo este mismo recorrido en un sinfín de ocasiones.